Cuando a Teresa Morales, madre santaclareña de tres niños, le dijeron que debía construir su casa empleando como alternativas ladrillos de barro, bloques elaborados a base de cal, y morteros finos y gruesos fabricados con distintas materias primas de la localidad, como decimos en buen cubano, se tiró en el piso, porque pensó que aquella solución, lejos de resolverle el problema, se lo agravaría.
«Yo quiero mi casa de cemento p-350 y bloques de hormigón, que es lo que está probado», rogaba una y otra vez a las autoridades del municipio, quienes trataban de convencer, de la manera más creíble posible, las razones por las cuales ahora debía resolver el problema de su vivienda, de otra forma.
Entre los argumentos esgrimidos estaban la paralización de las fábricas de cemento del país, la carencia del acero necesario y la falta de combustible para echar a andar las plantas productoras de materiales de la construcción, todo lo que influía en el incumplimiento del programa de la vivienda en el país.
Aunque no resultó fácil convencer a Teresa de la situación y las alternativas que se le brindaban, al cabo de los días, la familia optó por aceptar la propuesta, convencida de que ahora esta era la solución más rápida y viable para tener un techo donde vivir.
La situación de ella no es diferente a la que presentan miles de cubanos que perdieron su casa al paso de ciclones y otros fenómenos meteorológicos, o tienen una situación de vulnerabilidad y, desde hace muchos años, esperan la resolución del problema de su vivienda.
ALTERNATIVA O SOLUCIÓN
Un mejor empleo de la ciencia y de la innovación aplicada a la producción local de materiales de la construcción puede beneficiar al programa de la vivienda, e incluso a asuntos priorizados como la atención a las comunidades en situación de vulnerabilidad.
Ante la severa crisis que vive el país –por múltiples razones ampliamente divulgadas–, detenerse o rendirse ante las adversidades no puede ser el camino. Como ha ocurrido en otros momentos de nuestra historia, ahora lo que corresponde es crecerse ante las realidades y encontrar alternativas, para lo cual, la ciencia constituye un excelente aliado.
Así, por ejemplo, ante el déficit de cemento, urge potenciar la producción de ladrillos de barro, un material indispensable en las construcciones de antaño, programa que, por ironía o desidia, resultó abandonado y ahora pretende recuperarse, como sucede en Villa Clara.
«La Empresa de Producción Local de Materiales de la Construcción (Plomac) –con unidades empresariales de base en los 13 municipios– asume el reto de incrementar, de manera sustantiva, las producciones de ladrillos de barro, tanto en Manicaragua como en Sagua la Chica, dos lugares de tradición alfarera», explicó Jesús Martínez, director de la referida entidad.
En este territorio también se fomenta la fabricación de aditivos, como diferentes tipos de morteros elaborados a base de cal y otros tipos de arcillas, un empeño muy loable que ha demostrado sus potencialidades, según declaraciones del director nacional de Producción Local y Venta de Materiales de la Construcción, Manuel Tomás Vázquez Enríquez.
«Aunque a algunos les parezca un anacronismo, vale recordar que la cal ha sido utilizada en la construcción durante siglos, y prueba de su durabilidad son las famosas edificaciones de los romanos, que han rebasado, casi intactas, el paso de los siglos», señaló el directivo.
Al respecto, el ingeniero Carlos Manuel Fariñas, al frente de la mipyme IngenioMat, explicó que el mortero compuesto por cal hidratada, áridos y aditivos naturales, ya se ha empleado con buenos resultados en las remodelaciones del centro histórico de La Habana, en Trinidad y en la propia provincia de Villa Clara.
Como prueba de la validez de este material constructivo, ejemplificó los trabajos realizados en el Castillo de Atarés, el Centro Cinematográfico Tomás Gutiérrez Alea, y el Centro de Estudios Cintio Vitier, todos en La Habana; y en las tiendas El Taladro, La Francia y La Campana, en Santa Clara.
Respecto al uso que se les puede dar a esos tipos de morteros, argumentó que el más grueso sirve para la colocación de elementos de pared (bloques, ladrillos, piedras o cantos), incluso en muros de carga y también para el repello; mientras el fino puede ser utilizado en el acabado en las paredes. En cuanto al mortero cola, señaló que puede emplearse en la colocación de baldosas o para asentar cualquier tipo de enchape.
Similar experiencia en el empleo del mortero a base de cal lleva adelante la mipyme Construcciones DS, que dirije Jesús Fanjul, quien ve en este material una solución rápida y viable a la carencia de cemento.
«Producimos entre 200 y 300 toneladas mensuales de estos tipos de mortero», refirió Fariñas, quien también incursiona en la producción de bloques confeccionados a base de cal, que son sometidos a pruebas de resistencia con muy buenos resultados hasta el momento, además de incursionar en la fabricación de pavimento a base de arcilla, con aglomerantes estabilizados.
Respecto a los bloques confeccionados a base de cal y sin el empleo de cemento, el Director de Ingeniomat explicó que ese elemento –en el que trabajan desde hace dos años– puede utilizarse para la ejecución de las paredes divisorias de las viviendas, dejando los bloques de hormigón solo para las estructuras que requieran de mayor resistencia.
En la actualidad, los especialistas de esa mipyme obtienen un bloque con todas sus características estructurales mediante producción industrial, solo que el fraguado de la cal es más lento que el del cemento, por cuya razón requiere un mayor tiempo de secado que el tradicional fabricado a base de hormigón, ante cuya disyuntiva exploran la posibilidad de añadir a la fórmula algún acelerador del proceso.
LA UNIVERSIDAD, UN ENTE IMPRESCINDIBLE EN LA PRODUCCIÓN DE MATERIALES
Para el doctor en Ciencias y director del Centro de Investigación y Desarrollo de Estructuras y Materiales (Cidem), José Fernando Martirena Hernández, en materia de producción local de materiales existen alternativas para salir adelante, y solo basta un cambio de mentalidad, así como aplicar las múltiples prácticas de otros momentos ya validadas por la ciencia.
«Para romper la inercia actual se impone aplicar la inteligencia colectiva, la experiencia acumulada y la ciencia constituida», señaló el doctor Martirena, y detalló que ahora, como fortalezas, tenemos la diversificación de los actores económicos y un sector no estatal que, en temas como la construcción, está a la vanguardia de los procesos de innovación; además de contar con un mayor control de la calidad.
Esta no es la primera vez que estamos en una situación difícil, recordó Martirena, y rememoró, además, cómo en el año 1995 lograron construirse 116 000 viviendas –la cifra más alta del país– a partir de las fórmulas ideadas por Fidel, al convocar a la ciencia y a la inteligencia colectiva.
«En Cuba hay una experiencia acumulada en materia de producción local de materiales que hay que aprovechar. Hoy tenemos más de 200 talleres y materias primas en casi todos los municipios», reconoció el avezado científico.
Añadió que, solo en la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas, se han desarrollado 24 tesis de doctorado vinculadas a ese tema.
En ese sentido, enumeró varias experiencias del pasado que vale la pena retomar, como la de Manicaragua, municipio que llegó a producir a domicilio casi un millón de ladrillos por año, y los hacían quemando el barro con leña.
Respecto al tema de los famosos morteros, criticados por algunos y bendecidos por otros, el Director del Cidem aseguró que en estos momentos en el mundo lo que impera es el material premezclado, es decir, la unión del cemento con otros productos, una práctica que ahorra recursos y genera mayor eficiencia en los procesos constructivos.
Con tal propósito, la UCLV, en alianza con otras entidades, tiene previsto montar una planta productora de morteros, que puede generar unas diez toneladas al día, además de facilitar las pruebas de calidad que necesitan los nuevos materiales de construcción, para lo cual se ha adquirido un moderno laboratorio capaz de certificar esos procesos con la agilidad requerida.
Otra reflexión de Martirena Hernández tiene que ver con el uso que se le da en la actualidad al cieno de acetileno o lodo de cal, que es una de las salidas del proceso productivo para la obtención del gas acetileno, cuya utilidad puede ser comparada con la de la cal comercial o cal hidratada.
«Este es un producto que, a pesar de su valor, casi no se aprovecha en nuestro país, el cual puede aportar hasta un 80 % del hidróxido de calcio que se necesita para producir los morteros», mencionó el especialista.
En Cuba, dijo, hay plantas productoras de acetileno en Caimito, Santa Clara, Jovellanos, Sancti Spíritus, Las Tunas y Holguín.
«Para tener una idea de lo que puede significar el aprovechamiento de ese recurso, solo la planta de Villa Clara puede entregar 10 000 toneladas de hidróxido de calcio al año, para lo que solo bastan algunas inversiones para lograr secarlo y molerlo, entre otras acciones.
En materia de producción local de materiales, el dominó no está trancado. Existen varias opciones, muchas ya probadas y otras nuevas; sin embargo, lo más importante es que nada de esto transite por los caminos de la espontaneidad.
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