ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Ismael Batista Ramírez

Es difícil reducir a unas pocas líneas la diversidad e intensidad de las emociones vividas por los asistentes al comienzo, ayer, de las Jornadas Académico-Culturales en homenaje a los 60 años de la Campaña Nacional de Alfabetización, en el Memorial José Martí.

Las palabras de bienvenida de la máster en Ciencias Luisa Campos, directora del Museo de la Alfabetización, y las del doctor Joel Cordoví, presidente del Instituto de Historia de Cuba, abrieron la vibrante velada. En ella se escucharon testimonios de artistas y escritores alfabetizadores: la poeta y ensayista Nancy Morejón, los artistas de la plástica Diana Balboa y José Rodríguez Fuster, la del historiador Raúl Rodríguez La O, acompañado de su hermano Víctor, también maestro de aquellos días.

Cómo la cinematografía ha reflejado la épica de aquella gesta se contó en las voces de Dolores Calviño, subdirectora de la Cinemateca, también alfabetizadora; de Patricio Wood, protagonista del filme El brigadista, de Octavio Cortázar. El actor volvió a ser ovacionado con la proyección del cortometraje Todavía veo El Brigadista (2017), del cual es realizador, y que constituye un sentido homenaje a los que hicieron posible la película y la Campaña misma, sobre la que la estadounidense Catherine Murphy, realizadora de varios documentales acerca de la epopeya emancipadora, acompañó al doctor Esteban Morales, otro alfabetizador, para narrar sus historias.

El relato de las peripecias empezó por las discusiones con los padres (a propósito del permiso para ir a enseñar a zonas del país tan apartadas que, antes, ni siquiera habían oído que existieran). Siguió el primer impacto al arribar a estos lugares, el diálogo con los campesinos, la compenetración con ellos y su mundo y, finalmente, una sensación de libertad, de haber crecido como seres humanos. Conocieron la entraña más profunda del país en sus múltiples dimensiones de pobreza, esperanza, solidaridad, agradecimiento y posibilidad abierta hacia el futuro.

Habrá todavía que escribir decenas, si no centenares de libros, acerca de esa oleada de energía que inundó la Isla, del detalle de aquello que los impulsó a ser parte del esfuerzo mayor; no solo la manera en la que, a nivel individual, el hecho de haber sido partícipes de una transformación colectiva los transformó a ellos mismos, sino lo que vino después: la invención y despliegue de un sistema nacional de Educación para el país, de un mundo nuevo para la cultura y la ciencia.

Hoy continuaremos recordando esas enseñanzas, en Casa de las Américas.

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