
Este domingo el despertar de una Isla enardecida sorprendió al amanecer con arterias desbordadas de cubanos y cubanas, que otra vez –tras un impasse de dos años– se juntaron para ponerle corazón, colorido y alegría al desfile por el Día Internacional de los Trabajadores.
Las razones avizoraban, desde antes, una jornada especial. Y lo fue.
En toda Cuba, de punta a cabo, las marchas por el 1ro. de Mayo se llenaron de gente con la mirada hecha resistencia creativa; gente con el futuro sobre sus hombros, apostando a nuestro proyecto socialista; gente que dibujó en carteles su respaldo al Partido y a la Revolución; gente que bailó al ritmo de conga para celebrar la vida como el mejor regalo frente a una pandemia que nos robó muchas…; gente que gritó, con consignas conocidas, las esencias que les laten dentro.
Otros también embellecieron los recorridos con sus pechos repletos de medallas, como reflejo de la historia viva que nos enorgullece, o con la imagen multiplicada de nuestro líder eterno, Fidel.
Junto a ellos, los rostros de la continuidad, esos mismos que alzaron con sostenida firmeza el estandarte de la estrella solitaria, «la bandera más bella que existe».
Y en cada plaza, además, una respuesta contundente a los aliados del odio y de la injerencia, que pretendían ensombrecernos la fecha con activismos de poca monta.
Basta con señalar que en cada una de esas multitudes desfilaron unidas la verdad y la confianza de los cientos de miles de trabajadores que se levantan todos los días a construir esta nación por encima de los recrudecidos obstáculos imperiales y de nuestras propias carencias, que no son pocas ni pequeñas.
Por ello estuvieron en la primera fila los trabajadores del Sindicato de la Salud, como honra al desvelo colectivo de quienes han luchado contra una enfermedad sin precedentes y nos han devuelto la esperanza en dosis de vacunas de amor y seguridad.
No obstante, el agasajo incluyó a todos los que han hecho de su labor una trinchera inexpugnable en defensa de las conquistas de la Patria, ya sea en el surco, en las aulas, en los terrenos de pelota, en lo más profundo de un barrio en situación de vulnerabilidad, en los centrales o fábricas…, en la punta de una montaña o en un concierto a cielo abierto en el centro de una ciudad.
De ahí que el pueblo trabajador, ese que sabe de rigores cotidianos, saliera a celebrar los motivos que no nos mellan el carácter ni nos hacen claudicar ante propuestas que solo buscan ponernos de rodillas.
Hay mucho por hacer todavía, eso lo sabemos bien, pero en ese mar humano, que «inundó» con hermosas iniciativas, tanto las principales plazas cubanas como las comunidades rurales y parques, está la fuerza emprendedora y gigantesca de este caimán barbudo para seguir echando pa` lante.
Mientras, en otras latitudes, la efeméride, como celebración, no ha dejado de ser un sueño postergado para muchos miembros del movimiento obrero, carentes de derechos en sus trabajos o víctimas de las cada vez más alarmantes cifras de desempleo.
Ante esa desgarradora realidad, la Mayor de las Antillas sigue siendo un referente de dignidad, que no podemos dejar perder. Este 1ro. de Mayo fue una valiosa demostración.



















COMENTAR
Responder comentario