Demasiado show extranjero puesto en la memoria flash o el móvil, una percepción de cubanía menguada y el entendido antinatural de considerar cualquier tradición o emblema foráneos como superiores a los nuestros, conducen sin remisión a varios de esos desaguisados vistos en el escenario urbano del siglo actual en la Isla.
Solo hay un antídoto para lo anterior, y nace de la combinación de cultura, educación estética, formación cívica y conocimientos históricos.
Ninguna persona culta, cívica e instruida que conozca el pasado de abuso imperialista contra Cuba lucirá una bandera estadounidense sobre el pecho; ni nadie que esté afirmado a su identidad nacional o se sienta orgulloso de su condición de cubano celebrará con tanto entusiasmo tradiciones como Halloween, esa festividad de la noche del 31 de octubre, sin relación alguna con nuestra condición e idiosincrasia.
Desde inicios del segundo lustro de la pasada década, en varios hogares y sitios públicos de diverso signo, ubicados en la capital y en Varadero –luego extendidos de forma discreta a varias ciudades–, se comenzó a celebrar Halloween; e incluso en instituciones estatales cuyo objeto social resultaba justo lo contrario de esto, en cuanto suponía tamaño contrasentido.
De forma paralela, por supuesto, procedieron a alquilarse trajes de vampiros, zombies o presidentes estadounidenses, a la sazón entre cinco y 30 CUC. Hoy los precios oscilan entre los 1 000 y 3 000 pesos cubanos, según traje o alquilador.
«Tremenda máscara para Halloween. Original. De látex, traída del exterior. No encontrarán otra igual en ninguna fiesta de disfraces, si esto lo completan con una buena ropa, de seguro serán los ganadores de la fiesta donde se presenten. Interesados al privado», consignaba uno de los anuncios al respecto en una de las plataformas privadas de clasificados consultadas en el país.
Mientras las cabeceras mediáticas anticubanas saludan esta muestra de colonización cultural entronizada entre segmentos limitados de nuestros adolescentes y jóvenes, la práctica ha sido criticada y desmontada, por el contrario, entre 2013 y 2022, a través de diversos órganos de prensa públicos cubanos.
El autor de estas líneas estima que de la cantidad total de pobladores de la nación hoy día, el 99 % puede prescindir perfectamente en su existencia (de hecho, lo hace) de tal tradición de origen celta, imbricada a la cultura anglosajona por razones históricas, con recordación mayor en Estados Unidos, debido, en buena medida, al audiovisual, que motiva su popularidad hasta la fecha, cuando continúa evocándola a través de sagas fílmicas y series.
Es en cierto modo entendible que un cubano que vaya a vivir a Estados Unidos, en su instintiva búsqueda de integración social, festeje la Noche de brujas allí; pero hacerlo aquí no alcanza siquiera la categoría de ridículo.
Acá es tan solo triste, en tanto interactuamos en un contexto cultural, histórico y social diferente, con tradiciones y costumbres locales afincadas a imaginarios, herencias cognitivas y emocionales que difieren notablemente en su magma compositivo de los estadounidenses.
Que nada es inmutable, que el planeta resulta una esponja abierto a influencias y cambios, de acuerdo, si bien hay verdades en las cuales no opera la sentencia.
Dicho de otra forma: ¿sería lógico que una familia de Estados Unidos celebre un guateque campesino cubano? No, no lo resultaría: como igual no lo sería que aquí nos solidarizáramos con un Halloween ignoto, frío, el supuesto día cuando –según los celtas–, las almas de los muertos regresan a este mundo y, para no ser atacados por los demonios, hay que disfrazarse con máscaras y ropas horríficas. Nada que ver en absoluto con nuestra realidad.
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Mag Fai dijo:
1
31 de octubre de 2022
01:43:51
Chris dijo:
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31 de octubre de 2022
07:45:53
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31 de octubre de 2022
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31 de octubre de 2022
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1 de noviembre de 2022
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4 de noviembre de 2022
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10 de noviembre de 2022
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