Quien entre por primera vez al Mausoleo que guarda los restos del Héroe Nacional José Martí Pérez, en el cementerio Santa Ifigenia de Santiago de Cuba, sentirá una sensación de respeto, grandeza y compromiso que sacude el cuerpo, pues desde allí el Maestro sigue llamando a la unidad y al combate.
A pocos metros, en el corazón de una piedra, fiel al principio martiano de que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz, las cenizas de su mejor discípulo, quien convirtió sus ideas en realidad, Fidel Castro Ruz, une su luz al faro antimperialista de Martí para alumbrar el mundo nuevo posible.
Martí murió el 19 de mayo de 1895 y Fidel el 25 de noviembre de 2016, 121 años después, pero la historia los unió desde que en julio de 1953 el joven líder revolucionario encabezó, con un grupo de valientes, el ataque al cuartel Moncada, para que el Apóstol no muriera en el año de su centenario.
Hablar de Fidel sin hacer referencia obligatoria al pensamiento martiano, que inspiró su accionar desde el inicio de sus luchas, es tan difícil como hablar de Martí sin reconocer que su oportuna alerta sobre «el desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América contra el que hay que andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes», tomó fuerza en nuestra región y el mundo con el ejemplo, la obra, el pensamiento y el liderazgo de Fidel.
Mucho habrá que escribir y decir de las coincidencias entre ambos gigantes de la historia cubana, latinoamericana e internacional, pues Martí trazó el rumbo y Fidel continuó su andar, convirtiéndolo en obra viva, actualizó sus ideas a los tiempos en que la tecnología de la informatización y las comunicaciones se utilizan muchas veces para ocultar la verdad, y fue capaz de definir que «la independencia no es una bandera, o un himno, o un escudo, no es una cuestión de símbolo, la independencia depende del desarrollo, depende de la tecnología, depende de la ciencia en el mundo de hoy».
Como brillante periodista, otro rasgo común de la personalidad de ambos, Martí creó el periódico Patria con el propósito de intensificar la unidad a favor de la independencia, y definió su importancia para los revolucionarios «a la hora del peligro, para velar por la libertad, para contribuir a que sus fuerzas sean invencibles por la unión, y para evitar que el enemigo nos vuelva a vencer por nuestro desorden».
Fidel coincidió en lo vital de esa defensa para impedir que la Revolución sea socavada desde dentro, y recalcó desde tan temprano como 1963 que «(…) nuestra tarea es unir, dentro y fuera; eliminar todo lo que nos divida, dentro y fuera; luchar por todo lo que nos una, dentro y fuera. ¡La unidad dentro de los principios, esa es nuestra línea!». Y recalcó en 1975 que «la unión de nuestros pueblos es la fuerza insuperable para alcanzar y consolidar nuestra definitiva independencia».
Escribir de Martí en el aniversario 126 de su caída en combate, de cara al sol como él quería, obliga a proclamar que la Revolución Cubana es la expresión concreta de las ideas de independencia, justicia social, derechos para todos, educación y salud, por las cuales ofrendó su vida, y que su peregrinaje por forjar Nuestra América, como él la llamó, continuó con Fidel Castro, con Raúl y las nuevas generaciones que toman en sus manos las riendas del país.
«¡Moveos y contentaos, muertos ilustres! Antes que cejar en el empeño de hacer libre y próspera a la patria, se unirá el mar del Sur al mar del Norte, y nacerá una serpiente de un huevo de águila», sentenció Martí, como luz que nos guía.



















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