ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

En la historia de Cuba hay hechos cuya semejanza con lo que ocurre un siglo después, no responde a la casualidad.

Tal es el caso de la manipulación, por parte de los medios del magnate de la prensa estadounidense, Wiliam Randolph Hearst, de la historia de Evangelina Cossío y Cisneros, condenada a 20 años de cárcel por participar en una rebelión de cubanos confinados en la Isla de Pinos, y protagonista de una serie de publicaciones que serviría para conmover a la opinión pública norteamericana de que era importante intervenir en Cuba en 1898. 

Pareciera que estamos viviendo en esos tiempos, cuando el propio Hearst enviara por telegrama, a La Habana, a su ilustrador Frederic Remington, la ya histórica frase: «Usted ponga las imágenes, que yo pondré la guerra», ante la ausencia de enfrentamientos que reportaban los que estaban en la Isla, a la espera del estallido contra España.

¿Cómo sorprenderse entonces ante la fabricación de un incidente en pleno siglo XXI, en tiempos de redes sociales y teorías probadas para implosionar sistemas? ¿Cómo pecar de ingenuos al mirar las protestas que desencadenaron los disturbios del 11 de julio de 2021, calco y copia de la puesta en práctica del manual del politólogo estadounidense Gene Sharp, para provocar revoluciones no violentas (lo de no violentas solo en el nombre)?

A la vuelta de tres años, podemos decir categóricamente que fue un burdo intento de construcción del tan ansiado estallido social.

Partió de condiciones objetivas que se llevaron a la virtualidad catalizadora, para que luego se desataran en la realidad hechos como los vividos aquellos días en que hubo mucho odio.

El esquema es poco original, y ahí están para ayudarnos a hacer memoria colectiva los ejemplos de lo vivido en Egipto, Libia, Siria, Nicaragua, Bolivia y Venezuela, a cuya experiencia puede sumársele que la mayoría de los cubanos llegamos tarde al uso y comprensión del internet, donde el fenómeno de la manipulación se vuelve más complejo ante los alcances que puede tener la mentira viralizada, en comparación con los bajos niveles de visibilidad de cualquier verdad.

Internet es y seguirá siendo un terreno de operaciones militares. No lo digo yo, lo declaró el propio Gobierno estadounidense cuando creó el Comando Especial de Ciberguerras, y no olvidemos que hay una Fuerza de tarea o Task Force para incidir en Cuba desde las plataformas digitales.

Del 11 de julio de 2021 sacamos enseñanzas: hay que estar mejor preparados para contar nuestra verdad siempre a punta de datos, testimonios, imágenes y fuentes confiables, cerrándoles el paso a las narrativas tergiversadoras, y no se le debe dar la espalda a las redes.

Es la nueva fase de una vieja estrategia. La contrarrevolución no dio la talla, ellos mismos lo reconocieron en un cable de la entonces Sección de Intereses publicado por Wikileaks, plataforma mediática fundada por el paradigmático Julian Assange, liberado ahora, pero ya conocido por el mundo entero tras develar millones de documentos secretos que prueban que Estados Unidos nunca ha jugado limpio en ninguna parte del mundo.

La inseguridad y la incertidumbre que algunos sintieron en julio de 2021 y que evidentemente ansían repetir desde la otra orilla, son solo un avance de lo que pudiera pasar si logran el estallido social que tanto anhelan, arrebatándonos la tranquilidad ciudadana, como pasa en muchas ciudades de América Latina donde salir de casa después de las seis de la tarde significa exponerte a un balazo.

Esa es la triste realidad que no cuentan las vitrinas del capitalismo. A la Cuba pobre y tercermundista le tocaría sostener las comodidades de los que viven en las grandes ciudades estadounidenses, medidas en yates y restaurantes.

A la Cuba nuestra no le queda otro camino que el que eligió hace 60 años, para repartir lo poco y lo mucho entre todos. No nos dejemos engañar ni desunir; que los odiadores sean otros.

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