El 4 de julio de 1776 representa una fecha emblemática para Estados Unidos: la aprobación de la Declaración de Independencia por el Segundo Congreso Continental, en Filadelfia, que marcó el nacimiento de una nación soberana.
Este documento, redactado por Thomas Jefferson y enriquecido por figuras como John Adams y Benjamin Franklin, no solo proclamó la separación política de la metrópoli británica, sino que también sentó las bases para un país que debía fundarse en la democracia y el respeto a los derechos humanos.
Sin embargo, esa libertad, democracia y respeto a los derechos humanos fueron letra muerta para los habitantes originarios de esas tierras y para los millones de africanos esclavizados.
La esclavitud en Estados Unidos fue oficialmente abolida en 1865, con la ratificación de la xiii Enmienda a la Constitución, que la prohibió en todo el país. Antes, el presidente Abraham Lincoln había emitido la Proclamación de Emancipación, el 1ro. de enero de 1863, que declaraba libres a los esclavos en los estados rebeldes durante la Guerra Civil.
El propio Thomas Jefferson tuvo esclavos durante toda su vida en sus plantaciones de Virginia. Entre ellos, la más conocida fue Sally Hemings, una mujer con la que tuvo una relación y varios hijos nacidos en esclavitud, quienes fueron emancipados luego de su muerte.
Por otro lado, el hambre de nuevos territorios con que nació la nueva república vino acompañado de un arraigado sentimiento mesiánico. Su visión de tierra prometida, elegida por Dios, contemplaba el dominio continental y la expansión ilimitada de sus fronteras.
«Dios escogió a América para que aquí se construyese la sede del paraíso terrestre; por eso, la causa de América será siempre justa y ningún mal le será jamás imputado… Nuestra misión es dirigir los ejércitos de la luz en dirección a los futuros milenios».
José Martí, en carta al Director de La Nación (Nueva York, mayo de 1884), refiriéndose a Estados Unidos, escribió: «¡En la médula, en la médula está el vicio, en que la vida no va teniendo en esta tierra más objeto que el amontonamiento de la fortuna!».
El Apóstol desentrañó como nadie el alma del sistema, contempló el germen de la descomposición, no se dejó deslumbrar por los espejismos y anticipó adónde conducirían el ritmo delirante y soberbio, la feroz competencia, en la que lo espiritual quedaba relegado a los más oscuros rincones.
Aún hoy, en Estados Unidos, más de 400 000 personas viven en condiciones de esclavitud, según un estudio publicado por la Walk Free Foundation (WFF).
Además, un número récord de personas carece de un lugar permanente para vivir. Se estima que unas 653 104 personas habitan en las calles, según la encuesta anual Point-in-Time Count.
En resumen, entre las luces de colores de los fuegos artificiales y la alegría de la fiesta, muchas personas en ese país tuvieron poco o nada que celebrar.
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