Apenas despunta el día cuando salen de sus hogares. No existe diferencia entre uno y otro sexo porque tanto hombres como mujeres han hecho de la producción de carbón un oficio, una herencia familiar, un modo de vida.
Tras cada saco de este combustible vegetal, producido con el marabú como única materia prima, y mediante un proceso que es prácticamente completo fruto de la manufactura, se esconden rutinas únicas que hablan de humildad y sacrifico. La existencia de familias dedicadas al oficio nos hace pensar en él como una tradición que se transmite de una generación a la otra, asimismo, forma parte del acervo cultural de quienes viven en varias zonas rurales del municipio de Jobabo, al sur de este territorio.
La excepcionalidad de este proceso productivo, que se muestra en toda su extensión en la comunidad de Palo Seco, ha hecho posible que hoy la Empresa de Producción de Carbón Vegetal Flora y Fauna trabaje en un proyecto que permitiría convertir a la del carbón en una ruta turística, similar al caso del café o el cacao, según informó recientemente el semanario local 26; una contribución a la búsqueda de alternativas novedosas que aporten a la economía del país.
Pero, ¿qué puede verse en esa ruta?, ¿qué procesos tienen lugar allí?, ¿cuáles son las singularidades de la vida de los y las carboneras? Algunas de esas interrogantes las responde hoy Granma.
«Este es un trabajo duro, pero no mata, ennoblece»
A lo lejos se escucha la motosierra y, viendo el marabú que se alza a ambos lados del camino, cabe preguntarse cómo llegar hasta el lugar desde donde el sonido anuncia la presencia de carboneros. Lo intentamos por un sendero, pero minutos después las condiciones del terreno nos indican que no podemos seguir por allí. Más adelante, un canal natural nos corta nuevamente el paso, pero esta vez troncos irregulares colocados a modo de puente nos permiten cruzar.
Unos 500 metros adelante encontramos a dos hombres, aunque trabajan sin descanso, están visiblemente agotados y sudan a raudales. Con ellos descubrimos el primer punto de esta ruta: identificar un área para cortar la leña necesaria, en dependencia del tamaño del horno que se vaya a construir.
«La vida del carbonero es dura y sacrificada, porque cada saco de carbón necesita como 20 actividades. Lo primero es picar el marabú en dependencia del tamaño del horno, de ahí limpiar el claro donde lo vas a hacer y después comenzar a armarlo».
Así explica Ricardo Nieves Ramírez, uno de los hombres que trabajaba a nuestra llegada, y cuyo apellido es conocido por pertenecer a una familia de carboneros.
«Desde donde nosotros vivimos hasta aquí hay como cinco kilómetros –continúa– y casi siempre venimos a pie, aunque a veces la empresa nos pone un tractor. Las aguas de estos últimos meses nos dificultan la llegada hasta aquí y también nos han echado a perder gran cantidad de carbón. Pero lo que sí yo le puedo decir es que este es uno de los mejores carbones del país. Yo estoy en edad de retiro, pero mientras pueda sigo haciendo carbón».
Desde muy cerca lo observa con respeto y admiración el otro hombre, que en instantes se identifica como su hijo, Yulierkis Nieves Figueredo y que, junto a otros tres hermanos, acompañan a su padre en esta tarea.
«Aquí cada quien hace algo, yo mismo soy motosierrero –explica–. Cada vez que hago carbón lo quemo, el que sabe de eso es el viejo mío. Yo tengo una labor complicada, porque pueden suceder accidentes, hay que tener mucho cuidado. Hay que sacrificarse bastante, a veces tengo que caminar largas distancias con la motosierra al hombro, pero no es imposible. Yo veo jóvenes por ahí que no trabajan y yo no entiendo eso, porque el trabajo, por muy duro que sea, no mata a nadie, al contrario, ennoblece, por eso yo hago este oficio con mi papá y mis hermanos».
«Oiga, periodista, si quiere ver un horno la llevo a uno que tengo casi listo». El hombre que dijo estas palabras y que sirvió de guía en el recorrido es Alcibiades Nieves Ramírez. Mis entrevistados anteriores son su hermano y su sobrino.
«Desde el año 2000 nos vinculamos al carbón –comenta mientras andamos por un angosto sendero que me parece casi interminable–, prácticamente toda la familia se dedica a este oficio y esperamos seguir haciéndolo mientras la salud nos dé para eso. En esta zona de Palo Seco hay mucho marabú, lo que hay que hacer es seleccionar el que esté bueno para cortar».
Veinte minutos después llegamos a un claro donde se alza el horno y me recuerda a una de las fogatas que hacíamos en nuestras acampadas pioneriles, pero mucho más grande.
«Este lo hicimos mi esposa y yo –dice Alcibiades–. Se coloca la guía, que es ese palo que usted ve en el medio, después se le va acomodando la madera que vamos a quemar y se tapa abajo con basura y arriba con yerba. Una vez que prende pueden pasar entre siete y diez días, pero hay que voltearlo varias veces».
El carbonero explica también que cuando el carbón está listo, se acarrea hasta el terraplén, donde lo recoge un tractor de la empresa. Lo que viene después ya no depende de ellos, el carbón acopiado va hasta la beneficiadora ubicada en la cabecera municipal. Allí, se separa de las impurezas, de la carbonilla, y se ensaca para cargarlo en contendores.
Osdelio Rodríguez Pérez, director de la ueb Carbón Las Tunas, explicó a Granma que las intensas lluvias de septiembre y los primeros días de octubre afectaron mucho la producción. «Se nos quedaron en el campo mojadas o en el fango cerca de 200 toneladas de carbón, pero aun así concluimos el mes pasado con 300.
«Ahora hemos adoptado una serie de medidas organizativas para poder recuperar el plan dentro de lo posible. Hoy es Palo Seco el polo más productivo que tenemos, por eso estamos concentrando allí todas las motosierras y una buena parte del combustible que se nos asigna. Hemos llevado para esa zona un tractor con una carreta para el movimiento de los trabajadores, les estamos habilitando un comedor y llevamos para allí parles, para levantar el carbón del suelo y evitar que se moje. Algo parecido hemos hecho en el Corojo, otro sitio de mucha producción», concluyó.
«Entre espinas flores»
Un verso martiano fue lo primero que me vino a la cabeza cuando conocí a Crucita Zamora Arzuaga y a Silvia Utria González, dos mujeres, vinculadas también a la familia Nieves por medio del amor, y carboneras.
Ellas forman parte de un amplio grupo de mujeres que en Jobabo también han elegido este como su oficio, una hermosa singularidad que, sin duda, le imprime a esta ruta la fortaleza, valentía y entrega de las cubanas.
«Yo sé armar sola los hornos, mi esposo me tira la leña y yo la voy acomodando, los tapamos con yerba o con basura y después los quemamos y si al otro día tenemos que hacer otro, lo hacemos y así. Yo siempre he hecho carbón. Toda nuestra familia se dedica a eso. Nosotros nos vamos a la cinco de la mañana, regresamos sobre las 11 y por la tarde mi esposo regresa a voltear los hornos y vira ya por la noche», cuenta Crucita.
Silvia, por su parte, explica que lleva más de diez años trabajando con su esposo en este oficio. «Hubo una época en que yo hasta beneficiaba. Nosotros nos ayudamos el uno al otro, lo hacemos todo juntos. Hacer carbón no es tan sencillo, hay que saber para que salga con calidad, pero esto fue lo que yo aprendí, este es mi trabajo».
Así se hace el carbón, más que nada con calor humano, ese que prende mejor que cualquier palo de marabú. El de carbonero es un oficio que merece ser visto de cerca y que, sin duda, despertará siempre respeto y admiración entre aquellos que decidan seguir la ruta por la que diariamente transita cada uno de ellos.
En contexto
El carbón vegetal, como otras producciones cubanas, también se ve afectado por las políticas del Gobierno de Estados Unidos contra nuestro país. En septiembre de este año, bajo el amparo del Título iii de la Ley Helms-Burton, fue demandada Amazon, la tienda online más grande del mundo, por la venta de carbón de marabú cubano.
La producción de carbón vegetal se ha incrementado de forma paulatina en el país. Por ejemplo, solo el Grupo Empresarial de Flora y Fauna logró más de 15 000 toneladas al cierre de 2017 y sostiene proyectos para llegar a cuatriplicar esa cifra.
La producción de carbón es una alternativa para enfrentar la población de marabú que azota a nuestros campos. Una respuesta a la crítica realizada a esta situación por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, cuando el 26 de julio de 2007 expresó: «(…) todo está verde y bonito, pero lo que más bonito estaba, lo que más resaltaba a mis ojos, era lo lindo que está el marabú a lo largo de toda la carretera».
De acuerdo con un estudio de la fao, una industria de carbón vegetal puede ofrecer, tanto a las grandes como a las pequeñas industrias, una alternativa al uso de los combustibles fósiles; sus propiedades reductoras son también útiles en la separación de metales y puede utilizarse como combustible pulverizado para producir cemento.
Sin duda, el carbón vegetal constituye hoy una potencialidad promisoria para el fomento de rubros exportables que contribuyan al desarrollo de nuestra economía, una de las premisas que defiende hoy el país. En el mercado europeo, por ejemplo, una tonelada de carbón se cotiza a más de 300 euros.
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jose dijo:
1
21 de octubre de 2019
11:13:07
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