
«El hecho de que un conjunto tan heterogéneo, integrado por países a quienes el espacio físico y cultural parecía separar con distancia a veces infranqueable, fuera capaz de unirse por encima de su diversidad política, territorial o religiosa y sustentar con firmeza un mismo programa, nos expresa hasta qué punto son comunes la historia y los padecimientos de los países a quienes un largo coloniaje y un intenso neocoloniaje condenó durante décadas al retraso; como son idénticos sus problemas y, por consiguiente, similares también sus objetivos y esperanzas».
Con esta afirmación –pronunciada por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, líder histórico de la Revolución Cubana, durante su discurso en la sesión inaugural de la Reunión Ministerial del Grupo de los 77, celebrada en el Palacio de Convenciones el 17 de diciembre de 1979– quedaba claro que la postura de Cuba, desde un primer momento, había estado encaminada a la búsqueda del multilateralismo, de la cooperación en los puntos comunes de desarrollo y la defensa de los intereses de los pueblos, más allá de las diferencias existentes producto de la composición heterogénea del mecanismo.
Habían transcurrido entonces apenas ocho años desde que Cuba integrara, en 1971, el G77 (posteriormente se incorporaría China como miembro) y, sin embargo, ya Fidel, en nombre de la Mayor de las Antillas, recalcaba que «la primera premisa para el triunfo de nuestras aspiraciones es la unidad interna del Grupo y la coordinación mutua de nuestros esfuerzos».
Años más tarde, en abril de 1987, en medio de un contexto global extremadamente adverso para los países subdesarrollados, el Comandante en Jefe alertaba que el Tercer Mundo no puede esperar solo por impulsos externos procedentes de los países capitalistas desarrollados para salir de la grave crisis económica y social en que se halla sumido.
«Hoy se necesita, como nunca antes, de la cooperación internacional. Pero es en nuestra determinación y nuestras acciones enérgicas y unidas donde están la clave y la esperanza para transformar la agobiante situación actual», ratificó, una vez más, el Líder cubano, durante el discurso pronunciado en la sesión inaugural de la vi Reunión Ministerial del G77, efectuada en Cuba.
En esta reunión, Fidel expuso la idea materializada por Cuba de que, en la colaboración Sur-Sur, hay también un fuerte potencial de posibilidades en la lucha contra el subdesarrollo.
En tal sentido, defendió que entre nuestros países podemos intercambiarnos tecnologías y cooperar ampliamente en la agricultura, con nuevas semillas, razas de animales, técnicas agrícolas, así como en los procesos industriales y en campos tan vitales como la salud y la educación, e impulsar el comercio en condiciones favorables, e incluso movilizar y aunar recursos económicos.
Al aseverar que la paz y el derecho a una vida confortable y digna deben ser para todos, señaló el Comandante en su discurso que eso no nos sería concedido de modo espontáneo, sino que, como todas las grandes conquistas del género humano, requería de nuestra unidad, esfuerzo y tesón.
«Constituimos la inmensa mayoría de la humanidad, y nuestra causa justa puede ganar el apoyo de grandes sectores de toda la opinión mundial, incluso de los pueblos de las potencias económicas que hoy nos saquean», sentenció.
Pasados 12 años, en 1999, la postura de la Isla en la defensa de las esencias y principios del Grupo de los 77 y China seguía inalterable. En la Reunión Ministerial efectuada ese año, previa a la Cumbre Sur, que se celebrara entre el 10 y el 14 de abril de 2000, el Comandante enfatizó que el bloque necesitaba de una reflexión colectiva sobre cómo enfrentar las nuevas realidades mundiales para tener acceso al desarrollo, erradicar la pobreza, defender las culturas y ocupar el lugar que le corresponde en la toma de decisiones globales.
Reiteró que, por encima de la diversidad, y como factor de unidad y cohesión, compartían la condición de grupo de países al que muy poco y en muchas ocasiones prácticamente nada alcanzan los beneficios del actual orden mundial con sus brillantes tecnologías, expansión de mercados y burbujas financieras.
Fidel llamó, una vez más, al diálogo, el cual tenía que ser, ante todo, entre partes con igualdad de derechos, y no un monólogo en el que al Tercer Mundo le corresponda el papel de escuchar el discurso sobre lo que debe hacer para merecer certificados de buena conducta. En tal sentido, recalcó que «para nuestros países es de importancia primordial elaborar su agenda, definir nuestras prioridades y concertar nuestras posiciones para la negociación».
En junio de 2005 –cuando los planes de Estados Unidos contra Cuba subían de tono, para dar refugio al terrorista confeso y autor de la voladura en pleno vuelo de un avión de Cubana de Aviación en Barbados– Fidel, que no pudo asistir a la II Cumbre Sur del G77 y China, envió una misiva a la cita, en la cual ratificó, una vez más, la proclama unitaria de la nación.
Frente a los enormes desafíos que plantean la pobreza y la injusticia en el mundo actual, expresó el Comandante: «Unámonos entonces los excluidos de siempre, para fundar un orden mundial justo, equitativo y sostenible. Preservemos y pongamos al servicio de los pueblos a las Naciones Unidas. Defendamos la paz. Luchemos por nuestros derechos, conscientes de que nada nos será donado de gratis».
Al asumir Cuba, por primera vez en la historia, la presidencia pro tempore del G77 y China, en enero del actual año, su postura respecto al Grupo y a los principios que deben guiarlo, en su condición de mecanismo de concertación más amplio a nivel global, continúa invariable.



















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