ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
«Juntos somos el futuro, no tengo dudas». Foto: José Llamos Camejo

GUANTÁNAMO.–El lunes anterior, con el bulevar concurrido, fui despacio, planteándole a los presentes un nombre y una pregunta: ¿quién es ella?...

«Una mujer sin igual», dijo un hombre entrado en edad. De su mano iba una señora que no se quedó callada: «un regalo de Dios. A ella hay que hacerle en cada esquina una estatua». «¡Uff!», exclamó con poética parsimonia el joven que llevaba su guitarra a la espalda, «un querubín, el alma de esta ciudad».

Horas después, ese mismo día, mientras la escuchaba en el balcón de su casa, el entrevistador entendió mejor a los encuestados de la mañana. Sin más ni más, solo con oír el nombre habían hecho el retrato fiel, hermoso y nítido que desnuda hasta el corazón de la entrevistada.

Hay algo de ella en cada habitante, y en los muros y en los poros de la urbe, a la que Zulma Ojeda Suárez llegó siendo niña. «Una de las dos culpables de que yo sea lo que soy la descubrí aquí, en la Villa Iris amada de Boti; a la otra la conocía, pero aprendí a valorarla de verdad en esta ciudad».

–¿Quiénes son esas culpables, y cuáles sus culpas?

–Mi mamá y la Revolución. Mis primeros años de vida fueron en Boquerón, y después aquí. Crecí al lado del ejemplo de laboriosidad y el deseo de superación insaciable de la que me trajo al mundo, y anduve por el camino nuevo que se abría delante de mí y que, supe, en el entonces pasado reciente no hubo.

«Yo era pequeña, pero vi cómo iba quedando atrás una etapa injusta, en la que a veces una pared mediaba entre la riqueza y el hambre. Yo vi levantarse a Guantánamo poco a poco, de la mano de la Revolución, que en lo personal me levantaba también a mí».

–Ese levantamiento personal, ¿cómo se expresaba?

–Con oportunidades. La mía fue la campaña de alfabetización. Me fui a las lomas a alfabetizar, y eso me hizo testigo y parte del crecimiento de la gente que vivía en esos campos remotos, y advertí mi crecimiento propio.

Esas oportunidades la llevaron a una etapa militar y después a la carrera de arquitectura. Zulma inició su vida laboral en el área de Planificación Física, luego asumió la dirección del Grupo para el Desarrollo de la Ciudad de Guantánamo, durante 37 años, hasta jubilarse. Hoy es profesora universitaria, y acaso el más entrañable «duende» de esta urbe.

«La ciudad, con su cultura, su gente y su historia, con su belleza y su patrimonio arquitectónico espléndido, sigue apasionándome».

–¿Aún cuando cierto deterioro y no pocas irreverencias a ese patrimonio la azotan?

–Aun así. En esos asomos yo veo desafíos, y los enfrento, no sabes cuántos dolores de cabeza me trae. Pero no me rindo, lucho. Todo eso puede ser cambiado, y es lo que intento. Estas manos mías son de la Revolución.

«Llevo dentro como un duende, y me dice que la batalla por esta ciudad lo es también, y sobre todo por esta obra tan humana que nos regalara Fidel. Hay que defenderla; el pasado aquí no tiene cabida».

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