PINAR DEL RÍO.–La noticia ha calado hondo, como solo sucede cuando se trata de alguien muy allegado: el Comandante del Ejército Rebelde Julio Camacho Aguilera, uno de los hombres de confianza de Fidel, que tantas veces escapó de la muerte durante la guerra de liberación, falleció el pasado sábado a la edad de cien años.
Minutos después, el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, lo informaba con pesar en su cuenta en X, y expresaba sus condolencias a la familia del legendario combatiente.
Una lluvia de mensajes ha inundado las redes sociales desde entonces, confirmando el enorme cariño que supo ganarse entre los cubanos, alguien que sobresalió siempre por su humildad y su capacidad indiscutible de ser ejemplo.
Hace solo unos meses, en la que probablemente haya sido su última entrevista, el propio Camacho le confesaba a Granma su sorpresa por las incontables muestras de afecto que recibía cada vez que salía a la calle.
«Hasta los jovencitos me saludan y piden hacerse fotos conmigo. Y yo me pregunto: ¿cómo esos muchachos que nacieron ayer, me conocen?».
La respuesta no solo está en su extensa hoja de servicios a la Patria, desde la lucha contra la tiranía hasta la actualidad, sino en la manera de asumirlas, combinando sensibilidad y disciplina, humildad y firmeza.
Había nacido en la entonces provincia de Oriente, y de niño soñó con ser ingeniero. Pero en aquella época la Educación Superior en Cuba solo estaba al alcance de los ricos, y su familia no lo era.
En 1956, cuando se produjo el alzamiento del 30 de noviembre, para apoyar el desembarco del yate Granma, era el Jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio en Guantánamo.
Luego, por indicación de Fidel, asumió la misma responsabilidad en Las Villas, y se convirtió en una de las principales figuras del Levantamiento Armado en Cienfuegos, el 5 de septiembre de 1957.
Por su labor en la clandestinidad, en aquella época en que lidiar con la muerte era el pan de cada día, fue apresado y torturado salvajemente.
«Ya no teníamos piel. Apenas nos quedaba pelo en la cabeza. Entre las uñas y los dedos nos clavaban alfileres», le contaría a Granma una vez.
De aquella experiencia terrible le quedarían marcas en las costillas, y un tic nervioso que aparecía a intervalos, cuando hablaba. Sin embargo, sus verdugos no consiguieron que dijera una sola palabra que delatara a sus compañeros.
Luego del triunfo de la Revolución, fue Ministro del Transporte, y también se desempeñó como Primer Secretario del Partido en Pinar del Río, Santiago de Cuba y La Habana.
Además, fue embajador en la antigua urss. A su regreso de Moscú, con más de 60 años de edad, pidió volver a Pinar del Río para trabajar en el desarrollo de la Península de Guanahacabibes.
Durante más de tres décadas laboró incansablemente en esta hermosa región del occidente cubano.
Orgulloso de haber formado parte de una generación que cambió para siempre el destino de Cuba, advertía que una Revolución tiene que superarse a sí misma cada día.
«No podemos quedarnos satisfechos porque hayamos llegado hasta aquí. Nuestros sueños de ayer son realidades hoy, pero los sueños de hoy hay que hacerlos realidad mañana».
Jamás hizo alarde de su rango militar, bien ganado en el fragor de la lucha. La admiración y el respeto con que muchísimos cubanos lamentamos hoy su muerte, los conquistó con su sencillez y su entrega.
Fidel siempre lo tuvo entre sus hombres más capaces y leales.
Una vez lo secuestraron y alguien malintencionado le sugirió al líder de la Revolución que había desertado. Pero su respuesta fue tajante: «¡Camacho jamás traicionará!».



















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jose antonio serantes dijo:
1
16 de diciembre de 2024
08:06:58
jose antonio serantes dijo:
2
16 de diciembre de 2024
08:09:12
Aris dijo:
3
17 de diciembre de 2024
11:54:57
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