Con la mirada cansada o la nariz saturada de polvo, y con las manos prestas para lidiar con los documentos más longevos –en los que a veces resulta imperceptible la letra, pero donde se encuentran los «mensajes ocultos»–; sin importar lo extenso de la investigación, la cantidad de fuentes a emplear o cuántas veces haya que comenzar de cero ante una nueva información; a pesar de los obstáculos, los historiadores no se rinden hasta encontrar la verdad sobre un hecho o personalidad.
El estudio constituye la máquina del tiempo que les permite viajar al pasado, conocer a los héroes y traer su legado al presente para que las nuevas generaciones conozcan, honren de dónde vienen y así puedan decidir sabiamente a dónde quieren llegar. Con paciencia, dedicación y responsabilidad tienen la misión de rescatar los valores enraizados en la historia nacional.
«El pasado tiene una función social», opina Mario Juan Valdés Navia, presidente de la sección de base de la Unión de Historiadores de Cuba (UNIHC) en el Centro de Estudios Martianos, quien expresó que la capacidad de mirar hacia adelante la otorga conocer los orígenes, quiénes nos antecedieron, qué hicieron y cuáles fueron los valores que guiaron sus comportamientos, lo que hoy llamamos identidad nacional, para así poder vivir en consecuencia con ese trayecto y trascender en él.
«Para la Guerra Necesaria Martí analizó todo lo que falló en la del 68, para evitar cometer los mismos errores, así lo hizo también Fidel en su tiempo. En todas la épocas es imprescindible mirar atrás para poder avanzar», agregó Valdés Navia.
Pero no se trata solo de aprendizaje. Milena Guilarte Sáez, licenciada en Historia, dice que el estudio de esa especialidad le ha permitido incrementar la capacidad de comprensión y análisis no solo de los elementos del pasado, sino también de muchos otros aspectos que son aplicables para la vida cotidiana; «por eso creo que somos intelectuales del presente capacitados para entender, proponer y proyectar soluciones», expresó.
Ese es uno de los aspectos que fascinan a quienes se dedican a este mundo: la posibilidad de comprender fenómenos que explican la realidad presente, o que pueden estar ocurriendo hoy, porque la historia se escribe todos los días y no solo con los grandes acontecimientos. ¿Qué condiciones, entonces, debe reunir un hecho para convertirse en histórico?
María Caridad Pacheco González, secretaria de Divulgación y Relaciones Públicas de la Unihc, nos explica que un acontecimiento pasa a la historia fundamentalmente por la importancia que posea para la colectividad y su impacto en la vida de las personas. Hay eventos de gran significación para la nación y otros de relevancia solo para una localidad, pero ambos forman parte de la historia del país y de su gente.
Reconstruir ese tejido es la labor paciente de los historiadores, quienes hurgan en cada huella, en cada vestigio por pequeño que sea. A veces cuentan con el privilegio del testimonio de los protagonistas, pero en otras ocasiones solo tienen a su disposición los fragmentos dispersos en alguna publicación, un documento oficial, una fotografía... Pero si relevante resulta el proceso cuando está concluida la investigación, ¿cómo lograr que los demás se adentren en ella con la misma pasión que quienes la escriben para los libros?
Llevar la historia a las nuevas generaciones de una forma más atractiva es uno de los retos que enfrentan los historiadores, considera José Antonio Bedia Pulido, investigador del Equipo de Investigaciones Históricas del Centro de Estudios Martianos. Es, además, necesario, pues se convierte en una forma de combatir la información errónea y a veces mal intencionada que es tan frecuente hoy debido a las posibilidades de las tecnologías.
Ayuda mucho que haya profesores que sean capaces de transmitirla con pasión, para que también se quede en los estudiantes el ansia de conocimientos y, al igual que proponía Félix Varela, desarrollen un pensamiento crítico, añade Mario Juan Valdés Navia.
Los historiadores debemos tener la capacidad de representar el hecho histórico, apunta Milena Guilarte Suárez. No se trata de echar a volar la imaginación, sino de llenar los vacíos informativos a partir de nuestra propia información y cultura, de manera que quien nos lea sienta que vive lo que se cuenta.
Nuestro deber es buscar lo más exacto y verosímil –agrega Bedia Pulido–, aunque trabajamos con las visiones que acerca de los acontecimientos tienen los testigos. Siempre estamos mediados por la subjetividad humana y, por tanto, tenemos como misión investigar temas poco abordados o encontrar otra perspectiva de un tema muy analizado siendo siempre fieles a la realidad.
Los archivos y bibliotecas se convierten, en ese propósito, en el espacio favorito, o mejor, en el punto de partida, pues muchas veces es allí donde se inician los esfuerzos en la búsqueda de lo que se ha escrito acerca de un tema, o para revisar si existen documentos originales de la etapa que se pretende analizar.
En ocasiones, la idea inicial del proyecto cambia a medida que se encuentran datos nuevos y se contrastan con otras fuentes, advierte María Caridad Pacheco, y como los documentos no siempre tienen toda la verdad, es recomendable adentrarse en el contexto del hecho, investigar el carácter de las personas involucradas e interactuar con otros historiadores que hayan indagado acerca del mismo tema. «Si se quiere ser un buen historiador hay que ser humilde».
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