Taguasco, Sancti Spíritus.–Más que en un hogar decente, Cenovia González ahora siente que vive en una fortaleza: paredes de mampostería, techo a prueba de vendavales, baño azulejado y con inodoro brillante, y una cocina donde, según ella, hasta el café se cuela diferente.
«Muchacho, si con las lluvias de esta última tormenta no tuve ni que levantarme de la cama», relata la anciana, nacida en Los Limpios, pero aplatanada desde hace 30 años en La Yamagua, una comunidad campesina sembrada a dos kilómetros de la cabecera municipal, como quien dice en el traspatio de Taguasco.
«Entre para que vea la meseta», se adelanta la lugareña con nombre de novela, uno de los 12 casos beneficiados con subsidios para la construcción de las llamadas células básicas en el consejo popular de Taguasco, jurisdicción donde Giraldo García Sánchez, su presidente fundador, pudiera defender con nota sobresaliente un doctorado sobre la gestión del gobierno en la comunidad.
Es cierto, los 25 metros cuadrados establecidos para esta suerte de viviendas en miniatura no constituyen el espacio ideal para el sostenimiento de una familia; tampoco los 85 000 pesos hasta ahora otorgados alcanzan para hacer todo lo que el necesitado quisiera, a juzgar por los precios que corren y los que correrán.
Las nuevas medidas en vigor a partir del 1ro. de enero en modo alguno excluyen el otorgamiento de subsidios a personas necesitadas de mejorar su vivienda –ojalá los casos aprobados pudieran ser más–, una prueba irrefutable de la estrategia gubernamental de actualizar nuestro modelo económico, pensando también en los más humildes.
Si, en medio de todos los imponderables del año bisiesto que terminó, el municipio de Taguasco pudo cumplir con la construcción de casas planificadas en el sector estatal y con los subsidios aprobados en el territorio, en buena medida habrá que agradecérselo al aporte de la industria local de materiales, que ha puesto algo más que un grano de arena.
Un ejemplo de que todo puede inyectarse desde los municipios al programa de la vivienda, se encuentra a escasos metros del trazado de la Autopista Nacional, donde Yosdanis Donis Cañizares, ingeniero informático convertido en constructor, viene fomentando una colmena con muy buenos dividendos para Taguasco.
«Aquí molemos lo mismo rocoso de la cantera que piedras del potrero», dice mientras enseña una minindustria que produce bloques, mosaicos, losas de techo y viguetas, y que presume de protegerse con cámaras de seguridad las 24 horas, y de innovar con un sistema de riego por aspersión para refrescar los bloques recién salidos del molde.
Con todo lo que se hace allí también salieron ganando Lidia Quiñones y Eddy Pereira, dos ancianos que hace solo unos días abandonaron el comején «que no nos dejaba dormir» y ahora se sienten como reyes en su palacio de 25 metros cuadrados, al que más temprano que tarde –refieren ellos– ayudarán a crecer.
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Patricia A dijo:
1
27 de enero de 2021
16:25:36
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