ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Claribel Téllez, custodio en la Fábrica de Galletas y Barquillos, fue una de las atentas excepciones de la noche. Foto: José Llamos Camejo

Guantánamo.–Que en ciertas entidades ocurran sucesos inexplicables y no le extrañen a nadie –o a casi nadie– de un colectivo es, tristemente, muestra de una especie de inercia más común de lo que debería.

Lo anterior, aunque en el dicho parezca malabarismo semántico, en el hecho, exterioriza inquietudes nacidas al final de una noche de recorrido por instituciones de la periferia sureste de la ciudad de Guantánamo.  

Entonces apareció una especie de inmunodeficiencia institucional inducida por «cepas» de dejadez y entretenimiento, a las que pudiera atribuírseles el contrasentido que ciertos «infectados» les dan a vocablos tales como exigencia, control, responsabilidad y desvelo.  

Cerca de 90 minutos frente a inusitadas pantomimas de vigilancia, que ojalá no fueran más que rarezas en el tejido institucional de la Isla, pues, advertencias de autoridades, y otros indicios sugieren que la dimensión del problema va más allá de lo micro...

Puertas y garitas deslucían como pescado en nevera ante quienes se aproximaron a ellas como Pedro frente a su casa. Por cierto, este último nombre no lo llevaba nadie en el grupo, el de Yoel Pérez García sí, primer secretario del Partido en el territorio.  

Una verdad de perogrullo salía a deslucir entonces en la citada noche de este diciembre: pasar como liebres será siempre fácil para los «gatos», si la irresponsabilidad les da margen. Miradas entretenidas o ausentes nunca podrán distinguir entre habituales y extraños en colectivo alguno, menos aún en horarios críticos.

Así como alguien reacio a creerse los cuentos se les «cuela» en busca de realidades casi siempre omitidas o edulcoradas en los informes, a unos ojos irresponsables se les pueden colar la ilegalidad, el compadreo y hasta el delito en cualquier establecimiento.    

LAS CLARAS SOMBRAS DE LA DESIDIA

Carreteritas, 10 y 28 de la noche, punto inicial del periplo. El empujón leve de uno de los «intrusos» bastó para abrir la puerta, los demás entraron de inmediato, sin que nadie de «la casa» los viera. Pronto serían nueve siluetas escudriñando en el interior de una instalación estatal, ensombrecida también por otras «penumbras». 

«¡Buenas!, ¡buenas!, ¿alguien cuida en este lugar?». Se repitió decibélica la pregunta, mientras los «extraños» recorrían con la vista el anchuroso descuido de tres almacenes pertenecientes a igual número de entidades.

Del trío que debía custodiar los inmuebles, solo uno estaba en su puesto, otro ni apareció por allí. Y otra más, a la que las voces «inoportunas» le habían cercenado el sueño, desde una puerta acabada de abrir adelantó la «justificantata» que saturaría al recorrido: «está oscuro, hace frío», dijo, como si a la noche en este oriental pedazo de Isla caribeña le hubieran injertado un trozo del Polo Norte.

El corte eléctrico estaba en pleno apogeo, pero al sitio lo cubría una sombra peor, no atribuible a esa interrupción, ni siquiera a la ausencia de emprendimiento representada allí por unos yerbazales que desestiman la necesidad, la oportunidad y lo urgente.   

Linternas de celulares dejaron ver el aspecto desagradable que las malezas le dan a un espacio donde el donaire vegetal no tiene cabida en plantíos –porque allí no existen– de col, boniato, yuca, lechuga… a nadie se le ha ocurrido sembrar soberanía alimentaria en esos pedacitos.    

Por desidia –perdón, por desdicha quise decir–, otros abandonos esperaban en el camino esa noche.Carreterita era solo el prólogo de una serie de inconsecuencias, más delicadas dado el contexto, el escenario y las posibles implicaciones.    

HOMBRES «INVISIBLES», PUERTAS INDOLENTES

Empresa Láctea, 10 y 44. En la puerta principal vigilaba un custodio, entidad adentro la oscuridad y la soledad adueñadas de los espacios e inmuebles. Cinco personas debían custodiar esos ámbitos, no estaba ninguna. Ausentes ellas, sordos y mudos sus celulares.        

Peor resultó la escena de las 10 y 56 en Frutas Selectas, con la garita en modo alcoba de un hombre y una mujer durmientes, «vigilantes» ambos, declaró él, increpado por los «intrusos» que a golpes de nudillos en la ventana acaban de despertarlo.

A la postre fueron visitadas ocho entidades, incluidas la Fábrica de Bebidas y Refrescos, la de Galletas y Barquillos, un hogar de ancianos y un almacén de la Empresa Provincial Mayorista. De 29 vigilantes que debían estar en total, había seis, es decir, 23 ausentes, entre ellos los ocho oficiales de guardia de igual número de puestos de mando. ¿será que han inventado la «teleguardia»? 

Novedoso «aporte» en tal caso. Mas, por esos descuidos en centros sobre los que descansan servicios y suministros vitales de una provincia, merecen castigo el pasivo y el indulgente, esos que con su actuar le abren surcos a tan ilógica «iniciativa», siendo responsabilidad suya evitarla. Y por eso mismo debieran responder también las instancias supervisoras.

Aceptar coartadas en este caso sería como pretender que The invisible man (El hombre invisible) no es ciencia ficción; que Adrián, personaje principal de la citada obra fílmica, es real, de carne y hueso, y que estaba allí, imperceptible al mortal, aunque después aparezca en guiones, informes y nóminas salariales. Paga Liborio. 

Es hora de ponerles coto a esos «Adrianes», cuyo papel no alimenta tertulias para cinéfilos, pero sí hace fermentar la degradación moral, compromete recursos carísimos y escasísimos, y les agrega trabas a las ya impuestas por seis décadas de brutal bloqueo estadounidense.

Cualquier noctámbulo oportunista, de esos que prefieren pescar en agua revuelta y abandonada, habría hecho opíparas cacerías y sin contratiempo alguno en cualquiera de los escenarios descritos.

Una puerta de acceso desprovista de cerrojo y de amparo actúa como imán sobre los cuatreros, los tienta y los atrae, como la presa que, mutilada, envalentona al depredador.

«OTRAS OSCURIDADES»

Disimulo, indiferencia, desidia, pasividad son pasadizos del descontrol, reversos de la «filosofía de combate y trabajo», y de la rebeldía reclamada por Miguel Díaz-Canel para encarar las dificultades presentes y por venir.

Y no es un mal solo de Guantánamo. Quien haya leído Cartas a la dirección, de este rotativo, Acuse de recibo, de Juventud Rebelde, o Buzón abierto, en Trabajadores, sabrá de insensibilidades y oscuridades –incluso diurnas– incubadas en la textura institucional y social de nuestro archipiélago.

Gente, en muchos casos esperanzada en ver el final de un camino que alguna institución le hizo interminable, acude a los medios de prensa, y lo hace además porque en otras partes la indiferencia le ha creado sensación de irresolutividad y de infinitud a su búsqueda.

La desidia tiene rostros diversos. De simulación y descuidos en el escenario económico-empresarial del país advirtió en días recientes Mirian Marbán González, contralora general de la República: «hay deterioro en los sistemas de control –dijo–, y en casos de corrupción, ojos que miran hacia otra parte, falta de análisis sobre responsabilidades colaterales».

En materia de control –vaya coincidencia–, algunas de las instituciones del Alto Oriente, «protegidas» con pantomimas de vigilancia, no han estado bien; lo aseguró la contralora jefa de la Contraloría Provincial en Guantánamo.

¿Dónde están en esas entidades el celo administrativo y la previsión profiláctica?; ¿dónde la mirada exigente y la sindical? ¿Y los ojos de la vanguardia –que han de ser como de felinos–, qué hacen allí? ¿Faltará energía, agudeza en esas pupilas internas para evitar, avistar, abortar o corregir in situ el problema?

Que nadie lo subestime, porque debilita con la sutileza de un carcinoma y es un cúmbila fiel del oportunismo –ese otro bribón con maña de fiera–, cuya letalidad no es menor.

Las curas, aunque sean dolorosas, se vuelven inaplazables, las llagas en la epidermis de un sueño tienen remedio; pero si infectan al corazón se volverán incurables, y en este caso «sería culpa nuestra».Quien lo anticipó fue Fidel: «Si vamos a dar la batalla, hay que usar proyectiles de más calibre».

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Israel dijo:

1

26 de diciembre de 2024

09:04:02


Trabajo critico como éste hacen mucha falta y darles seguimiento, si ese primer secretario a siguiente dia no llamo a todos los directores, administradores de esos centros de trabajo, si no se les advirtió a esos custodios, oficiales,... que pueden perder su trabajo, no se hace nada, la exigencia ha menguado, el control, son males de este tiempo, las guardias obreras, y ello lleva a que se pierda el sentido de pertenencia

ComunicadorComunicador dijo:

2

26 de diciembre de 2024

12:39:10


Saludos. Al parecer existe alguna preocupación con este tema de la Protección Física. A lo mejor la preocupación es ESCUCHADA por algún grupo de cubanos que logren que esta llegue a ese nivel. ALGÚN TIPO DE PREOCUPACIÓN. Tener en cuenta que las personas que ejercen misiones de protección ; los titulados Custodios, legalmente Agentes D. Seguridad - ASP; son los que menos salario devengan, en cualquier lugar del país, (a excepción de los realizan estas acciones en entidades, instalaciones, locales , parqueos, NO ESTATALES. ¡¡¡¡¡¡¡ Sabese cuanto ganan estos cubanos por realizar la mal hecha madrugada. El hoy Proyecto Ley que sustituirá al vigente 186 no da vestigios de alguna esperanza de que estas cosas cambien. No porque lo esperemos, solo porque se piensa que esto se vea con un matiz REAL.

Subiros dijo:

3

26 de diciembre de 2024

17:01:48


Como dijo uno de nuestros próceres de la independencia "cuando en un campamento [institución] hay problemas llámese al Jefe [Director]" No digo más, a buen entendedor... Camejo muy buen artículo pero hay que darle seguimiento, para que no se quede ahí: un reporte de prensa. Saludos