Todos los que la conocieron coinciden en destacar, como uno de sus rasgos más notables, el trato amable, cariñoso, y la sencillez de la Heroína de la Revolución Cubana, Melba Hernández Rodríguez del Rey, quien falleció el 9 de marzo de 2014, tras dedicar su vida a la lucha por el bienestar del pueblo.
Mucho es lo que podría escribirse de esta valiente revolucionaria que estuvo siempre en la vanguardia de su generación. Fue Doctora Honoris Causa del Instituto Superior de Relaciones Internacionales, embajadora, fundadora del Partido Comunista de Cuba, miembro del Comité Central desde su Tercer Congreso y diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular, hasta su deceso.
Melba, como era sencillamente conocida, participó activamente en la lucha contra la tiranía batistiana, siendo de las primeras en integrar las filas del movimiento revolucionario dirigido por Fidel Castro Ruz. Junto a Haydee Santamaría Cuadrado, fueron las dos únicas mujeres en el ataque al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953 como parte del grupo que participó en la toma del hospital provincial Saturnino Lora, donde fue detenida, y luego condenada a prisión en el Reclusorio Nacional para Mujeres, de Guanajay.
Con Haydee, salió de la cárcel el 20 de febrero de 1954, gracias al movimiento popular en reclamo de su liberación. Lo primero que hicieron fue llevar una ofrenda floral a la tumba del líder ortodoxo Eduardo Chibás.
Tuvo un papel decisivo en la recopilación y organización de las notas que Fidel lograba sacar de la prisión, escritas con zumo de limón, en las que reconstruía su alegato en el juicio del Moncada, y que luego sería conocido como La historia me absolverá, así como en su posterior impresión y distribución clandestina.
En mayo de 1955, participó en la reunión celebrada en el barco El pinero, que trasladó a los amnistiados por el asalto al Moncada, desde Isla de Pinos, y en la que, bajo la dirección de Fidel, se decidió el nombre de Movimiento 26 de Julio. Melba integró la primera Dirección Nacional del Movimiento.
Con una pequeña parte del dinero recaudado, y cumpliendo orientaciones de Fidel, viajó a México para hacer contacto con un grupo de asaltantes del Moncada que allí se encontraban exiliados, y en precaria situación económica. Participó en los preparativos de la expedición del Granma y despidió, el 25 de noviembre de 1956, a los 82 combatientes en el puerto de Tuxpan.

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