Que la capital de todos los cubanos, con sus 500 años de historia, siga siendo la musa de poetas y pintores, implica hacer de ella un espacio donde los desechos no formen parte del paisaje.
Todos deseamos que la belleza de esta urbe, que inspirara a Carpentier y a Lezama, a Portocarrero y a Los Zafiros, no sea lastimada por la fetidez o la basura, como expresión de un descuido que no pocas veces hemos justificado con la falta de medios para hacer sostenible la limpieza.
Por ello, el enorme esfuerzo que se ha venido haciendo para recuperar edificaciones y espacios públicos, demanda además repensar el escenario integralmente, desterrar la indisciplina social, la indolencia y el falso criterio de que el problema es insalvable o es responsabilidad de otros.
En la clausura del 4to. periodo ordinario de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el pasado mes de diciembre, el Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, alertaba: «¿De qué valen las obras por los 500 de La Habana, que han engalanado a la capital, si la higiene de la ciudad vuelve a desaparecer entre montañas de basura?».
Precisamente, de la crítica realizada por el Jefe de Estado, se deriva el movimiento popular «Por una Habana más bella, limpia y saludable», una iniciativa que busca, desde la comunidad, crear conciencia sobre la importancia de preservar los espacios públicos y cuidar su limpieza.
Multas vs. indisciplina
El Gobierno capitalino decidió, a partir del 1ro. de marzo, implementar un grupo de medidas organizativas, en las que se deja claro que cada entidad es responsable de la higienización y embellecimiento permanente de sus establecimientos, incluyendo su entorno perimetral.
Además, se fijan los horarios (de 6:00 p.m. a 10:00 p.m.) para depositar los desechos domésticos en los puntos de recolección, y la indicación de imponer multas de hasta 1 500 pesos a quienes violen esto.
Por otra parte, las entidades estatales o las personas que realicen acciones constructivas en sus inmuebles, deben tener en cuenta el destino final de los escombros. Al respecto, se especifica que estos podrán situarse en los puntos que indiquen los consejos populares.
Para estos casos, existen otros mecanismos. Quienes residan en los municipios de Centro Habana y Habana Vieja tendrán la posibilidad de contratar el servicio de recogida a la empresa Aguas de La Habana, y los del resto de la capital podrán hacerlo con la Dirección Provincial de Higiene.
Quien no lo tenga en cuenta, se expondrá a una multa que puede ascender a 3 000 pesos.
El movimiento convocado por el Partido, el Gobierno y las organizaciones de masas habaneras, también comprende que quienes tengan la necesidad de realizar acciones en las que se dañe el pavimento, las aceras, los jardines u obstaculice la vía, estarán obligados a solicitar el permiso a la autoridad correspondiente y restablecer los espacios afectados a su estado original.
La violación de lo dispuesto será objeto de multa de hasta 2 500 pesos. Asimismo, quienes –en su tránsito por avenidas, calles, parques o áreas comunes– arrojen basura fuera de las papeleras, cestos o depósitos, también podrán recibir multas.
Una medida necesaria
A pocos días de que las nuevas medidas entren en vigor, Granma salió a la calle en busca del criterio de la población y de algunos de los organismos encargados de implementarlas.
«Es una decisión necesaria, que hacía mucha falta», opina María de los Ángeles Diéguez, del municipio de Diez de Octubre. «Me parece muy bien que se tomen medidas con los inescrupulosos que tiran la basura dondequiera», coincide Bárbaro Sánchez, de Playa.
Pero, ¿no había desde antes, regulaciones y multas contra este tipo de indisciplinas? ¿Qué cambia con esta iniciativa impulsada por el Gobierno y las organizaciones de masas de la urbe, que le auguren una suerte distinta?
Con estas dos interrogantes, nuestro diario llegó hasta la Dirección de Servicios Comunales de La Habana. En ella, Reinier Arias, subdirector general, explica que, ciertamente, el nuevo documento dispuesto por las autoridades de la capital viene a regular algo que ya existía, sin embargo, la cuantía de las multas era muy baja.
Por ejemplo, por arrojar al suelo un cucurucho de maní, un papel o un barquillo de helado, el monto era de apenas cinco pesos. En cambio, ahora oscilará entre 150 y 300.
El funcionario destaca que, por otra parte, la entrada de tres donativos procedentes de Japón, Austria y China, con más de 200 equipos y un valor superior a los 30 millones de dólares, le permite al sector de comunales responder en mejores condiciones a estas disposiciones.
«Años atrás no hubiéramos tenido cómo enfrentarlo, pero hoy contamos con las posibilidades objetivas para asumir lo que nos exigen la dirección del Partido y del Gobierno de la ciudad».
Incluso, en medio de las limitaciones que sufren muchas actividades con la disponibilidad de combustible, asegura que Comunales ha tenido un tratamiento diferenciado.
«Mientras otros sectores han tenido restricciones en el tema energético, nosotros hemos sido protegidos, por la importancia de la labor que realizamos», afirma Arias.
En cifras, significa recoger y trasladar diariamente los 23 800 metros cúbicos de desechos que generan más de 2,1 millones de habitantes de la urbe, y una población flotante de alrededor de 500 000.
Según el directivo, tampoco hay dificultades con los contenedores de basura o con la fuerza de trabajo.
En cambio, reconoce que es insuficiente la cantidad de cestos, en sitios donde se reúne o transita gran cantidad de personas, como el malecón o La Rampa.
«Tenemos un proyecto con una empresa del Ministerio de Cultura y los materiales necesarios para fabricarlos, si Patrimonio lo aprueba».
Un corazón que nunca desmaye
Entre las cuestiones organizativas que entrarán en vigor a partir de marzo llama la atención que los responsables de la recogida de los desechos también pueden ser sancionados.
Sobre este punto, el Subdirector de Comunales aclara que se trata de una medida dirigida a las personas naturales. De ahí que hoy esté bien definida hacia lo interno cuál es la misión de cada uno de los equipos, la ruta por donde se mueve, y la dotación encargada de operarlo.
A modo de ejemplo, explica que, «de no recogerse el contenedor de un punto determinado de la ciudad, sabemos quiénes son los que debieron hacerlo, y esos compañeros recibirán la multa».
En todos los casos, el directivo señala que serán los inspectores de la Dirección Integral de Supervisión los encargados de actuar contra aquellos que violen las normas.
Convencido del peso que tienen los miles de trabajadores del sector en el éxito de esta tarea, Reinier Arias advierte que esta no puede ser solo una batalla de Comunales y que, sin el apoyo de la población, será imposible el sueño de una ciudad limpia.
Así también lo cree Aracely Álvarez, quien reside en el municipio de Playa. «Hace falta que la gente tome conciencia, porque de lo contrario, no hacemos nada», dice.
Yunia Acuña, de Marianao, coincide en que «la indisciplina social es muy grande. Muchas veces usted ve que pasa el carro y a los cinco minutos empiezan a aparecer otra vez las jabas de basura».
Sin duda, el escenario que el Gobierno de La Habana se ha propuesto cambiar, además de carros colectores y cestos, y del buen desempeño de los trabajadores de Comunales y de los inspectores, demanda una buena dosis de cultura cívica.
Y, junto a ella, mucha constancia, para que a la vuelta de unos meses el movimiento que ya ha comenzado a gestarse en los barrios capitalinos no se diluya, ni pierda sentido el reclamo del Historiador de la Ciudad, Doctor Eusebio Leal Spengler: «Tenemos que tener ojos para ver la maravilla y un corazón que nunca desmaye».
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Jesús Guanche dijo:
1
28 de febrero de 2020
03:53:15
Jorge dijo:
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28 de febrero de 2020
08:30:19
Carlos dijo:
3
28 de febrero de 2020
09:20:18
joseraPH dijo:
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28 de febrero de 2020
10:20:30
Ernesto dijo:
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28 de febrero de 2020
13:59:19
ALBERTO CANTALLOPS dijo:
6
28 de febrero de 2020
15:03:22
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