Baracoa, Guantánamo.–Cuando un gallo fino resuena aletazos y canta, la victoria ya está consumada y la víctima casi siempre agoniza a su lado. El campesino Juan Terán Barrera invierte esos tiempos a machetazos y a filo de motosierra entre el paisaje maltrecho de la unidad básica de producción cooperativa (ubpc), liderada por él a la orilla del Duaba, donde el ciclón Oscar cavó una necrópolis vegetal.
Frente a miradas escépticas puede parecer raro el espíritu de Terán. Puede ser, incluso, que ante los ojos más pesimistas el «todo esto lo vamos a revivir», dicho así, con tanta seguridad, parezca un vaticinio infundado de alguien que rehúsa dar el brazo a torcer tras el meteoro que le puso «matas arriba» la ubpc.
Esos pareceres del observador, Juan y los hombres y las mujeres de su cooperativa se los modificarán en pocos minutos, basta que los vean dicen ellos que «echándoles plomo» al destrozo, aunque en realidad le echan ánimo y energía, y hasta empiezan a ver resultados primarios.
RESTANDO DOLOR A LA CUENTA
Oscar arrasó casi nueve hectáreas de coco en esta cooperativa, «un desastre», admite el labriego, pero al cocotero también le dicen el árbol de los cien usos, debido a la variedad de utilidades que ofrece, y eso lo aprovechan muy bien los cooperativistas dirigidos por Juan.
Los cocos de agua y los sarazos listos para el consumo, aclara el líder de la ubpc, se los han vendido a la población, «sin abusar con los precios», y a la fábrica de conservas y cucuruchos; los secos a la industria, para extraerles el aceite.
Bajo los vientos del fenómeno hidrometeorológico sucumbieron, «por ahora» –expresión que será aclarada después–, 1 469 matas del fruto, «contada’ y recontadita’», dice Terán Barrera, y detalla que ellos extraen, como promedio, un metro cúbico (m3) de madera por cada seis troncos de cocotero.
Tal promedio en este caso obedece al hecho de que se trata de árboles de ocho años apenas, es decir, relativamente jóvenes, «ya estaban en producción, pero sin alcanzar su estatura ideal», aclara el campesino.
Luego le echa mano a la calculadora del celular, hace una operación, y exterioriza: «244,8 m3 de una madera excelente», ahora están ordenándolas, la pondrán a secar después para comercializarla a través de La Forestal, intención confirmada antes por Israel Rodríguez Mengana, delegado de la Agricultura en Baracoa.
«Se trata de un material muy duro», sostiene Rodríguez Mengana, aunque –aclara– aquí todavía no se explota su potencial como lo hacen algunas naciones asiáticas, Indonesia, por ejemplo, donde la carpintería la persigue para construir marcos, puertas, ventanas y alfombras de madera, entre otras.
OTRAS CIFRAS
La madera del coco es versátil, abunda el delegado de la Agricultura en La Primada de Cuba, «los primeros tres metros del tronco son los más duros, la dureza de los del medio es moldeable, y más blanda en los tramos próximos al cogollo, pero todos sirven, esa cultura tenemos que fomentarla».
Israel Mengana dice que una parte de los cocos secos rescatados en las matas derribadas por el ciclón, si reúnen los parámetros de semillas, serán destinados a producirlas, eso ayudará a incrementar hasta 8 000 el número de posturas, que «actualmente es de 3 500».
En la estrategia de recuperación es un elemento esencial. El huracán reciente dejó en el suelo 150 hectáreas de ese cultivo, considerando que cada una de ellas alojaba como promedio 156 plantas, el derribo ascendió a más de 26 000 de esos árboles; reponerlos será una tarea difícil.
Aprovechar los frutos, como se está haciendo, incluidos los aproximadamente 3 900 m3 de madera, potencial de los cocoteros dañados, ayudará a amortiguar las pérdidas. Ese alivio en el bolsillo del productor también favorece la recuperación.
«He mencionado los daños más severos al coco», acota Israel, y asegura que «de alguna manera el ciclón afectó a la mayoría de las 4 700 hectáreas» de cocales extendidos por los diferentes macizos de Baracoa, productora de más del 90 % del codiciado rubro en el país.
«Vamos al rescate de lo perdido, y a completar las 5 000 hectáreas para 2027», anuncia, antes de la próxima aclaración, que tiene que ver con «el daño retardado». Se trata de los ejemplares de otros cocoteros que, «en número considerable», estima él, fueron lastimados en el cogollo y todavía se mantienen en pie.
Según la experiencia, dice, demorará de tres a seis meses conocer la suerte de esas matas con el cogollo y los penachos removidos. «Experiencia de eventos anteriores nos indican que una cifra alta de ellas no sobrevivirá». Escuchándolo entiendo el porqué del «por ahora» mencionado por Juan Terán en referencia a los estragos de Oscar en sus cocales.
Israel Rodríguez Mengana pondera lo que, según él, es un muy buen espíritu de avanzar en la recuperación por parte de la gran mayoría de los 920 productores de coco en la Primera Villa. Y a juzgar, al menos por lo que ocurre en la ubpc liderada por Juan Terán Barrera a la orilla del río Duaba, la reanimación productiva fermenta en esos labriegos.
COMENTAR
Responder comentario