El 5 de julio de 1982 Nicolás Guillén estuvo en Granma. Ese día no fue como otros, en los cuales de manera habitual entraba apresurado y con miles de ideas plasmadas en cuartillas; pues el objetivo de la visita respondía a una invitación del colectivo del periódico para expresarle el respeto, la admiración y el amor que todos sentían por él al acercarse su 80 aniversario a lo que él correspondió con su habitual cortesía.
Fue recibido con una gran ovación, según recuerdan antiguos trabajadores del diario. Todos deseaban volver a vivir la experiencia de tenerlo cerca, estrechar su mano, dialogar, y cómo no, escucharlo recitar algunos de sus magníficos poemas.
Previo a su visita, se habían situado en distintas partes del edificio algunos materiales periodísticos publicados por Guillén en el periódico, al igual que la réplica de una primera página de Granma en la que se mostraba su foto y se anunciaba la actividad que tendría lugar durante la jornada.
Jorge Enrique Mendoza, quien era director del rotativo en ese momento, inició con unas disculpas hacia Guillén, ya que la actividad se estaría realizando en un local amplio por el gran número de personas que asistía a dicho homenaje, y sabía que el poeta prefería espacios más íntimos, donde fuera más fácil dialogar.
Anécdotas compartidas por el ilustre poeta, nacido el 10 de julio de 1902, hicieron amena la experiencia, durante la cual se evocó su artículo «Don Juan», publicado en la entonces página Ideológica de Granma, al igual que «El Abuelo», uno de sus extraordinarios poemas.
Esta mujer angélica de ojos septentrionales,
que vive atenta al ritmo de su sangre europea,
ignora que en lo hondo de ese ritmo golpea
un negro el parche duro de roncos atabales.
Bajo la línea escueta de su nariz aguda,
la boca, en fino trazo, traza una raya breve,
y no hay cuervo que manche la solitaria nieve
de su carne, que fulge temblorosa y desnuda.
¡Ah, mi señora! Mírate las venas misteriosas;
boga en el agua viva que allá dentro te fluye,
y ve pasando lirios, nelumbios, lotos, rosas;
que ya verás, inquieta, junto a la fresca orilla
la dulce sombra oscura del abuelo que huye,
el que rizó por siempre tu cabeza amarilla.
Con estas bellas palabras a modo de agradecimiento seguidas de un «hasta luego» finalizó su visita al Granma. Luego describiría la tarde trascurrida junto al colectivo «como una de las más gratas de su vida…».





















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MaLuMa dijo:
1
17 de julio de 2024
18:06:22
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