El pito del central, que anuncia los cambios de turno, el humo de la chimenea, el ajetreo característico de la zafra azucarera, ya lo viven los habitantes del municipio de Carlos Manuel de Céspedes, pues su ingenio tiene la responsabilidad de producir las 29 000 toneladas de azúcar que necesita la provincia de Camagüey para garantizar la canasta familiar normada del año. Carros de caña, ya sea por la carretera o por vía férrea, entran a este central que, históricamente, ha sido de los de mejores resultados en las contiendas, algo que influyó mucho en que fuera este y no otro el elegido para producir en 2025.
También definieron cuestiones climáticas –esta región es a la que más tarda en llegar la primavera en la provincia–, y como esta zafra es una carrera contra el tiempo, las dificultades y el clima, había que pensar en todos los detalles que pudieran significar obstáculos, demás a una contienda calificada como la más difícil de los últimos tiempos.
Por encima de este complejo panorama, el Carlos Manuel de Céspedes muele caña desde los primeros días de febrero, a pesar de la falta de insumos como aceites, lubricantes, baterías y gomas. Debido a las condiciones económicas en las que se desenvuelve Cuba hoy, fue imposible hacerlas llegar a tiempo. Para los cespedeños, es raro empezar tan tarde; están adaptados a ser de los que inician en diciembre; pero esta vez no pudo ser, y esto los hace estar más conscientes de que todo debe funcionar exacto para cumplir.
DIFÍCIL, PERO NO IMPOSIBLE
Aproximadamente unos 115 días de molienda necesitará el Céspedes para cumplir el plan, y se trata de algo más que de un plan, Camagüey hace ya unos años no cumple las toneladas de azúcar pactadas, y en eso, además de dificultades objetivas, la conocida carencia de fuerza laboral capacitada tanto en el campo como en los puestos claves del ingenio, inciden la falta de organización y previsión, y la unidad de todos los factores en función de conseguir lo propuesto. Estas cuestiones dependen más de los hombres, y deberán ser resueltas para poder honrar el compromiso.
En ese sentido, explicó a Granma Iván del Sol Horta, administrador del central, cuentan con el apoyo de especialistas y compañeros capacitados de otras empresas que llegaron a ayudarnos, porque esta es la zafra de Camagüey, no es de Céspedes. «Aquí está todo el mundo; de no haber sido así, no hubiese sido posible, porque realmente fue difícil y tensa la reparación.
«Hoy contamos con una fuerza de trabajo muy nueva y sin experiencia, que se capacitó, pero desde la teoría. Por suerte, la meladura nos sirvió para ajustar el ingenio y para preparar, en la parte práctica, a ese personal que es nuevo. Se han tomado estrategias: cuando terminamos los cambios de turnos, los jefes de área tienen la tarea de acompañar a los jefes de brigada y colectivos que entran, entregarles las áreas y trazar la política de trabajo durante el turno que viene.
«Hay que hacerlo así, porque tenemos gente nueva hasta en los puestos claves, como puntistas, operadores de centrífugas, en el caso del molino, los moledores, los operadores de generación de vapor de las calderas, y esos son puestos que, aunque tú los prepares en esta zafra, les des todo el apoyo que lleva, un puesto de esos no se hace en una zafra. Para llegar a ser un puntista, el llamado maestro de azúcar, que es una personalidad en los centrales, eso lleva tiempo, eso no es que lo preparé y ya. La estrategia es cumplir con las normas, el abecé de cada puesto», expuso.
Un asunto que se debe mirar diferente es cómo proteger esa fuerza, prepararla, darle seguimiento y tratar de no perderla, con incentivos salariales y una mejor atención al hombre.
Sobre lo tenso de las reparaciones abundó Ibrahim García González, jefe de Mantenimiento de la fábrica, quien especificó que se buscaron muchas soluciones internas y otras que consistieron en mover elementos de otros lugares de la propia provincia para Céspedes, porque estuvieron muy limitadas las importaciones.
Otro de los puntos críticos de anteriores campañas fue el flujo de agua a la industria; pero se tomaron medidas entre Recursos Hidráulicos y el Grupo Azucarero. «La conductora no está en buenas condiciones, pero se cambiaron alrededor de dos kilómetros de tuberías y se instalaron bombas nuevas. Aquí buscamos la solución a un tanque que teníamos prácticamente en desecho, que se limpió, se reparó, y tenemos mayor capacidad de agua», dijo Del Sol Horta.
Otro aspecto que representa un bombillo rojo es la inocuidad del producto final, esa no es negociable. En otros años, se enviaba a las refinerías y las partículas ferromagnéticas se quedaban en el proceso de refino, pero este año va directo de aquí al consumo de la población. Para evitarlas, se han adquirido juegos de imanes, y se cambiaron hacia una mejor posición. Resulta clave también que la caña llegue limpia, sin materias extrañas.
POR ENCIMA DE OBSTÁCULOS: LA VOLUNTAD
La zafra lleva recursos, pero también depende de la gente que la hace, de su preparación y de sus ganas para enfrentar la tremenda obra que resulta hacer azúcar, sacando de donde no hay, luchando contra las roturas y la inexperiencia de los muchachos que han dado un paso al frente, asumiendo puestos claves, pero, objetivamente, no tienen las mañas que dan los años.
Uno de los «más muchachones» del Céspedes es Jorge Luis López Sebelier, tiene 24 años y estudió Mecanización Agropecuaria, y desde su graduación trabaja allí. «Me gusta lo que hago, llevo tres años. soy mecánico general, tengo a mi cargo un turno general en el central completo, y hago lo que me manden. Desde que entré aquí, todo el mundo me ha apoyado, todo el mundo me ayuda, nos acompañan los más viejos, los que tienen más experiencia, y he aprendido con ellos. Sabemos que de nosotros depende cumplir, y por eso solo pensamos en eso».
Esta manera de encarar la zafra se la han inculcado hombres como Modesto La Era Aguilar, jefe del área energética, quien significó que, con el arreglo de la caldera 2, la sustitución de sus tubos por nuevos, se eliminaron los salideros y se alcanza una mejor eficiencia energética.
También se reparó un turbocondensante que genera de 2,5 a tres megawatts (MW), a partir del consumo de diez a 12 toneladas de bagazo y de unas 20 toneladas de vapor. El proceso productivo no llega a dos MW, por lo que entregan poco más de un megawatt al Sistema Eléctrico Nacional, y se convierte en otra fuente de ingreso más para los trabajadores.
Entre los que han llegado desde otras empresas azucareras, y se han entregado, junto a los cespedeños, por sacar adelante la contienda, está el pailero Agustín Prada Rodríguez. «Pasé la escuela de Pailería de Florida, una gran escuela que yo no sé por qué se ha destruido. Llevo 50 años en el sector, soy del Panamá, de Vertientes; me trajeron hace cuatro meses y desde que llegué aquí estoy trabajando, sábados y domingos incluidos.
«Esta zafra tiene varias incógnitas, hay que estar claro de eso; si no toman medidas con el problema del robo, y no ponen mano dura va a ser un fracaso. El trabajo se ha hecho con calidad, aquí han puesto los recursos: varillas, oxígeno, acetileno, chapas, vigas, angulares, de todo, y así es menos difícil», expresó.
Camagüey desde hace unos años no cumple sus compromisos azucareros.
Y lo más doloroso es que no es un plan cualquiera, se trata de lo que recibirán los camagüeyanos en los próximos meses por la canasta familiar normada, así como aquella que va al consumo social.
Cada libra que no se fabrique, cada día que no se produzca es una posibilidad que le damos a quienes se aprovechan de las carencias y especulan con los productos que necesita nuestra gente.
El Céspedes y Camagüey no tienen otra opción que honrar el compromiso.




















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