El 4 de junio es la celebración del aniversario del establecimiento de la villa espirituana. Se cumplen 510 años de los hechos ocurridos entre mayo y junio de 1514, en el sitio después nombrado Pueblo Viejo, que incluyeron la selección del terreno para construcciones de una iglesia y las viviendas, repartos de tierras e indios a los que les obligaban a la extracción de oro, a trabajos agrícolas y domésticos.
La determinación espacial de Pueblo Viejo fue posible por los métodos científicos, y el tesón de arqueólogos de la provincia y de otros lugares que tomaron como punto de partida los relatos de historiadores locales que, desde 1791, hacían referencia al sitio.
Para datar los hechos, la Historia de las Indias, escrita por Fray Bartolomé de las Casas, ha permitido que sea la villa espirituana la que tenga fecha más precisa en Cuba sobre su surgimiento. Planteó el sacerdote: «…y porque Diego Velázquez con la gente española que consigo traía, se partió del puerto de Jagua para hacer y asentar una villa de españoles en la provincia donde se pobló la que se llamó de Sancti Spíritus, y no había en toda la isla ni clérigo ni fraile, después de en el pueblo de Baracoa donde tenía uno, sino el dicho Bartolomé de las Casas, llegándose la Pascua de Pentecostés, acordó dejar su casa que tenía en el río de Arimao […] una legua de Xagua, donde hacía sus haciendas, e ir a decirles misa y predicarles aquella Pascua».
Están claras aquellas palabras: el establecimiento de Sancti Spíritus, sigue al de Trinidad. También, los estudios arqueológicos de las piezas encontradas en Pueblo Viejo presentan similitudes con lo hallado en Cayo Ocampo, desde donde partió Velázquez.
Al igual que sus contemporáneas, Sancti Spíritus debió ser un centro de dominio del territorio donde estaba enclavado y, a la vez, servir de base de apoyo a los viajes de conquista. Su condición como villa de tierra adentro, no la excluye de tales actividades. Desde muy temprano envió ganado caballar y vacuno hacia Centroamérica y Jamaica. Además, con Francisco Hernández de Córdoba, en 1517, y con Hernán Cortés en 1518, salieron por Trinidad varios grupos de españoles que residían en Sancti Spíritus.
Las expediciones se llevaron caballos, cerdos y un buen número de indios y de africanos como servidores. También el rico hacendado Vasco Porcallo de Figueroa extrajo recursos de la citada región, así como del resto de sus haciendas de Trinidad, Puerto Príncipe y Remedios y, por último, se sumó a las fuerzas de Hernando de Soto para la conquista de la Florida.
Aproximadamente ocho años estuvo en este sitio la villa, y fue escenario de la decisión lascasiana de dejar de ser encomendero, de pronunciar sermón en contra de los atropellos de los naturales, e iniciar medio siglo de lucha por lograr trato humano y justo para los indios.
Más allá de la imposición del trabajo en los lavaderos de oro, los conquistadores aplicaron métodos tiránicos para el gobierno de la villa: designaron funcionarios que se opusieron a la decisión popular de elegir a sus representantes y los reprimieron de forma sangrienta. Este es el primer hecho de rebelión contra una imposición monárquica en el continente.
Tal vez ese suceso, la poca fertilidad del terreno escogido, la escasez de agua y la improductividad aurífera de los ríos próximos, más una plaga de hormigas carnívoras, hicieron a los pobladores buscar otro lugar para asentarse, y resultó ser la margen izquierda del entonces caudaloso río Yayabo.
Ante la disminución del oro en los lavaderos, el aniquilamiento de la población aborigen y las expediciones hacia el continente, los espirituanos se vieron obligados a criar ganado. Cerca del 60 % del territorio era llano y ocupado por pastos naturales, el método de crianza extensiva requería poca fuerza de trabajo. El comercio de contrabando por las costas demandó cueros y carnes saladas; sería el negocio básico en toda su historia.
A mediados del siglo XVII se añadió otro rubro exportable: las hojas de un buen tabaco producido por los inmigrantes canarios en las márgenes arenosas de los ríos. Hubo cierto crecimiento económico que ocasionó algunas transformaciones urbanas como definiciones del trazado de algunas calles, reedificación de la Parroquial Mayor, casas de embarrado y tejas, y algunas de ladrillos; tres ermitas, un hospicio y hasta un área comercial en la pequeña plaza que se iba delimitando frente a la ermita de la Veracruz.
La reedificación de la Parroquial inicia el auge de construcciones superiores con el mudejarismo como raíz común, que al mediar el siglo xviii han llegado a más de un centenar.
Sin embargo, cuando un profundo boom azucarero sacudió la Isla, Sancti Spíritus no pudo aprovechar la coyuntura favorable, pues tenía cerrados sus embarcaderos desde 1765 a 1831. A la villa le costó mucho superar la limitante, pero lo hizo y mejoró su fisonomía: las casas recibieron influencias estilísticas neoclásicas, las plazas se embellecieron, las calles se empedraron…
No en balde obtuvo el Título de Ciudad en 1867 porque, además, reunía otros requisitos como un puerto habilitado para el comercio exterior, a 38 kilómetros, conectado con la población, alumbrado de gas, mercado, teatro, cementerio, una cárcel nueva, escuelas, dos hospitales, un barrio y un acueducto en fase inicial, periódicos, sociedades de instrucción y de recreo, y el aumento total del número de habitantes.
Después de 30 años de lucha por la independencia en la región, la ciudad se repuso, se matizó de construcciones eclécticas, muchas suntuosas a costa de crueles demoliciones, pero es que hay nuevas clases enriquecidas con usos y costumbres diferentes. Tuvieron otras influencias arquitectónicas, pero que recibieron poca aceptación por los espirituanos del área histórica y, afortunadamente, se van a zonas periféricas.
Consecuencia de la fundación y de la historia que comenzó en 1514, se formó el espirituano: un ser alegre, valiente, solidario y hospitalario.
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