¿Sabe usted que dentro de la actividad constructiva hay registradas en Cuba más de 2 000 micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes)?
Tal vez desconozca que, a continuación del giro del comercio y la gastronomía, la construcción es el sector con más estructuras de ese tipo en el país; que en ellas laboran más de 90 000 hombres y mujeres o que, de esa cifra, apenas el 14 % de trabajadores están afiliados sindicalmente.
Datos así afloran en el transcurso de un recorrido que encabeza la máxima dirección del Sindicato Nacional correspondiente, como concreción de un acuerdo aprobado durante la Conferencia Nacional, con el propósito de tocar realmente con la mano la situación en cada lugar y, sobre todo, escuchar a quienes bañan en sudor el cemento.
A tres semanas del despegue de un contacto que ya ha cubierto a cinco provincias –y que no se detendrá hasta llegar a todos los municipios del archipiélago– entre las realidades detectadas está que un alto número de mipymes «no existen» o «se han mudado de lugar», razón por la que, además, no le tributan al municipio en el que fueron creadas.
No obstante, según explicó Misael Rodríguez Llanes, secretario general de ese Sindicato en la nación, este intercambio directo avanza favorablemente, con impacto positivo entre directivos y trabajadores.
Llama la atención que, con anterioridad, las estructuras de la ctc en el ramo apenas habían llegado a un 20 % de los colectivos visitados hasta ahora, y eso, por supuesto, no es bueno.
De hecho, en la mayoría de esas mipymes no existe el convenio colectivo de trabajo, adolecen de formas efectivas para proteger al trabajador, falta capacitación –tanto de la fuerza laboral como de los directivos–, aun cuando el sector de la construcción dispone de escuelas y de otras condiciones para propiciar esa preparación, para abrir caminos hacia el asesoramiento técnico requerido o para viabilizar el diálogo con organismos globales de la economía, direcciones de Trabajo y otros factores.
De tal modo, el recorrido no queda entre las limitadas cotas de un intento por incrementar cuantitativamente la afiliación al sindicato (algo que, por supuesto, hace falta), sino que está yendo más allá, como alternativa para escuchar, razonar, ofrecer información, sugerir y propiciar una mayor participación por parte de una masa de trabajadores cuya edad promedio ronda entre los 30 y 45 años.
Mordidos por su propio escepticismo, tal vez algunos consideren que este contacto es uno más, como tantos, parecidos, realizados durante décadas. Ojalá no. En lo personal no lo creo, sobre todo luego de presenciar parte de lo acontecido en la central provincia de Sancti Spíritus.
Y es que hay un elemento que no se puede perder de vista: no estamos hablando de un puñado de hombres y mujeres «sobre las armas» de la producción y los servicios.
La cifra es respetable, y tenerlos organizados es muy bueno para quienes dirigen esas micro, pequeñas y medianas empresas. También lo es para el movimiento obrero, en términos formales de funcionamiento, pero sobre todo para que no estén solos ni desamparados todos esos cubanos que un día migraron del sector estatal o se incorporaron a las nuevas formas de gestión, ya sea porque quedaron excedentes en sus centros de trabajo, por cercanía, porque estas les resultaron más atractivas o para aumentar ingresos económicos y satisfacer un poco mejor las necesidades.



















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