El 22 de octubre, a la 19:00 horas, el mandatario estadounidense anuncia públicamente su decisión de imponer el bloqueo naval a Cuba, acción que bautizó con el nombre de cuarentena, para encubrir su carácter guerrerista.
Kennedy denunció que los soviéticos, de manera súbita y clandestina, estaban instalando bases de misiles ofensivos en Cuba. Con ese discurso, preparado para justificar la ilegal medida, provocó el inicio de la más grave crisis de la segunda mitad de la pasada centuria, que puso a la humanidad en el umbral de la guerra nuclear.
La prensa estadounidense contribuyó a caldear más la situación, divulgando alarmantes y falsas noticias. El pánico se apoderó de la población, que acaparó víveres y provisiones, y las familias con recursos, residentes en el sur, empezaron a emigrar hacia el norte del continente.
En un intento de darles a sus acciones cierta legalidad y apoyo regional, el Gobierno estadounidense convocó, en la mañana del 23, al Órgano Consultivo de la Organización de Estados Americanos (OEA), en el cual invocó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), para declarar a Cuba nación agresora, y exigió fuertes sanciones. La OEA se plegó a las demandas de la Casa Blanca.
El Gobierno cubano, atento a las noticias originadas en Estados Unidos, y al aumento de sus actividades militares, dedujo que estaban relacionadas con la presencia de los cohetes soviéticos. El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz ordenó, a las 17:35 horas del día 22, decretar el estado de alarma de combate para todo el país. Al llamado de la Revolución, el pueblo respondió con valentía, firmeza y dignidad. Nunca antes se había sentido tan cercano el peligro de la agresión directa; pero no hubo ni sombra de pánico en la población. La movilización alcanzó la cifra de casi 270 000 efectivos.
En los días sucesivos se armaron más de 130 000 milicianos de la Defensa Popular, quienes continuaron en la producción, con el fusil a su lado. Se crearon miles de brigadas sanitarias y contra incendios. Más de medio millón de mujeres y hombres se incorporaron a la defensa. El país no se paralizó, mujeres y jóvenes ocuparon los puestos de trabajo de los milicianos y reservistas movilizados.
El Comandante en Jefe, en la noche del 23 de octubre, compareció ante la radio y la televisión para explicar la situación existente y refutar las imputaciones de Kennedy. Dejó sentado que Cuba no tenía la obligación de rendirle cuentas a Estados Unidos, y negó el derecho de ese país para decidir la clase y el número de armas que Cuba debía tener para su defensa.
Explicó las medidas tomadas para resistir cualquier agresión, y se opuso a la pretensión de inspeccionar el país.
En Moscú, en la mañana del 23, se reunió el Presídium del Partido Comunista de la URSS y el Consejo de Defensa. Jruschov aconsejó prudencia, no apresurarse en tomar decisiones que pudieran desencadenar la guerra. Aprobó una declaración pública, en la cual se denunció el serio peligro que, para la paz, significaba el bloqueo naval a Cuba, al que calificó como un paso en el camino de la guerra termonuclear.
Advirtió a Estados Unidos de no realizar las acciones anunciadas contra los barcos soviéticos que se dirigían a la Isla, y solicitó la rápida convocatoria del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En los países del Tratado de Varsovia se tomaron iguales medidas.
La Cancillería soviética entregó al embajador estadounidense un mensaje para el presidente Kennedy, en el cual reiteró que las armas en la Isla eran defensivas, y que las acciones proclamadas constituían una insólita injerencia en los asuntos de la República de Cuba, así como un acto provocativo contra la urss.
Jruschov también envió una carta a Fidel, en la cual calificaba las actividades estadounidenses de piratescas, pérfidas y agresivas; e informó de las instrucciones impartidas a los jefes soviéticos en Cuba, para adoptar las medidas correspondientes y estar listos.
La tensa situación mundial conllevó a un extraordinario esfuerzo para tratar de evitar la guerra y resolver el diferendo por medios pacíficos.
En la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York, el Consejo de Seguridad comenzó sus sesiones, en la tarde del 23. El representante de Estados Unidos, Adlai E. Stevenson, trató de presentar el bloqueo naval como una medida de autodefensa; mientras el delegado cubano, Mario García Incháustegui, refutó esas aseveraciones; afirmó que Cuba se había visto precisada a armarse frente a las reiteradas agresiones estadounidenses, y dejó sentada la posición de no permitir la inspección a su territorio.
Valerian Zorin, representante soviético, analizó los pretextos aducidos para justificar la agresión y denunció su ilegalidad. A la par de esos debates, los representantes de 45 naciones que conformaban el Movimiento de Países No Alineados se reunieron para promover actividades dirigidas a un arreglo del conflicto, y se solicitó al secretario general interino, U Thant, que asumiera el papel de mediador entre las partes.
En la mañana del día 24, en el Puesto de Mando Principal de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el Comandante en Jefe Fidel Castro se reunió con un grupo de altos jefes militares cubanos para analizar los aspectos referidos a la defensa del país.
Al conocerse que el día anterior aeronaves enemigas habían irrumpido a baja altura en el espacio aéreo, Fidel orientó estudiar los lugares donde era necesario fortalecer la defensa antiaérea.
Ese día 24, a las diez horas, entró en vigor el cerco naval de Estados Unidos a Cuba, y aumentaron las incursiones aéreas, sobre todo los vuelos rasantes. La Junta de Jefes y Estados Mayores ordenó al general Thomas Powers, jefe del Comando Aéreo Estratégico, pasar a todas sus unidades al estado de máxima alerta. Powers, por su propia iniciativa, decidió transmitir las órdenes a sus comandantes mediante mensajes no codificados, a fin de intimidar a la Unión Soviética y a otros países socialistas.
Ese estado de alerta se decretó para las tropas situadas en Europa Occidental y en el Lejano Oriente, así como las de sus aliados. Los submarinos con cohetes Polaris ocuparon sus posiciones operativas. La situación fue cada vez más peligrosa para la paz.
El secretario general de las Naciones Unidas, U Thant, en cartas a las partes involucradas, exhortaba a discutir una solución pacífica. Jruschov respondió estar de acuerdo con la propuesta. Kennedy eludió dar una respuesta directa y comprometedora, limitándose a plantear que el embajador Stevenson estaba listo para discutir esos arreglos. El embajador cubano, García Incháustegui, reafirmó la actitud pacífica de Cuba.
Cuando U Thant conoció que se acercaban barcos soviéticos a la línea de bloqueo, dirigió una segunda misiva a la URSS y a Estados Unidos, para evitar una confrontación y hallar una solución.
El Gobierno soviético, en respuesta, ordenó a los capitanes de sus barcos mantenerse alejados de la zona del bloqueo y, posteriormente, regresar a sus puertos. En esos buques se transportaban los cohetes R-14. Estados Unidos manifestó estar dispuesto a evitar la confrontación con los barcos soviéticos si no transportaban armamentos.
En la tarde del día 25 continuaron las sesiones del Consejo de Seguridad. En el debate, cuando el representante soviético Valerian Zorin hacía su exposición, fue interrumpido por Adlai E. Stevenson, quien, en tono inquisitivo, le preguntó que confirmara o no la presencia en Cuba de armas ofensivas, e inmediatamente después colocó en un podio del salón las fotos aéreas que obraban en su poder, como pruebas de la existencia de esos emplazamientos.
Esta sesión finalizó con el anuncio de U Thant de que, al siguiente día, iniciaría conversaciones con Cuba, la Unión Soviética y Estados Unidos. El Consejo de Seguridad pospuso sus discusiones, en espera de esas negociaciones.
El mismo día, en Moscú, el Premier soviético recibía un mensaje del Presidente estadounidense en respuesta a su misiva del día anterior. En la carta, Kennedy recriminaba a Jruschov porque lo había engañado, y lo exhortaba a regresar a la situación anterior, lo que equivalía a decir: no cohetes en Cuba.
El 26, Jruschov le envió otro mensaje que proponía la retirada de los cohetes, a cambio del cese del bloqueo y de que Estados Unidos diese la seguridad de no invadir a Cuba.



















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