ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Granma

Ora sabio, ora fundador, andas entre nosotros. En el surco donde se siembra soberanía u obrando en las Soberanas.

Cansados los ojos y febril el empeño; en el quirófano, en una escuela tal vez. Acaso pones ladrillos o salvas una existencia; pero, es tu destino fundar.

Hace poco llegó tu espíritu de hombre-pueblo a Santiago de Cuba, donde la Revolución tiene cuna. A Villa Clara te llevó Eta. Hubo gente afectada, y allí reencarnaste, con las manos llenas de fe, para tocar hombros.

Después, en tierras yumurinas, ese espíritu revivió una estampa de García Márquez: «cuando Fidel habla con la gente de la calle, la conversación recobra la expresividad y la franqueza cruda de los afectos reales (…), circula la verdad a borbotones».

¿Quién dijo que no movilizas? ¿quién dijo que no conduces y alertas? De haber desaparecido tú, entre los «chupapueblos» no hubiera tanto desespero ni tanta frustración entre los «vendeisla». Otro sin ti, fuera este archipiélago, a quien enseñaste la homérica resistencia.

Pero Cuba –¡qué dicha!– te lleva en la sangre. «Tu corazón unido y repartido», como dijera el poeta, es latido de millones de pechos. La patria te honra con lealtad y trabajo. Y tú –surtidor de sueños– desandas la isla hecho pueblo, recorres el mundo. Vas por la vida «sosteniendo el peso de tantos destinos ajenos».

¿Acaso la mala fe, el deseo, la calumnia… bastarán para hacer creíble la muerte de quien –barbudo talismán del país frente a las fauces que lo amenazan– estampó su perfil de hombre irreductible, que siempre emerge triunfal de la encrucijada, y enfrenta al mercenarismo?

Contigo la resistencia se hizo inquebrantable y hermosa, y más humana esta tierra.

Tu inmortalidad desborda los continentes. Gabo te reveló como un «ser humano insólito», cuyo «resplandor de su propia imagen no deja ver».

Gracias por tus afanes, «hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables». Gracias por tu estirpe de vencedor hecho pueblo. Cargado de sueños saliste de Tuxpan una madrugada; colmado de historia regresaste hace cuatro años a Santiago, para gestar de otra manera, pero con la misma fundadora audacia de tus anhelos.

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