Han pasado 62 años, pero todos los jóvenes que vivieron intensamente el 1961 entonando la primera estrofa de su himno de combate: «lápiz, cartilla, manual, alfabetizar», nunca podrán olvidar su participación en la que el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz calificó de una gran batalla.
En la culminación de la Campaña de Alfabetización, ante una Plaza de la Revolución repleta de emocionados brigadistas Conrado Benítez, muchos de los cuales visitaban por primera vez la capital cubana, Fidel proclamó: «Ningún momento más solemne y emocionante, ningún instante de legítimo orgullo y de gloria, como este en que cuatro siglos y medio de ignorancia han sido derrumbados. Hemos ganado una gran batalla, y hay que llamarlo así -batalla-, porque la victoria contra el analfabetismo en nuestro país se ha logrado mediante una gran batalla, con todas las reglas de una gran batalla».
Y, como siempre, esa afirmación de Fidel era una rotunda verdad, pues el tercer año de la Revolución triunfante fue decisivo para su supervivencia y futuro. En 1961 se proclamó su carácter socialista, la victoria contra la invasión de Playa Girón propinó al imperialismo su primera gran derrota en América y Cuba se declaró Territorio Libre de Analfabetismo, pese a todas las agresiones recibidas.
Con esa gran batalla la Revolución cumplió uno de los objetivos planteados por Fidel en su defensa en el juicio por el asalto al Cuartel Moncada. En el año 1958, cuatro cifras reflejaban el terrible estado en que se encontraba la educación: un millón de analfabetos absolutos, más de un millón de semianalfabetos, 600 000 niños sin escuelas y 10 000 maestros sin trabajo.
En menos de un año, en 1961 fueron alfabetizados 707 212 cubanos, por lo que el índice de analfabetismo en Cuba quedó reducido al 3,9 % de su población total, incluyendo a 25 000 haitianos residentes en las zonas agrícolas de Oriente y Camagüey, quienes no dominaban el idioma español, a los impedidos físicos y mentales, y las personas que, por su avanzada edad o deficiente salud, fueron declarados inalfabetizables. Esa proeza colocó a nuestro país entre los de más bajo índice de analfabetismo en el mundo.
La campaña masiva de alfabetización había sido anunciada, el 29 de agosto de 1960, en la graduación del primer contingente de Maestros Voluntarios, cuando Fidel afirmaba: «El año que viene, vamos a librar la batalla contra el analfabetismo. El año que viene tenemos que establecernos una meta: liquidar el analfabetismo en nuestro país».
Ese anuncio se produjo en un momento muy convulso en que el gobierno de Estados Unidos rompió relaciones diplomáticas con la Isla, y surgen en Miami grupos que intentan derrocar la Revolución haciendo numerosas acciones, como el asesinato del joven maestro voluntario Conrado Benítez, el 5 de enero de 1961.
«¡Después de muerto ese maestro seguirá siendo maestro! (...) Ese maestro es el mártir cuya sangre servirá para que nosotros nos propongamos, doblemente, ganar la batalla que hemos emprendido contra el analfabetismo (...) El mártir del Año de la Educación, el mártir de los maestros», dijo Fidel al convocar a organizar un ejército con más de 100 000 jóvenes alfabetizadores que, por lo menos tuvieran de sexto grado en adelante y 13 años de edad.
Así fue. Unos 100 000 brigadistas Conrado Benítez se movilizaron en el país en los siguientes meses, junto a 120 632 alfabetizadores populares, 13 016 integrantes de la Brigada Patria o Muerte, y 34 772 maestros para un total de 268 420 miembros de la fuerza alfabetizadora, más los miembros de las Comisiones de Alfabetización y dirigentes de organizaciones para llegar a unos 300 000 efectivos.
La naciente Asociación de Jóvenes Rebeldes tuvo la tarea de movilizar a los jóvenes estudiantes y acompañarlos en la creación de campamentos en llanos y montañas o albergarlos en casas de campesinos, y junto a los Consejos de Alfabetización velar por su seguridad, atención, orden y una eficiente tarea educativa.
La invasión de mercenarios por Playa Girón y Playa Larga en abril de 1961, armados y entrenados por Estados Unidos, no detuvieron la movilización y cuando nuestro pueblo armado logró derrotarla miles de jóvenes más vistieron el honroso uniforme de brigadistas.
Privaciones, incomodidades para jóvenes que nunca habían dormido en hamacas, alumbrarse con faroles, cocinar con leña, andar por trillos de campos y montañas o pasar ríos para llevar la enseñanza a quienes nunca habían conocido un maestro, tuvieron su fruto al izar en todos los lugares la bandera de Territorio Libre de Analfabetismo.
El viaje a La Habana en trenes cañeros fue una aventura más para quienes ya se sentían combatientes avezados, vencedores. Los trenes iban recogiendo contingentes de jóvenes a lo largo de su ruta a la capital y las canciones nunca cesaron en el largo viaje en el cual las mochilas fueron la mejor compañía para la emoción del triunfo.
Desde el 13 de diciembre de 1961 La Habana se engalanó para recibir a los brigadistas, y rendir tributo a los mártires asesinados por bandas contrarrevolucionarias: Conrado Benítez García, Pedro Miguel Morejón Quintana, Modesto Serrano Rodríguez, Tomás Hormiga García, Delfín Sen Cedré, José Taurino Galindo Perdigón y Vicente Santana Ortega, se unieron a los del joven de solo 16 años, Manuel Ascunce Domenech junto a su alumno Pedro Lantigua Ortega, asesinados el 26 de noviembre, casi al finalizar la Campaña.
Miles de habaneros albergaron en sus casas a los brigadistas que llegaban de todo el país. Todos esperan ansiosos la proclamación de la victoria, y el 20 de diciembre se declaró terminada oficialmente la Campaña de Alfabetización. Ocho meses después de la victoria de Girón, el 22 de diciembre, el entonces ministro de Educación, Armando Hart Dávalos, proclamó a Cuba Territorio Libre de Analfabetismo en compañía del máximo líder de la Revolución.
«¡Fidel dinos qué otra cosa tenemos que hacer!», gritó un gigantesco coro de 100 000 voces y la respuesta fue estudiar para convertir a Cuba en un país de hombres de ciencia. Muchos de esos jóvenes y de los recién alfabetizados se hicieron maestros, médicos, ingenieros, economistas, periodistas, científicos o técnicos, y lograron que su querida Patria fuera hoy uno de los pocos países del mundo capaz de producir vacunas contra la COVID-19 y muchas otras enfermedades.
Los jóvenes de entonces cumplieron su compromiso con Fidel, y su ejemplo fue seguido por las generaciones que les sucedieron.
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