ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Ilustrativa

Cuando en su homenaje póstumo, en la Plaza de la Revolución, millares de voces respondían a coro Yo soy Fidel, quedaba clara una realidad incuestionable: Fidel estaba sembrado para siempre en el alma del pueblo cubano.

Tempranamente había logrado ser el líder de todos los sectores de la sociedad y, en consecuencia, pocas veces faltaba a los eventos principales –congresos, la mayoría– que realizaban las distintas organizaciones del país.

Aunque su presencia infundía respeto, también irradiaba cariño, y todos querían darle la mano o tomarse una foto con él. Quienes lo conocieron atesoraron para siempre ese momento, como quien guarda un instante sublime con el padre querido.

A pocas personas en el mundo se les reconoce en la sola mención del nombre, como pasa con Fidel, hombre insustituible (Fidel es Fidel, dijo Raúl), cuya presencia se siente cada día en la resistencia del pueblo a las adversidades y en la conducción desvelada de un Gobierno fiel a su legado.

Con el liderazgo de Fidel, una generación de jóvenes se levantó y enfrentó, resuelta, la dictadura de Fulgencio Batista, en un proceso que maduró de un modo tan radical, que empezó con el asalto armado a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, fortaleció sus bases en la prisión y en el exilio, se reembarcó hacia Cuba en la expedición del yate Granma, y convirtió en ejército un puñado de rebeldes que, desde las montañas, venció a las fuerzas regulares y bien equipadas de una tiranía apadrinada por Estados Unidos, y, con el pueblo, mantuvo en pie esta Revolución invicta.

Desde el mismo 1ro. de enero de 1959, el Comandante en Jefe lidereó la resistencia a los ataques de todo tipo, desde una invasión mercenaria, hasta sabotajes, peligros de ataque nuclear, la introducción de plagas y epidemias como la peste porcina, que obligó a sacrificar toda la masa animal de ese ganado en el país, o la del dengue hemorrágico, que en pocos meses afectó a 344 203 personas, en su mayoría niños, y que ocasionó 158 fallecidos, de ellos 101 infantes.

Se necesita ser auténtico líder para lograr conducir los destinos de una nación, y tener el acompañamiento absoluto del pueblo, bajo las condiciones de asfixia y de persecución que impone un bloqueo económico, comercial y financiero sin precedentes en el mundo, sostenido con obstinación criminal por la mayor potencia imperialista del planeta, Estados Unidos; una política que ha provocado pérdidas a Cuba por más de un billón 377 00 millones de dólares, tomando en cuenta la depreciación del dólar frente al valor del oro en el mercado internacional. Este acto abominable califica como genocidio, de acuerdo con la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio, de 1948.

Fidel se mantuvo invicto en todas las batallas que libró, y resistió, con ejemplar estoicismo, los intentos de 11 presidentes de Estados Unidos por eliminar a la Revolución. En la denuncia del bloqueo, consiguió el respaldo casi unánime de la Organización de Naciones Unidas, que en 29 votaciones de su Asamblea General ha rechazado esta política de manera consecutiva, desde 1992.

Fidel creó las Milicias Nacionales Revolucionarias, proclamó el carácter socialista de la Revolución, dirigió la batalla de Playa Girón que, contra la invasión mercenaria, libró la fuerza auténtica del pueblo movilizado bajo una consigna que, desde entonces, sería bandera de la nación: Patria o Muerte, ¡Venceremos!

Fidel aplicó una radical Reforma Agraria; nacionalizó las industrias, las empresas extranjeras, los centrales azucareros…; ideó y dirigió la Campaña de Alfabetización; encabezó las labores de rescate cuando el ciclón Flora inundó vastas zonas de Oriente, concibiendo allí lo que se denominó el programa de la voluntad hidráulica del país, como una garantía de protección de la población y, a la vez, infraestructura base para la transformación y el desarrollo de la agricultura cubana.

También en el aspecto defensivo, articuló la lucha contra los bandidos que, apoyados por la cia, pretendieron sembrar el terror, y fue el estratega firme durante la llamada Crisis de los Misiles, en 1962, cuando el pueblo movilizado estuvo dispuesto a inmolarse, en defensa de su dignidad e independencia.

Fidel ideó el masivo plan de becas para estudiantes vinculados al trabajo formador, logró que la Revolución garantizara atención de salud de forma gratuita en todos los niveles, y educación integral también gratuita, desde la primaria hasta la universidad, de la cual se ha graduado un millón y medio de cubanos.

Desde muy temprano fomentó que Cuba fuera un país de hombres y mujeres de ciencia, y en consecuencia creó una amplia red de prestigiosas instituciones científicas; promovió la formación de un ejército de profesionales de la Salud, caracterizados por la ética y el humanismo, ascendencia de esos que enfrentan hoy la pandemia de la COVID-19, en Cuba y en varias partes del mundo.

Con su visión de largo alcance, Fidel desarrolló el deporte como un derecho del pueblo, y la estrategia de masificación resultó la clave de resultados a los más altos niveles, de muchísimos campeones mundiales, olímpicos, regionales.

También supo unificar el talento creador de los intelectuales y artistas cubanos, fijó las bases de la política cultural revolucionaria en el memorable discurso Palabras a los intelectuales, creó la Casa de las Américas y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), la Unión de Escritores y Artistas y la Unión de Periodistas de Cuba, en cuyos congresos se consideraba un profesional más de esos gremios.

Genial estadista, libró la cruzada continental contra el injusto pago de la deuda externa, sentenciada por él como «la deuda eterna».

Fidel institucionalizó las grandes concentraciones en la Plaza de la Revolución, como el Parlamento del pueblo, donde se consultaban las grandes decisiones.

Fue artífice de la célebre Batalla de Ideas, cuando los peligros contra la Revolución cambiaron los escenarios. Así libró exitosas contiendas, como la que consiguió el regreso del niño Elián González, secuestrado por la mafia cubanoamericana de Miami, o la que trazó el camino para liberar de la prisión injusta a los Cinco patriotas que defendieron la integridad de nuestro país frente a los complots terroristas de la contrarrevolución en Estados Unidos.

Fue la figura misionera de la Revolución Cubana, precursora del internacionalismo proletario, capaz de vencer, con los combatientes voluntarios cubanos, al ejército sudafricano y a los fantoches apoyados por Estados Unidos, con lo cual se aseguró la integridad territorial de Angola, la independencia de Namibia y la desaparición del oprobioso régimen del apartheid en la propia Sudáfrica; una hazaña colosal de la cual solo se trajo a Cuba el agradecimiento de los pueblos africanos y los restos de los combatientes caídos.

El Movimiento de Países No Alineados tuvo en Fidel un extraordinario impulsor de la cooperación Sur-Sur, y desde el estrado de las Naciones Unidas, nadie más que el Comandante en Jefe recalcó que no habrá paz en el mundo mientras millones de personas mueran de hambre o de enfermedades prevenibles.

El odio que concitó su figura en las cúpulas de poder del imperialismo estadounidense lo hizo objetivo de 638 intentos de asesinato, frustrados todos.

Junto al líder de la Venezuela bolivariana, Hugo Chávez, en abril de 2004, Fidel abrió el camino de la integración latinoamericana, al crear en La Habana la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), e inspiró la fundación, en 2011, de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), mecanismo de verdadera representatividad regional.

Tantas cosas fueron fruto de la obra de Fidel, que no sería posible enumerarlas sin caer en omisiones. Bastaría referirse a la resistencia ejemplar de este pueblo, y a la respuesta popular a los peligros actuales, para convencerse de que hay una continuidad que existirá mientras quede un cubano agradecido capaz defender su Revolución a cualquier costo.

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