ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Ana Campal Espinosa defiende la vida desde su trabajo. Foto: Cortesía del CIGB de Camagüey

Ana Campal Espinosa ha dedicado toda una vida a hacer el bien. Esa preocu­pación constante por los demás la lleva, una y otra vez, a los laboratorios del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de Camagüey, liderar a su equipo y luchar por la vida. «Siempre he pensado que hacer el bien o mejorar tu entorno, o tu país, es más efectivo desde dentro, con el pequeño aporte que cada cual puede hacer, para que la vida de los cubanos sea mejor». Así inició el diálogo con esta destacada científica cubana.  

–¿Por qué aportar desde las ciencias?

–Fue algo natural. La vocación se forjó desde que aprendí a leer de la mano de mi abuela paterna, mi tía y mis padres. Luego, en secundaria, descubrí que me sentía más cómoda resolviendo problemas de matemática, física o química. También influyeron en esa decisión los excelentes maestros que tuve, capaces no solo de transmitir conocimientos, sino también de motivar la búsqueda de los nuevos. Mi papá fue otro pilar en esa decisión.

«Mi formación en física, química y, añadiría, la enseñanza recibida en la Universidad Estatal de Ivanovo, en la antigua URSS, me ayudaron en la metodología para la investigación, me aportaron herramientas para estudiar mejor y comprender los aspectos biológicos, bioquímicos y biomédicos, que se han desarrollado por la aplicación de disciplinas como la física, la química, las matemáticas, la computación y la aplicación creciente de la inteligencia artificial.

«La decisión de trabajar en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de Camagüey es porque nací y he vivido toda mi vida en la provincia, con una familia muy corta, y siempre defendí dedicarme a las cosas por las que siento vocación y, a la vez, estar cerca de mi familia. Sin embargo, no he migrado a otros sectores más favorecidos o fuera del país donde indiscutiblemente están disponibles enormes recursos para trabajar en esta esfera, y lograr resultados con mayor rapidez, por una palabra: compromiso, y por el deseo de servir a mis compatriotas.

«Creo que existen valores en el CIGB como el compañerismo, la solidaridad, el trabajo en equipo, que junto al deseo de hacer ciencia, contribuyen a una mayor estabilidad laboral».

–El CIGB de Camagüey centra sus investigaciones en la esfera agropecuaria, pero Ana escogió concentrar sus esfuerzos en la terapia contra el cáncer…

–En general, me gustan más las investigaciones biomédicas que las dedicadas a la esfera agropecuaria, aunque estas últimas aportan a la seguridad alimentaria de las personas. Mi vida laboral comenzó en el CIGB en el Grupo de Hibridomas y Anticuerpos Monoclonales, que tenía un enfoque biomédico. Sin embargo, el perfil de trabajo cambió a las investigaciones destinadas a la esfera agropecuaria.

«A inicios de los 2000, nació aquí un proyecto con el objetivo de desarrollar una vacuna para la inmunocastración en mamíferos. Los estudios realizados con diferentes líneas celulares y modelos animales demostraron la alta potencialidad que tenía el candidato vacunal.

«En ese momento yo estaba desarrollando tareas administrativas, cuando tuve la oportunidad de regresar al laboratorio, que es en realidad lo que más disfruto. Me sumé como investigadora a este proyecto de Vacuna Terapéutica contra el Cáncer de Próstata, porque creo que la búsqueda de nuevas terapias o alternativas de tratamiento para el cáncer son de mucha importancia para mejorar la calidad y expectativas de vida».

–¿Cómo valora los avances en las investigaciones sobre el cáncer en Cuba y en el mundo?

–Estos avances encierran un elevado nivel de conocimiento científico en múltiples ramas del saber. Son tecnologías y fármacos altamente costosos y que, en muchos casos, requieren de infraestructuras muy complejas, que no están al alcance de los sistemas de salud pública de países como el nuestro.

«En Cuba, las investigaciones en esta rama han logrado notables resultados, reconocidos a nivel internacional. Productos de la biotecnología cubana están presentes en el día a día. En la actualidad están en curso investigaciones y ensayos clínicos de nuevos productos, varios de los cuales pasarán en el futuro a formar parte de los protocolos de tratamiento.

«El enfoque esencial es el desarrollo de fármacos de avanzada con costos asequibles y sistemas de aplicación que permitan su introducción a gran escala en los sistemas de salud. Las limitaciones tecnológicas y financieras que afectan a las investigaciones en el país son, en gran parte, superadas por el conocimiento y la integración entre los diferentes centros y proyectos de investigación. Se van dando pasos para que, en un futuro no muy lejano, las enfermedades neoplásicas se manejen como otras enfermedades crónicas para elevar la calidad de vida».

–¿Considera que hay un interés real en la comunidad científica internacional y los poderes mundiales para alcanzar una cura?

–Creo que en la comunidad científica internacional existe un verdadero interés en desentrañar los mecanismos que inciden en la transformación celular, desarrollo y progresión de las enfermedades neoplásicas, para el logro de tratamientos más efectivos, porque es un problema creciente de salud mundial.

«Tiene implicaciones económicas, pero creo que los poderes también deben estar interesados en la búsqueda de soluciones, más allá de la enorme especulación financiera de las grandes farmacéuticas que potencian las producciones de fármacos y tecnologías únicos, muy innovadores, que luego ofertan en el mercado a precios prohibitivos para la gran mayoría de las personas, pero que generan enormes dividendos económicos».

–¿Cuán difícil resulta esa apuesta en los momentos actuales?

–Es evidente que la crisis económica nos afecta y el impacto del bloqueo estadounidense persigue con saña particular las inversiones en el sector biotecnológico y farmacéutico en el país; asimismo, ha tenido un efecto negativo en la actividad científica y dificulta que se logren resultados con mayor rapidez.

«Sin embargo, tenemos fortalezas que nos permiten continuar trabajando: el alto nivel de preparación, compromiso, dedicación  y experiencia de los investigadores; la existencia de un talento joven formado en nuestras universidades, capaces de enfrentar los desafíos y proponer soluciones; la integración entre los centros de ciencia, que permite optimizar el uso del equipamiento e insumos disponibles; la capacidad de las instituciones científicas para cerrar ciclo, o sea desde la idea hasta la producción; el intercambio científico abierto, a nivel nacional e internacional; y la existencia de políticas de Estado que promueven el desarrollo de la ciencia y la tecnología».

El equipo que lidera la doctora mantiene el compromiso de servir a su país. Foto: Cortesía del CIGB

–¿Cómo logra que el tiempo alcance para todo?

–En realidad, el tiempo no me alcanza para todo, pero establezco prioridades y trato de organizar mi día. Al igual que la mayoría de los cubanos, tengo que lidiar con las dificultades cotidianas, la falta de electricidad, agua, los altos precios, que en ocasiones hacen la vida muy difícil.  Por suerte, siempre he contado con un gran apoyo familiar, tengo una familia muy corta, pero muy unida y cooperativa.

–¿Cómo sueña el futuro la Doctora y como lo sueña Ana?

–En las condiciones en que se desen­vuelve el mundo en la actualidad, e incluso nuestro entorno, es difícil imaginar el futuro, pero la capacidad de soñar nunca se pierde. Pienso con optimismo que la humanidad sea capaz de unir esfuerzos para garantizar la vida en el planeta. Sueño con que nosotros, los cubanos, construyamos un país mejor y nuestros hijos y las generaciones venideras tengan una vida más plena.

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Francisco dijo:

1

23 de septiembre de 2024

09:38:57


Muy linda la entrevista, Ana disfruta el trabajo y se dedica por entero al proyecto en que trabaja muchas gracias por su ejemplo.