ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La finca agroecológica La Burgambilia, ubicada en la comunidad Aguacate, del municipio Caimito, en la provincia Artemisa, se obtiene hortalizas en cualquier época del año. Foto: Wennys Díaz Ballaga

La agricultura orgánica moderna permite aumentar la productividad y la producción, problemas claves del sector alimentario en Cuba.

En el camino hacia su aplicación y con el enfoque puesto en contribuir al fortalecimiento de las municipalidades y la anhelada soberanía y seguridad alimentaria y nutricional, surgió el Proyecto de Apoyo a una Agricultura Sostenible en Cuba (PAAS), que contribuye a mejorar los ingresos de productores y la alimentación en 22 municipios de 11 provincias del país, mediante el aumento sostenible de la disponibilidad de alimentos sanos.

Así lo explicó a Granma Elieser Perera Concepción, especialista de seguimiento y monitoreo del PAAS, iniciativa que cuenta con el apoyo de los ministerios del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera y de la Agricultura de la Isla, de conjunto con la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (Actaf), la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude) y el Instituto Humanista para la Cooperación con los Países en Desarrollo (Hivos), una organización no gubernamental de Países Bajos.

El proyecto acompaña y entrena a 34 productores a lo largo de la Mayor de las Antillas en la aplicación de este modelo productivo basado, principalmente, en la utilización de insumos y medios disponibles a nivel local, razón por la cual suele ser menos costoso y aumentar la resistencia de los agroecosistemas al cambio climático.

Perera Concepción añadió que el proyecto trabaja siete cadenas de valor de productos agrícolas orgánicos, que contribuyen al autoabastecimiento territorial, y no son del balance nacional, dígase las hortalizas, las frutas, las oleaginosas, el ganado menor, las aves, la yuca y la miel.

Apuntó, además, que en esas cadenas de valor se cierran los ciclos productivos, que van desde la obtención de la semilla, la propagación de la postura, la producción de las plantas en beneficio, la transformación y su comercialización en el mercado para la población.

Lo anterior, puntualizó, permite una mejor utilización de las riquezas y que el beneficio de la comercialización de esas producciones agrícolas sea invertido dentro de la propia finca del agricultor en lo que él estime conveniente.

Ejemplificó que, luego del paso del huracán Ian, algunos productores que ya utilizaban este esquema cerrado tuvieron grandes afectaciones, de las que pudieron recuperarse con rapidez, gracias a este tipo de gestión de los ingresos.

Si el dinero se hubiera encontrado en una fuente externa de comercialización, no habría sido posible la recuperación con celeridad.

El especialista comentó que desde 2013 el proyecto ha beneficiado a 34 agricultores, y los ha capacitado para lograr autonomía en los procesos productivos, adaptación a los efectos del cambio climático y el acceso a mercados de alto valor, a través de sistemas de certificación local y la inclusión de iniciativas privadas.

También se centran en la generación de capacidades, no solo desde lo técnico, sino también a partir de la mirada empresarial.

En el caso de la cadena de valor de la miel, detalló que «el objetivo era certificar la miel orgánica en el occidente de la Isla, y lo logramos con la cooperación de la unidad básica de producción cooperativa (UBPC) Rodas, de Cienfuegos, y en el caso de la producción de aceite de plantas oleaginosas, soya y maní esencialmente, se alcanzó gracias a una planta de procesamiento de un campesino, en Holguín».

PAAS, LA BURGAMBILIA Y ALEXANDER

Para entender cómo funciona en la práctica PAAS, Granma visitó la finca agroecológica La Burgambilia, ubicada en la comunidad de Aguacate, del municipio de Caimito, en la provincia de Artemisa, que es administrada por Alexander Quesada Orta, pequeño productor y veterinario.

Quesada Orta explicó que, a través del proyecto, además de recibir financiamiento, se le ofreció capacitación y orientación sobre el uso de la semilla, la construcción de las casas de cultivo protegido para la obtención de hortalizas en cualquier época del año y la fertilización orgánica.

Esos conocimientos pudo ponerlos en práctica para, en su finca, obtener acelga, col china y lechuga en estos meses de intenso calor.

El campesino agrega que, si esto es posible, se debe a que poseen áreas semiprotegidas cubiertas con tendales, que regulan la intensidad luminosa. Las ocho casas de cultivo de la finca le permiten producir tomate, pimiento y pepino todo el año.

Dijo que mediante PAAS le donaron varios paneles solares, que utiliza para el riego y una pequeña minindustria para producir pulpas, mermeladas, purés y jugos.

La Burgambilia de Alexander también posee alevines de tilapia roja en dos espejos de agua para la cría de peces, iniciativa que contribuye a la diversificación de las producciones para incrementar la oferta de alimentos y crea reservorios de agua, que enriquecen el manto freático y evitan la erosión de los suelos.

Además, resaltó que esta agua es idónea para el riego y como abono, pues los desechos de los peces la hacen rica en nutrientes y posee microorganismos beneficiosos para las plantas.

Alexander Quesada apuntó que, a pesar de todo, cuanto se hace desde su finca y la Cooperativa de Créditos y Servicios Jesús Menéndez, a la cual se adscribe y en la que se desempeña como presidente, persisten insatisfacciones como las trabas burocráticas, los largos procedimientos para la comercialización de los productos y la falta de mano de obra.

Cuestionó también que los productores no puedan comprar las semillas directamente a los Institutos que las producen, con lo cual la Empresa de Semillas termina siendo un intermediario, en cuyo trabajo se notan lastres, pues los productores no tienen semillas.

Tampoco es rentable, para ellos como productores, destinar áreas para semillas, porque implicaría grandes pérdidas, señaló.

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