Eran días de clandestinidad. Fidel Castro y sus demás compañeros asaltantes de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, de hecho, acababan de salir de la prisión de Isla de Pinos, mediante una Ley de Amnistía ganada por la respuesta del pueblo y de organizaciones sociales y revolucionarias. Los actos de los moncadistas, por fuerza, tenían que ser secretos.
Entonces, una reunión para constituir la organización que debía llevar la dirección de un movimiento revolucionario de tal envergadura no debía conocerse. Los testimoniantes de aquella debían guardar absoluto silencio sobre sus actos posibles en un futuro inmediato.
Armando Hart Dávalos tuvo la suerte de ser uno de aquellos combatientes clandestinos que integró la membresía de la Dirección del Movimiento 26 de Julio desde su nacimiento, y muchos años después, insertó en su libro Aldabonazo, elementos fundamentales para la historia. Son esos datos de Hart los que forman parte de estas notas históricas. Escribió Hart:
«Una noche, semanas antes de su partida (de Fidel) hacia México, se produjo una reunión en una casa situada en la calle Factoría. En esta ocasión, por primera vez, a través de planteamientos de Fidel, conocí que la organización se denominaría Movimiento 26 de Julio.
«Allí quedó constituida su dirección en Cuba, e integrada por Pedro Miret, Jesús Montané, Faustino Pérez, Haydée Santamaría, Melba Hernández, José Suárez Blanco, Pedro Aguilera, Luis Bonito, Antonio (Ñico) López y yo. Fidel señaló también que en Santiago de Cuba contábamos con un compañero de grandes condiciones. Recuerdo que antes de terminar la frase le dije: “Ese es Frank”. Efectivamente, un compañero de tan
extraordinarias condiciones en Oriente no podía ser otro que Frank País García.
«El proceso de integración de la Dirección del Movimiento se caracterizó por la unidad. “Nosotros” proveníamos de otra organización (no eran moncadistas ni él ni Faustino Pérez) y fuimos recibidos con amplio espíritu de colaboración. Desde el comienzo, Faustino y yo pudimos trabajar muy ligados a Pedro Miret, Ñico López, Jesús Montané, Haydée Santamaría, Melba Hernández y otros compañeros.
«La Dirección del Movimiento, constituida en 1955, y los cuadros más importantes agrupados a su alrededor en el trabajo clandestino, provenían esencialmente de dos vertientes de la Ortodoxia: los que habían participado en el Moncada, bajo el liderazgo de Fidel o habían estado bajo su influencia política en el seno del Partido del Pueblo Cubano, y los que procedíamos del mnr, que por entonces estaba prácticamente disuelto y cuya bandera principal había sido el profesor Rafael García Bárcena. Estas corrientes políticas tenían su origen en el amplio movimiento de masas que generó en el país Eduardo Chibás. Todos los compañeros de la Dirección constituida entonces en Cuba permanecían fieles a la Revolución.
«Desde Oriente fungía como tesorera María Antonia Figueroa. En esa provincia, el centro de todo el Movimiento era Frank País, quien tenía, como se ha explicado, una extensísima red clandestina en casi toda la región. Junto a Frank, laboraban Vilma Espín, Julio Camacho Aguilera, Lester Rodríguez, Taras
Domitro, Pepito Tey, Tony Alomá, Otto Parellada, Arturo Duque de Estrada, Enzo Infante, Agustín Navarrete, Carlos Iglesias y decenas de cuadros. En esta provincia era donde más había avanzado la organización.
«En La Habana teníamos los más importantes encuentros y puntos de contacto en la casa de Jovellar 107, en el tercer piso. Allí vivían Melba Hernández y sus padres, quienes trabajaban con todos nosotros de manera intensa y decidida. Esta casa se comunicaba por el fondo con el apartamento de Pedro Miret y su esposa.
«La casa de Melba había sido visitada por Cayita Araujo y María Antonia Figueroa (madre e hija). Ellas se entrevistaron con Fidel y un grupo de nosotros; allí se habló de la historia de Cuba, de Martí, de Maceo, de los próceres, de las luchas por la independencia. Fue una hermosa jornada cargada de recuerdos patrióticos. Durante la misma Fidel esbozó el proyecto revolucionario que había concebido. María Antonia Figueroa se refirió a ese encuentro en una entrevista que la revista Santiago publicó: (…) me reuní en Jovellar 107 –casa de la compañera Melba Hernández– con Fidel, Haydée Santamaría, Armando Hart, Jesús Montané y otros; es decir los compañeros que formaban la incipiente dirección de lo que iba a ser, a partir de ese momento, el Movimiento Revolucionario 26 de Julio.
«En esta reunión, que duró aproximadamente entre siete y diez horas, Fidel nos expuso los lineamientos del Movimiento. Nos leyó la carta de despedida al pueblo de Cuba, puesto que ya él estaba próximo a partir al exilio de México para preparar la insurrección armada. Nos informó también del viaje que pensaba hacer a los Estados Unidos siguiendo la misma ruta que en el siglo pasado siguió José Martí (…)».



















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