ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Holguín.–Producir fideos y pastas cortas («coditos») a partir de harina de trigo importada por micro, medianas y pequeñas empresas (mipymes) del sector privado, no implica que, con esos productos, aun cuando se venden de forma liberada y a precios diferenciados con respecto a los similares ofertados en la canasta básica, se pretenda recaudar a toda costa dinero para obtener utilidades.

Lo comenta así Jorge Luis Silva Portelles, director de la unidad empresarial de base (UEB) Provincial Productora y Distribuidora de Alimentos, quien explica que, en el momento de la conversación con Granma, por cada tonelada de la mencionada materia prima pagan entre 300 000 y 360 000 pesos.

«Nos atenemos a las fichas de costo, lo cual nos hace estar pendientes de la subida o bajada de los precios de lo que adquirimos. Es verdad que las producciones no dan grandes utilidades, pero lo importante es no caer en pérdidas. Una cosa esencial es que garantizamos el salario a los trabajadores y, al mismo tiempo, estamos resolviendo el problema de la alimentación del pueblo, porque volvieron a aparecer los fideos y las pastas cortas que dejamos de elaborar porque al Estado se le hizo difícil comprar harina».

Reanudar las labores en la fábrica de pastas alimenticias significó, explica, la reincorporación de 34 miembros del colectivo que fueron reubicados en otros centros laborales o buscaron opciones por cuenta propia.

Bertha María Verdecia Games es una de las operadoras que retornó a su puesto de trabajo, de ahí que elogie la

alternativa para mantener la producción. Admite que ha vuelto a cobrar con seguridad el 100 % de su salario, aunque sueña que se le incremente, para enfrentar el alza creciente de los precios de lo que necesita para sí y la familia.

Sobre esto último, Eustorgio Mir, administrador de la fábrica, aclara que los directivos desean elevar paulatinamente los ingresos de los trabajadores, lo cual puede lograrse, entre otras cosas, con el incremento de las utilidades. Estas, en un mes normal de trabajo, si realizan las producciones planificadas, representan más de medio millón de pesos. Febrero fue bueno económicamente y permitió pagar en marzo cerca de dos salarios y medio.

No se puede soslayar, puntualiza Silva, que una parte de las utilidades se destina a los aportes al presupuesto, y otra se emplea para mejorar la fábrica en lo constructivo y lo tecnológico, lo cual es estratégico, porque influye en la producción, que es la que asegura crecimiento colectivo e individual.

 

Aprovechar lo disponible

Si la fábrica de pastas alimenticias mantiene su operatividad, se debe al interés por mantener en explotación los equipos adquiridos varias decenas de años atrás. Por ejemplo, las prensas que intervienen en la producción de fideos volvieron a la vida útil con la colaboración de especialistas y medios técnicos de la Empresa Mecánica Héroes del 26 de Julio.

Las máquinas de las que depende la configuración de los «coditos», tras emplearse por varios años en un

establecimiento, estuvieron fuera de uso debido a la falta de piezas de repuesto y partes imposibles de adquirir a través de un proveedor europeo. Pero la paralización cesó cuando mecánicos, racionalizadores e innovadores de la UEB asumieron la recuperación del conjunto y sumaron a los técnicos de la Empresa de Automatización Integral (Cedai) de Holguín, y al personal de una brigada de trabajadores por cuenta propia. 

La línea de elaboración de lasaña y canelones estaba en una unidad productiva que no la supo conservar como era debido, luego de paralizada por dificultades técnicas, resueltas tras una reparación capital en la que el talento de los mecánicos de la UEB tuvo más peso que los recursos materiales.

Mucho antes hubo una transformación total en los secadores de fideos, diez recintos de cuatro por cuatro metros, también conocidos como «capitolios», a los que llegaba calor por medio de vapor producido en calderas ya deterioradas por largo uso, lo que les hacía consumir entre 15 000 y 18 000 litros al mes. Para acabar con esa situación, Silva planteó instalar resistencias eléctricas de 2,5 mw en cada uno, lo que trajo aparejado que los 46 motores eléctricos altos consumidores, empleados en ventiladores disipadores de calor o extractores de humedad, fueran sustituidos por 24 unidades de bajo consumo. Asimismo, el proceso de secado se redujo de 72 horas a 18 o 24.

Hay planes para sumarse al uso de las fuentes renovables de energía. La idea es instalar, en la amplia cubierta de la fábrica de pastas, un parque fotovoltaico con 50 paneles solares y el resto del equipamiento. Garantizará electricidad al establecimiento y permitirá vender una parte al Sistema Eléctrico Nacional.

 

¿Usan las harinas no convencionales?

Ante la falta de harina de trigo, a sugerencia del Ministerio de la Industria Alimenticia, en las instalaciones como las que explota la UEB se deben emplear harinas no convencionales de yuca, arroz y boniato, fundamentalmente, explica Silva Portelles.

«En un mes hemos llegado a procesar 1, 9 toneladas de yuca. Inicialmente, pagamos 399 pesos por quintal, pero este hoy cuesta alrededor de 2 500 pesos.

«Cuando realizamos las primeras producciones, desde que compramos ese tipo de vianda, hasta la obtención de la harina, la tonelada nos salía entre 58 000 y 65 000 pesos, y ahora supera los 300 000. Tengamos en cuenta que se consumen cinco toneladas de yuca para obtener una de harina».

Lo evalúa como un proceso complicado, no favorable a la producción de harina de yuca en el país. No cree en la baja de los precios cuando comience la cosecha de la vianda, porque es alta la demanda de población que la consume directamente, y de las entidades productoras de alimentos para personas, así como de los criadores porcinos que buscan asegurar la comida de sus animales.

A pesar de los desfavorables pronósticos, Silva, de acuerdo con su reputación de directivo acostumbrado a vencer barreras, un mes antes del intercambio con este reportero, según confiesa, visitó cuatro cooperativas agrícolas y actualizó contratos –algo así como compras a futuro– para adquirir, a través de cinco productores, 300 quintales, a 1 500 pesos cada uno. Quiere decir que, si al momento de la compra ha subido o bajado el precio, este es el acordado durante los encuentros sostenidos antes.

«Lo pactado asegura elaborar 2,5 toneladas de harina. La emplearemos como extensor en las pastas alimenticias, a razón de 30 %, de manera que el 70 % restante será de harina de trigo».

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