ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
En la finca del campesino Ignacio Noda, nunca se ha renunciado al uso de la tracción animal. Foto: Ventura de Jesús García

Jagüey Grande.–La finca del campesino Ignacio Noda valida la máxima de que los bueyes están entre los mejores amigos de quienes trabajan la tierra.

Sobre todo en nuestras condiciones, cuando «el zapato aprieta», comenta el destacado productor, quien se complace en decir que nunca ha renunciado al uso de la tracción animal, que poco a poco se ha ido convenciendo de su utilidad, y lo único que lamenta ahora mismo es no disponer de un mayor número de yuntas.

Y manifiesta tener motivo de sobra: «Cuando un campesino tiene a mano varias yuntas de bueyes, se puede dar el lujo de dormir tranquilo y olvidarse de los tiempos malos y de las sequías».

Sembrar la comida

San José, una porción de tierra rodeada de plantaciones citrícolas, en las inmediaciones del asentamiento poblacional de Crimea, en Jagüey Grande, fue un lugar casi desconocido hasta que Ignacio Noda lo convirtió gradualmente en una de las fincas más prósperas de la región.

Con el apoyo de su familia y de unos pocos jornaleros, este sitio perteneciente a la cooperativa de créditos y servicios Vicente Ponce Carrasco ostenta la distinción Triple Corona de Excelencia Nacional, la mayor que otorga el Grupo Nacional de la Agricultura Urbana.
Noda es un campesino paciente, que dedica la mayor parte de su tiempo a garantizar la comida de los animales. «Eso es lo más importante», dice.

Reconoce que gracias, en buena medida, a esa premisa la finca ha alcanzado muy buenos resultados tanto en la producción de leche como en la ceba de cerdos y de toros.

Explica que en la cooperativa la mayor parte de la producción se prevé en cierto modo por lo que pueden garantizar los bueyes en la preparación y siembra de la tierra. Tiene mucho que ver con la vitalidad de las áreas donde aseguran la comida.

Comparado con el tractor, los bueyes no son una limitante como algunos creen, pues está el aspecto del costo, el combustible y de las piezas para la maquinaria, reflexiona.

«Todos los días, contra viento y marea, llueva, truene o relampaguee, entregamos a la industria como mínimo 300 litros de leche. Pero para lograr eso a las vacas no les puede faltar la comida ni el agua.

«Es una leche de primera calidad, por las buenas prácticas de ordeño y porque disponemos de un termo refrigerado que garantiza la conservación del producto hasta su traslado a la industria procesadora», plantea este campesino.  

En su opinión, el punto fuerte está en el cultivo del forraje: «Tenemos sembradas varias hectáreas de caña, king grass, hierba de guinea, moringa, tithonia y morera. A partir de ahí y con el uso de dos máquinas moledoras hacemos un pienso criollo que los animales digieren con mucha facilidad».

Tampoco en los potreros los animales están abandonados a su suerte. «Rotamos a los animales por unos 30 cuartones. De ese modo consumen el alimento y se desplazan menos. Es un eficiente sistema para controlar la calidad del pasto».

Su propia experiencia empieza a indicarle que no basta con hacer las cosas bien durante un tiempo. «Esta es una tarea diaria y agotadora, pero es la mejor cosa que podemos hacer para enfrentar la sequía. La ganadería es un trabajo duro, hay que estar siempre junto a los animales, sin descanso, de noche y de día, todo el año».

La ceba de animales

El otro fuerte de la cooperativa es la ceba de toros y de cerdos, actividad a la que está destinada el mayor por ciento de las tierras.
«En estos momentos contamos con un total de 200 cerdos y unas 20 reproductoras. Cada año entregamos alrededor de 150 toros de un peso cercano a los 400 kilogramos, y más de 350 cerdos de más de 90 kilogramos».

Al desandar la finca, se pueden apreciar además sembradíos de frijoles, yuca, malanga y otros cultivos, lo cual confirma la condición de productor integral de Ignacio Noda.

Aquí aprovechamos todos los espacios, no hay un pedazo de tierra sin utilizar, dice mientras nos señala hacia un área cercana a la casa de familia donde se observan guanajos, conejos y gallinas, tarea de la cual se encargan, de manera especial, su madre María y su esposa Mirta.

Se trata de una agricultura familiar sostenible, donde los jornaleros contratados perciben alrededor de 3 000 pesos al mes, y una finca donde se demuestra la eficiencia en el uso de la tierra y el aprovechamiento de la tracción animal.
Ignacio Noda es un campesino convencido de que el mayor desafío de quien decida dedicarse a la cría de animales es saber que lo primero, la clave, es sembrar la comida.

«El productor no puede estar pendiente de si llegó el barco con el pienso, esa es una mala costumbre. El peso de la comida tiene que ir por uno».

Los resultados de la finca demuestran que los bueyes son de los mejores amigos de quienes trabajan la tierra. Sin duda alguna, la tracción animal es una valiosa práctica que en la agricultura debe mantenerse, más allá de la actual situación energética por la que atraviesa el país.

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A Machado dijo:

1

26 de septiembre de 2019

11:58:12


Excelente trabajo ejemplos como este deben seguir apareciendo todos los días en la prensa pues lo único que puede hacer a un país grande es el trabajo y la juventud tiene que estar consiente,las cosas buenas en cualquier parte del mundo requieren mucho esfuerzo y dedicación gracias