Han pasado 61 años desde la Crisis de Octubre en Cuba, pero los recuerdos vividos, a los 16 años, cuando me tocó la tarea de organizar la resistencia de los estudiantes secundarios matanceros ante la probable invasión de Estados Unidos por esa provincia, no son fáciles de olvidar.
Hacía tres años que había triunfado la Revolución, y el imperialismo norteamericano trataba de derrocar al Gobierno Revolucionario por diversas vías.
Lo intentó en abril de 1961 con una vil agresión, auspiciada y organizada por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos. Como todas sus pretensiones, aquella culminó con la primera gran derrota del gendarme en América.
Los cubanos con suficiente edad para ello recordarán la emoción que produjo el llamado del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, quien convocó, a las 5:35 de la tarde, del 22 de octubre de 1962, a la movilización de todo el pueblo para defender la Patria. Puso al país en pie de guerra y decretó alerta de combate para toda la nación.

Ese 22 de octubre, al implementarse el bloqueo naval yanqui contra Cuba, y crearse todas las condiciones para bombardear e invadir la Isla, desencadenó así la llamada Crisis de Octubre.
El entonces presidente estadounidense, John F. Kennedy, demandó la retirada de las armas estratégicas soviéticas basificadas en Cuba, y declaró el bloqueo naval, ante lo cual, las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) respondieron con la alarma de combate para todas sus unidades.
Hacía solo unos meses, en agosto, en el Primer Congreso de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) me había elegido como uno de los miembros de su Dirección Nacional, luego de dos años de fogueo como dirigente estudiantil de la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR), en Camagüey, y en la histórica Campaña de Alfabetización.
Desde el Congreso constitutivo de la UES, todos los miembros del interior de la Isla que fuimos electos, vivíamos en un pequeño hotel, cerca del Comité Nacional de la también naciente Unión de Jóvenes Comunistas, cuyo nombre asumió en el primer Congreso de la AJR, en abril de ese mismo año.
Inmediatamente después de la comparecencia de Fidel por televisión, el presidente de la UES, Arturo Pollo, nos reunió de urgencia para ejecutar las instrucciones que había recibido e informarnos que cada uno, junto a un miembro del Buró Nacional de la UJC, viajaríamos de inmediato a una provincia, para organizar la resistencia estudiantil ante una probable invasión de Estados Unidos; e incluso, ante una ocupación militar de la Isla.
Junto al experimentado responsable nacional estudiantil de la UJC, Miguel Rodríguez, me correspondió la provincia de Matanzas, advertido de que esta era uno de los probables puntos de invasión, si llegara a producirse.
En la carretera nos fuimos encontrando retenes, camiones llenos de milicianos desplazándose a los puntos asignados, hombres abriendo profundas zanjas en la carretera, para obstaculizar el paso de tanques; y zapadores minando los puentes, a fin de que, en caso de ocupación de cualquier punto del interior del territorio nacional, el invasor no pudiera usar las carreteras para avanzar hacia La Habana.
NADIE SE AMILANÓ, MUCHO MENOS LOS ESTUDIANTES
Llegamos a Matanzas y fuimos directamente al lugar, donde el comandante Jorge Serguera, entonces la máxima autoridad política de la provincia, dirigía una reunión con todas las fuerzas, con el objetivo de distribuir tareas ante la eventual invasión.
Serguera nos dio la bienvenida, y nos orientó trabajar, de inmediato, en la fabricación de cocteles molotov en los centros estudiantiles, que tenían instalaciones seguras. Dispuso comenzar por el Instituto de Segunda Enseñanza, acumulando allí toda la producción de aquellos artefactos explosivos para una eventual defensa, casa por casa, de la ciudad. Nos regaló el libro El Comité Regional clandestino actúa, para que estudiáramos las experiencias soviéticas durante la ocupación fascista de su territorio.
Los estudiantes matanceros respondieron de inmediato, ya como milicianos, pues muchos nos inscribimos antes de cumplir los 14 años, y comenzamos en la ciudad a acopiar botellas, gasolina, mechas y a elaborar cocteles con la orientación técnica de oficiales de las FAR. Organizamos las guardias estudiantiles en los planteles docentes, con las cuales impedíamos cualquier acción de la contrarrevolución.
Establecimos turnos de descanso para trabajar 24 horas, y muchas madres nos traían comida al Instituto, para no perder tiempo.
El almacén de cocteles molotov iba creciendo, y los instructores militares enseñaban, al mismo tiempo, a los estudiantes el uso de ellos.
Encaminado este primer paso, en compañía del entonces presidente de la UES en la provincia, Carlos Quintana, en un viejo jeep de su familia nos desplazamos por los campamentos en los distintos municipios, donde teníamos movilizados, en la recogida de viandas, a unos 3 000 estudiantes secundarios.
Una gran cantidad de esos estudiantes eran mujeres, quienes expresaron de inmediato su disposición combativa. La instrucción que teníamos era que se incorporaran a las labores de resistencia en sus territorios.
Los más de 30 000 estudiantes que teníamos movilizados en las montañas de Oriente para la recogida de café se quedaron en sus campamentos y, en coordinación con las autoridades políticas y militares de cada zona, se incorporaron a los preparativos en pos de resistir cualquier forma de agresión.
En esos momentos nadie se acobardó, aun cuando sabían que esta fue la primera vez que la humanidad se vio realmente al borde de una guerra nuclear.
La Crisis de Octubre demostró la valentía y el heroísmo de nuestro pueblo en la defensa de su independencia frente a una invasión yanqui, a riesgo de su propia vida.
Del 22 al 28 de octubre de 1962, el pueblo cubano vivió en las trincheras, en pie de guerra, como titularon los periódicos, con plena confianza en su Comandante en Jefe y en la dirección de la Revolución.



















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luis Suárez salazar dijo:
1
1 de mayo de 2024
13:06:55
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