¿Dónde se definen las generaciones? ¿En el escritorio de quien delimita alcances a su antojo ideológico, o en la acción que define alcances que trascienden a la anécdota?
La generación del 68 no la definieron los reformistas, porque ya para entonces, el reformismo honesto de Saco y el deshonesto de otros, habían sido definitivamente quebrados con la disolución de la Junta de Información. La generación del 68 la definieron quienes se lanzaron al monte, machete en mano, sin permitirse reconciliación con quienes hablaban de ella mostrando el yugo.
La generación del 95 no la definieron los autonomistas. Esos que pretendían no estar con los colonialistas, pero tampoco con los revolucionarios. Los que le huían a la radicalidad porque no la veían como raíz, sino como extremo. Como si fuera posible un término medio entre soberanía y sojuzgamiento. El pretendido ajeno a la agenda de las potencias que rapiñan pero, al final, quisiéranlo o no, sirviendo a la agenda de las potencias que rapiñan y pretendiendo en el discurso que los demás hagan como el avestruz para evitar que los descubran. La generación del 95 la definieron los que se lanzaron al monte, machete en mano, sin permitirse reconciliación con quienes hablaban de ella mostrando el yugo.
La generación del centenario no la definieron los auténticos. Esos que pretendían que la ruptura constitucional era solo capricho de un sargento y no síntoma de descomposición de una República burguesa neocolonial, incapaz en sí misma de andar erguida frente al poder que rapiña. La generación del centenario la definieron los que se lanzaron contra un cuartel, fusil en mano, sin permitirse reconciliación con quienes hablaban de ella mostrando el yugo.
En Cuba, las generaciones no las han definido los sietemesinos del derrotismo colonial, aquellos que creen que somos demasiado pequeños para pretender cambiar al mundo desde aquí.
En Cuba, las generaciones las definen los que ven la Isla sobre el yugo batallando por Nuestra América y de allí, la humanidad toda. Los que ven la política como el ejercicio público de la ética, como hemos visto en estos días de un lado, la de los que salvan. Del otro, los que nunca han logrado definir generación alguna, terminan como los de antaño, buscando el pago de la potencia que rapiña, en oro real o simbólico, cuando solo lo recibirán en espintrias.
Más allá de las ilusiones confortables, la aspiración de la Revolución, junto a todo su sacrificio, es la única digna de nosotros y de nuestra historia. En esta hora de los hornos para la humanidad, si Martí nos viera, cuánto orgullo sentiría al ver, en la frente de todos sus hijos, la estrella que ilumina y mata. La estrella que portan todos esos médicos cubanos salvando al mundo, demostrando que, al final, no se trata de reconciliaciones imposibles entre explotados y explotadores, sino de toda la justicia que Cuba representa.
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Guido dijo:
1
6 de abril de 2020
07:26:05
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