Bertolt Brecht en una ocasión escribió: «Cuando los que luchan contra la injusticia \ muestran sus caras ensangrentadas, \ la incomodidad de los que están a salvo es grande».
La culpa de los neutrales puede llevar a la infamia. Hay quienes comenzaron luchando y luego se perdieron en la curvita. Puede haber muchas razones para el extravío, también puede haber muchas justificaciones. Casi siempre, las justificaciones toman la forma de razones, pero no por ello dejan de ser justificaciones.
Los matemáticos dirían que las razones por perderse en la curvita tienden a justificaciones con probabilidad igual a uno. Pero aun así, si supieron dar batalla un día tan solo, dieron algo.
En el poema dedicado a Lenin, el propio Brecht no los descarta, tampoco les hace una fiesta. Peor es el que, habiendo luchado, ahora reniega de la lucha, y la justificación por el abandono lo vuelven amargura y odio contra los que no cejan en la batalla.
De acuerdo con la crónica de un periodista, cuando detuvieron a Raúl Pujols y a Frank País los esbirros de Salas Cañizares, un chivato otrora del lado de los rebeldes, relamiéndose, exclamó: «Pero, ¿no sabe quién es este, coronel?», y entonces reconoció a Frank.
Todos estos años después, aquí sabemos quién es Frank. Al delator y al coronel tampoco deberíamos olvidarlo, por aquello de que no nos sean indiferentes. Me pregunto si cuando los esbirros del coronel golpeaban a los héroes, estos, en los segundos entre los golpes y los tiros que los asesinaron, pensaron en cansarse. Me temo, para el traidor y el esbirro, que no.
No sé si Frank leyó a Brecht, tal vez. Frank leía mucho. Quizá leyó eso de «No aceptes lo habitual como cosa natural. \ Porque en tiempos de desorden, \ de confusión organizada, \ de humanidad deshumanizada, \ nada debe parecer natural. \ Nada debe parecer imposible de cambiar».
Bob Dylan fue llevado al público por Joan Báez, apenas con pelos saliéndole de la barba. El muchacho inquieto hipnotizó a Joan y terminaron enamorándose.
Ella, ya involucrada en el movimiento de protesta civil de Estados Unidos, era mayor que él. Bob tenía uno de esos raros talentos innatos, sus letras encendieron a las masas, sus cantos se convirtieron en himnos. Pasó el tiempo, y pasó un águila sobre el mar. Los dos se perdieron en la curvita.
Reconozco que me cuesta más trabajo decirlo de Joan, debilidad de mi adolescencia, cuando me quedaba lelo viéndola en la pantalla cantar a Sacco y Vancetti. Pero si le reconozco el extravío a Báez, no lo pienso dos veces para reconocérselo a Dylan. A él, como premio, le dieron el Nobel muchos años después. Primer cantante al que le dan el premio de literatura. Se lo merecía. La calidad de su obra es indiscutible. Algunos pensarán que estoy siendo injusto con Dylan. No, si no lo reflejo así, estaría siendo injusto con Bertolt.
Hago un paréntesis. Años después oí en Brasil a la montija Dulce Pontes cantar la misma pieza de Sacco y Vancetti, y recobré en algo la calma. Quizá esté siendo injusto con Dulce, al ponerla como recobradora de mis equilibrios. Pero si no lo reflejo así, estaría siendo injusto con el poder de su canto.
A Brecht nadie le dio nunca un Nobel. También se lo merecía. Mucho. Creía firmemente que el arte debía ser un martillo para darle forma a la realidad. Quizá ideas como esa no gusten a los que dan premios. Quizá ideas como esas hagan sentirse más incómodos a los neutrales. Quizá ideas como esa no les gusten a los renegados.
Cuando el cerco nazi se cernía sobre Bertolt, logró escapar de Alemania. Dice mucho que en Estados Unidos también lo persiguieron. Al parecer, en todos lados los explotadores acechaban a Brecht. El dato es que el alemán era comunista, eso explica las persecuciones globales. Sin tregua, con saña.
Frank tenía una novia, América Domitro. Debemos suponer que América y Frank soñaron una vida juntos, un futuro vivo. Tanto es así que Frank le dio un anillo de compromiso. Pero Frank murió asesinado. A veces me pregunto si los vivos tenemos derecho a cansarnos.
«Cuando los que luchan contra la injusticia \ están vencidos, \ no por eso tiene razón la injusticia». A Frank lo mataron, no lo vencieron. La injusticia nunca tendrá razón cuando mata. No solo mataron a Frank; también –no lo olvidemos– mataron a Pujols. La semana después mataron a otros, siguieron matando, pero no vencieron.
En la obra Vida de Galileo Galilei, Bertolt hace exclamar al discípulo Andrea: «¡Pobre del país que no tiene héroes!», y recibe como respuesta de Galileo: «No. Pobre del país que necesita héroes».
Me resisto a decir: Pobre de Cuba que necesitaba héroes como Frank, como Pujols; también necesitaba a artistas como Brecht. De todo eso tuvo cuando lo necesitó. De todo eso tiene si lo necesita. Esos que no se pierden en la curvita.
En su poema a Lenin, Bertolt Brecht dice: «Los débiles no luchan. Los más fuertes \ quizá luchen una hora.\ Los que aún son más fuertes, luchan unos años. Pero \ los más fuertes de todos, luchan toda su vida.\ Estos son los indispensables».



















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Jose pedro dijo:
1
19 de abril de 2023
07:24:49
Joaquín de la Lama Corres dijo:
2
19 de abril de 2023
10:03:58
juventud dijo:
3
19 de abril de 2023
14:14:43
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