Somos Cuba

No pueden subestimarnos como pueblo. Hay demasiada historia acumulada, talento y virtudes, para suponer que somos una masa dócil y maleable que correrá presurosa tras la mediocridad o el desespero.

Cómo pueden suponer que una nación, que ha sido testigo de próceres iluminados, conducida por patriotas capaces de combinar machete y poesía, revólver y pluma, fusil y encumbrada oratoria, terminará rendida a los pies de una caterva seudocultural, ávida de poder y dinero.

Debían repasar la historia los que se apuran en moldear endebles liderazgos, con el barro poco consistente del anexionismo y el mercenarismo. Épocas tuvimos, en las que por nefastos periodos quedó el destino de Cuba en manos similares, mucha vida costó el error y mucho empeño para cambiar las cosas.

Para eso se hizo una Revolución, larga y costosa, desde Céspedes hasta hoy, para que la nación no fuera pasto fácil de los canijos y para evitar el bochorno de ver a los cubanos presos entre los hilos de alguna marioneta dirigida desde el vecino del norte.

Somos un país de profunda cultura, de ciudadanos con elevada preparación en incontables campos del saber, ajenos al analfabetismo y capacitados para pensar; eso nos sitúa bien alto, lo suficiente para contemplar, desde esa atalaya, el espectro político de la Isla y, con toda seguridad, podemos aseverar que no se vislumbra en el horizonte de la pagada y construida oposición, nadie con estatura real y compromiso serio con la nación, solo dóciles instrumentos de una causa ajena, que nunca podrán ganarse el respeto o la admiración de los cubanos.