Cuando el reportero llegó, la noticia ya estaba allí… en las redes.
La sincronía entre suceso y difusión es uno de los efectos más desafiantes del escenario comunicacional emergido tras la multiplicación de los teléfonos celulares, la conexión a internet y las plataformas de socialización, conocidas como redes sociales digitales. Cualquier hecho extraordinario hoy está rodeado por decenas de cámaras que, en «tiempo real» –concepto cada vez más difícil de explicar–, comparten en la red lo que está ocurriendo.
En una sociedad hiperconectada y con millones de artilugios digitales dispersos por todos lados, podemos sentir que vivimos en un «panóptico foucaultiano» del que nada escapa. Ante este escenario alucinante de sincronía entre suceso y noticia, ¿qué queda de la inmediatez para los medios de comunicación social? Ante esa pregunta y con no poca ironía escuché a un colega sugerir que el «palo periodístico» había sido devorado por unas termitas rectangulares y con baterías.
Difunde primero el que desenfunda más rápido el celular, como en el duelo del Lejano Oeste.
Sin embargo, por más dudas que existan sobre el tiempo mínimamente necesario para decir, la inmediatez sigue siendo una propiedad de los contenidos que constituyen la esencia de la comunicación de medios. Así se describe en la Ley de Comunicación Social, y así lo confirman las demandas de la realidad. La prontitud en el ejercicio del periodismo no desaparecerá, aunque el escenario y los ritmos sean cada vez más hiperconectados y veloces.
La inmediatez en la comunicación es una condición que no solo se mide en minutos, sino que en ella intervienen la capacidad de los medios de comunicación social para explicar, argumentar, demostrar causas, condiciones; dar voz a los protagonistas, a los responsables y transformar con el valor de la información, en un plazo pertinentemente breve, la locura en lucidez.
Esas cualidades de los contenidos que no se consiguen desenfundado primero, como en el duelo del bar, sino con la profesionalidad, el trabajo en equipo, la legitimidad que da acceso a fuentes, y la aguda mirada del reportero sagaz que sabe tomar distancia del ruido causado por el evento para encontrar las razones y consecuencias del suceso.
Para acercarse con hondura a un evento que despierta las alertas y «calienta las redes», se requiere suficiente tiempo y ejercicio de la profesión periodística. Se necesita diseñar una ruta de pasos y plazos necesarios para coordinar y preparar las entrevistas, acceder a fuentes documentales, cotejar preguntar y respuestas, extender sobre la mesa de trabajo las muchas variables que el asunto tiene, para luego, con toda esa madeja desentrañada, sentarse frente a la cuartilla en blanco y –café por medio– comenzar a redactar.
También se necesita la persistencia de la voluntad política ocupada en dar a las personas las coordenadas de la verdad, esa que hoy, demasiadas veces, es ocultada bajo la maraña del ruido des-informativo y el rumor expandido a la velocidad de la luz en la fibra óptica.
El sentido común nos dice que el tiempo al aire de un espacio audiovisual o la plana de un periódico no es suficiente para exponer, de una sola vez, todo lo que hay detrás de un suceso complejo y con múltiples factores actuando sobre él, pero para ir más lejos y extender el rédito de una argumentación, le sobra oficio a la prensa y a sus profesionales, asunto que, en las redacciones, superan el desborde y la locuacidad de las redes.
La sincronía entre suceso y noticia no ha dejado obsoleto el viejo trabajo reporteril, tan solo es un nuevo desafío al ejercicio maravilloso de narrar la historia en presente; es una perspectiva para comprender la inmediatez que bien vale la pena incorporar en nuestra educación como audiencia, porque la necesitamos más que nunca.
La cultura y el conocimiento de un pueblo no se consiguen con algazaras ni con el sensacionalismo de un video corto en un espacio de bulla frenética, sino con el relato oportuno, argumentado, inteligente en su exposición; ese que es producto del ejercicio responsable de la profesión del periodismo y la voluntad política de aportar a la educación de la sociedad, para que podamos andar cada vez más lejos, y sobre todo, cada vez más lúcidos.



















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José Dos Santos dijo:
1
4 de julio de 2024
15:51:40
Rafael Respondió:
10 de julio de 2024
12:07:16
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