ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Detrás de cada bombero hay historias de vidas salvadas. Foto: José M. Correa

Pinar del Río.– El teniente coronel José Enrique Iglesias Hernández lo confiesa: «Por más tiempo que uno lleve en esta profesión, cuando suena la campana y hay que correr a montarse en los camiones, siempre se siente un poco de susto, porque no sabes a lo que te vas a enfrentar. El que diga que no le ha pasado, está mintiendo», dice.

En los 34 años que lleva en el Cuerpo de Bomberos de Cuba, ha tenido que participar en emergencias de todo tipo, desde un incendio en plena ciudad hasta en el bosque, y desde un escape de amoniaco hasta un rescate en el mar.

Lidiar con el peligro ha sido parte de su cotidianidad desde aquellos días lejanos de 1990 en que ingresó al servicio militar.

Cuenta que, cuando lo designaron al comando de bomberos del municipio pinareño de San Juan y Martínez, jamás pensó que allí encontraría su verdadera vocación.

Por aquel entonces, José Enrique tenía el propósito de continuar camino a la universidad. Tras concluir el duodécimo grado, había obtenido la carrera de maestro primario. Por tanto, pensaba que su tránsito por el servicio militar sería apenas un formalismo.

En su primer día, sin embargo, le tocaría salir a apagar un fuego en una vivienda de la zona de El Marabú y, más allá de la tensión y de los nervios, supo que aquello era lo que quería hacer por el resto de su vida. Renunció al magisterio y, en su lugar, continuó estudios como bombero.

«Es que uno se va enamorando de esto, de lo que se siente cuando ayudas a la gente, de la manera en que la población lo reconoce y agradece».

Su disciplina y su arrojo hicieron que lo designaran al frente del comando de Bahía Honda (actual provincia de Artemisa), luego al de Guane, al de San Juan y Martínez, al de Pinar del Río…

José Enrique asegura que no es el único al que le ha sucedido. A más de 320 años del surgimiento de lo que sería el Cuerpo de Bomberos de Cuba (el 13 de noviembre de 1696), son muchos los hombres y mujeres que han decidido tomar este mismo camino.

El capitán Amilkar Hernández Acosta, jefe de compañía del Comando de Pinar del Río, por ejemplo, se sintió motivado desde niño. De ahí que ninguno de los peligros que le han tocado sortear durante años, lo han hecho pensar en otra profesión.

Ni siquiera cuando se incendió el tercer piso del edificio central de Etecsa, y había tanto humo que era imposible precisar el origen de las llamas.

«No veíamos nada, y hasta existía la posibilidad de una explosión», recuerda.

En 2010, Amilkar protagonizó, además, uno de los rescates más espectaculares que ha realizado el comando pinareño. «Fue a un reservista que se encontraba de maniobra por el kilómetro 18 de la carretera a Luis Lazo. El hombre se salió del sendero y cayó por el respiradero de la mina de La Baritina, a unos 30 metros de profundidad».

En condiciones extremadamente complicadas, porque el fondo de la mina estaba inundado y había riesgo de derrumbe, recuerda que logró descender junto con otro compañero, utilizando sogas, hasta el lugar donde estaba el accidentado.

«No sabíamos si lo encontraríamos con vida, porque había caído de una gran altura. Ese tipo de rescate se hace más difícil porque hay que llevar una camilla, y ser muy cuidadoso con la persona, para evitar hacerle más daño».

Aunque ya cumplió 20 años como bombero, comenta que es una labor en la que siempre hay cosas nuevas por aprender, y que la familia nunca deja de preocuparse cuando se sale a una misión.

«Mi mamá no se adapta a la idea de que este sea mi trabajo. Vivimos cerca del comando y, cuando siente el sonido de la sirena, enseguida llama para preguntar qué pasa».

Por eso, Amilkar evita contarle de los riesgos que corre algunas veces y, en su lugar, le habla de las vidas que ha ayudado a salvar, de los daños que ha evitado, y de eso que se siente en el pecho cuando alguien se te acerca y con ojos llenos de admiración por lo que acabas de hacer, te dice, sencillamente, gracias.

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