ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
«Descansaremos cuando todo vuelva a estar como antes», asegura Terán. Foto: José Llamos Camejo

Baracoa, Guantánamo.–Al empeño de Juan Terán Barrera le quedan cortos los días con sus 24 horas, desde que Oscar abatió estos dominios. De noche, mientras su cuerpo reposa, el cerebro del baracoense repasa cómo será la jornada próxima en sus plantíos devastados por «el batacazo» del meteoro.      

Los de Terán son dominios colectivos. Él preside la unidad básica de producción cooperativa (UBPC) Erardo Martínez Quiroga, y es uno de los 36 socios (31 hombres y cinco mujeres), dedicados a producir en la margen derecha del Duaba, muy cerca de donde el río desemboca.

En la vecindad de esa corriente acuosa los sembradíos no padecen de sed si la lluvia falta. Terán lo sabe, le agradece al Duaba por eso, y le teme en esa misma medida cuando las nubes precipitan de más.

Cacaotales, frutales, cocoteros, arroz, cultivos varios, ganadería…, dotan de productivas tonalidades el paisaje de una UBPC que tiene la suerte y la cruz en su hábitat de sequías habituales y de aguaceros intensos, pues Cuba tiene en Baracoa su más alto régimen pluviométrico y una red fluvial abundante.  

Muchas veces, cuando las lluvias sobrepasan la talla del Duaba, el río inunda las 218 hectáreas de superficie agrícola, patrimonio de la versátil cooperativa Erardo Martínez Quiroga, y malogra sus plantaciones. Eso y más sucedió en semanas recientes, tras el paso del huracán.

 

AL COMPÁS DEL DUABA…

«Con la música de este río bailan otros», dice Juan Terán; habla de las crecidas que lo tienen aún intranquilo. Troncos y ramas de otros árboles, disparados por los vientos de Oscar, yacían sobre el cacaotal anegado en agua al amanecer del 21 de octubre.

El labriego los vio, se agitó, completó el recorrido y supo que sobre los demás sembradíos de la UBPC pesaba la misma suerte, noticia acuñaba después por el ingeniero Raúl Matos Pérez, al frente de la Empresa Agroforestal y del Coco de Baracoa (EACB). 

Dice Raúl que Oscar desbordó el Toa, Nibujón, el Miel y el Macaguanígua, y que hizo lo mismo en Mata, el Jamal, San Luis, Viaya, Mosquitero y Paso de Cuba. La explicación traduce la metáfora de Terán: «la música de este río (Duaba)», bailada por otros.

Morboso «baile» de tinte achocolatado, agua invasora de cacaotales, asfixia de 400 hectáreas que «sí tenían sus drenajes –afirma enfático Raúl Matos Pérez– pero los canales se estaban rectificando, la crecida se adelantó». 

Para rematar, con sus «ataques aéreos» Oscar fue también inclemente, derribó casi la totalidad de la sombra que protegía las más de 3 500 hectáreas de cacao registradas en La Primada, según datos que ofrece el director de la EACB.  

Visibles y considerables son los daños; inertes encima del cacao hay gajos de piñón florido, algarrobos, jobo, aguacate, mango, frutales, jirones de árboles, verdugos hoy de plantíos a los que antes les entregaban sombra. 

Fracturadas las ramas, lacerado el follaje, arrancados los frutos, destempladas las plantaciones de Róiber Mezón, en Consolación, y las que Mongo Urgellés revivió en El Güirito, después de Mattew; desmejoradas, igual, están las de Juan Terán a la orilla del Duaba.

 

VATICINIOS

Como estudioso, Israel Rodríguez Mengana junta la pasión desentrañadora de rompecabezas en la agricultura con el estatal encargo al frente del sector en La Primada de Cuba. Admite que entregar 1 269 toneladas de cacao, compromiso productivo para el año en curso, antes de Oscar ya era imposible.

Aprietos tecnológicos y escasa liquidez inhiben el propósito, y el meteoro empeoró los atrasos; aun así, Baracoa debe acumular 500 toneladas del producto al cierre de diciembre, estima Rodríguez Mengana.

En ese volumen contarán las 46 toneladas rescatadas de campos anegados tras el paso del fenómeno hidrometeorológico, pues los baracoenses salvan con agilidad los frutos cosechables en las plantaciones.

«Las flores de la zafra chiquita (febrero-marzo) estaban en las plantas, y las tumbó el ciclón», se duele el directivo, y augura una cosecha venidera igualmente discreta: Oscar redujo «la población de moscas Forcipomyia, insecto polinizador del cacao».

Tampoco los viveros lograron esquivar el temporal. Ese punto vital del desarrollo cacaotero ha recibido un golpe, «pero hay posturas», resume Israel Rodríguez Mangana, «eso nos ayudará en esta etapa».

Baracoa cultiva el 85 % del cacao cubano. Los precios y el producto viven otra «luna de miel» en el mercado internacional, e Israel sitúa en casi 8 000 dólares lo que ahora paga un comprador por cada tonelada del también llamado néctar de los dioses, ¿entonces?...

 

En algunas áreas hay que empezar de cero y «lo haremos». Foto: José Llamos Camejo

LOS VERBOS DEL CACAHUAL

Mongo Urgellés tiene 86 años, resquebrajada la salud y desgastada la vista, no podrá encarar por sí solo la devastación que en El Güirito le ocasionó el huracán a su finca. Tiene, en cambio, sapiencia, un poder depositado en los brazos y la voluntad de Miguelo, vecino joven, que le ayuda a recomponer lo que Oscar desarregló.

En Consolación, por su parte, Róiber Mezón toma «la justicia» por sus propias manos. Unas veces con garabato y machete, otras con la azada, va curando el estropicio en su cacaotal. «Yo de esta me curo», dice, como quien siente la herida en su propio cuerpo.

Y en Mabujabo, a la orilla del Duaba, Juan Terán ha volcado un enjambre: Yunior, Senén, Rafael…  crujen los machetes, la sierra, los azadones. «Ya salvamos todo el arroz», dice Juan, «y también el cacao que pudimos; a las plantas vamos a revivirlas, la tarea principal de nosotros es salvar».

Salvar, cosechar, podar, esos verbos en los cacaotales de Baracoa se hacen fuerza, cuerpos, sudores, y también optimismo. «La resiliencia del cacao le ayuda a recuperar el follaje –sostiene Israel–, esa característica nos favorece».

Dice que a algunas áreas solo hay que retirarles de encima las ramas de árboles sombreadores, «tarea adelantada», a otras hay que rehabilitarlas, «apoyamos al campesino para que salve la producción y a la vez obtenga beneficio económico; la intención es estimular tanto las entregas como el cuidado al cultivo».

Una parte de las posturas, abunda Rodríguez Mengana, serán reorientadas a la rehabilitación. Muchas de las áreas con las que preveíamos crecer fueron eliminadas, vamos a rescatarlas, dicen.

Israel anuncia el empleo de experiencias como las de Ecuador, que obtiene el rendimiento más alto en plantaciones cuyas edades no rebasan los 20 años. «A esa edad ellos las renuevan y el productor nuestro tiene plantaciones de hasta 45 años, casi de museo, paternalismo cacaotero».

Ahora van a definir las áreas para la modalidad orgánica del cultivo, y avanzarán hacia la denominación de origen en el cacao, anuncia el Delegado de la Agricultura en la Ciudad Paisaje, y ratifica una tonelada por hectárea, como meta de rendimiento agrícola a concretar en 2027, «aplicando paquetes tecnológicos adecuados».

«No es una quimera –subraya–, ese propósito lo sustenta la práctica. De manera experimental lo hemos alcanzado en algunos sitios, pese a los siete años sin fertilizar».

Israel se muestra seguro de que la zafra 2025-2026, si transcurre normal «va a ser grande», remata, a la orilla del Duaba, entre el resonar de un machete que guardará silencio en la noche, para volver a este duelo de exterminio y resurrección en el Este.

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