ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Decenas de muchachos de la Cujae, como Rancel Vázquez San Martín y José Manuel Gandul, trabajan en la elaboración de fichas técnicas. Foto: Dunia Álvarez Palacios

Todavía el aire está sucio de polvo en muchos barrios de La Habana. Huele a dolor y a pesadumbre en ciertas esquinas donde el viento fuerte, en remolinos, se ensañó aquella noche con las casas y con la gente. Pero el paisaje va cambiando en la capital. A diez días del desastre, el panorama se presenta menos desolador, y los camiones que antes cargaban escombros, ahora trasladan gravilla, tejas de fibrocemento, bloques.

Ya se le ponen parches a las calles por donde pasó el tornado; ya vuelve a Regla, Guanabacoa y Diez de Octubre la luz eléctrica. Pero la otra luz, esa que emana de las ampollas en las manos y que se traduce en consuelo contra la soledad, siempre estuvo. Inmediatamente luego del siniestro, un ejército de jóvenes asistió a las zonas afectadas para ofrecer ayuda de todo tipo.

Sin ser convocados por nadie, acopiaron y entregaron donaciones, palearon escombros, hablaron con los que perdieron una pared o el uniforme del niño y también fueron compañía de quienes lo perdieron todo. Estudiantes, artistas, militares, cuentapropistas, atletas… otro tornado de buena voluntad que todavía alivia y edifica.

FCOM ES CASA

Desde la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana (FCOM) el estudiantado cubano se proyectó en función del activismo y de la ayuda humanitaria. Rocío Baró Guerra, profesora del Departamento de Ciencias de la Información, lanzó una iniciativa para contrarrestar el dolor de las personas afectadas. Con la red social Facebook como soporte, el llamado trascendió para convertir al centro en uno de los cuarteles generales de la ayuda. Tanto la comunidad, como el gremio universitario, se acercaron a estudiantes y profesores para dejar su donación.

«Con anterioridad ya la facultad había desplegado iniciativas como esta, sin embargo, creo que todos los que participamos en el proceso coincidimos en que ha sido la recogida más grande de donaciones que hemos hecho. Recibimos de otras instituciones, empresas, proyectos culturales, artistas, colegas, vecinos», afirma.

«El proceso de acopio duró toda una semana, y fue bastante complejo porque hubo que recibir, seleccionar, clasificar y agrupar en módulos las donaciones para que a la hora de repartir fuera lo más equitativa posible y poder ayudar al máximo número de personas. Se logró crear un equipo de trabajo en el que profesores y estudiantes trabajaron de conjunto y se solidarizaron con la situación».

Algunos de los protagonistas del humano gesto, en su mayoría estudiantes de los primeros años de las tres carreras de la Facultad, ofrecieron sus testimonios a Granma, siempre desde la timidez que supone el reconocimiento cuando se hace algo por lo que no se espera premio alguno. Tal es el caso de Cristian González Castro, estudiante de segundo año de Comunicación Social.

«Fue una semana de mucho ajetreo. Todos los que pudimos nos quedamos hasta muy tarde en la facultad clasificando las ropas y la comida o recibiendo a las personas que llegaban a donar. Esto hizo que llegaran muchas personas. Recuerdo la anécdota de algo que le sucedió a una profe de aquí, a la que un niño del barrio le dio un CUC para que “los damnificados se compraran algo”. Aquello nos partió el corazón a todos», dice.

Lia González Arango, estudiante de primer año de  Ciencias de la Información, comenta que la experiencia fue increíble porque demostró que la solidaridad es un valor latente en la juventud y el pueblo cubanos.

«Hubo personas que trajeron los mandados de la bodega; una señora trajo una maleta con ropa de niño, lavada y planchada. La gente venía de todos los municipios de La Habana y hasta de otras provincias. Aquí llegaron estudiantes de la universidad de Holguín para aportar».

También desde las aulas llega el testimonio de Ania Hernández Quintana, profesora titular de Ciencias de la Información, quien, con más juventud acumulada que el resto, habla de aquellos días desde el orgullo que siente por sus pupilos y con esa humildad propia de nuestros maestros.

«Todo fluyó desde la espontaneidad. La única traba que tuvimos fue física, porque no teníamos otro lugar donde colocar las cosas», refiere.

La profe asegura también que los estudiantes no se limitaron a entregar los cientos de libras de donaciones que lograron reunir. «Ellos querían ayudar a cualquiera que veían con una pala en la calle. Querían quedarse a acompañar a las personas que se quedaron solas en medio del desastre. Fue impactante». También dice que la Facultad se vale de un hashtag, #FCOMescasa, para significar la cercanía y el amor de los que desandan sus pasillos. «Yo creo que eso resume un poco lo que sucedió: FCOM fue una casa a disposición de La Habana», asegura.

REGALANDO ARTE

Otro sector que fue perfectamente distinguible entre el mar de manos amigas dispuestas a colaborar, es el de los artistas. Desde Fábrica de Arte Cubano y del Instituto Superior de Arte (ISA) se movilizaron transportes para trasladar personas y donaciones hacia las zonas afectadas. Asimismo, la Asociación Hermanos Saíz (AHS) resultó uno de los puntos clave para la organización de las tantas brigadas dispuestas a ayudar.

Uno de sus miembros, Rolando Boet, vicecordinador de La Madriguera y defensor a ultranza del teatro cubano, afirma que los artistas fueron en un inicio a calmar las necesidades materiales y a trabajar, pero el alimento espiritual estuvo a pie de obra cada día.

«La gente estaba muy necesitada no solo de apoyo material, sino de aliento, y eso lo probó nuestra presencia. No era solo llegar con los donativos, lo que al principio generó un clima de tensión, sino llegar con el espíritu aquel de “vinimos a ayudar”», comenta.

«Poco a poco nos organizamos y entendimos que el objetivo era llegar a todos. Yo creo que esa humanidad la aprendimos de Fidel. Para mí, Fidel ha sido esa escuela de solidaridad que uno sigue. Por eso la gente reaccionó así, porque nosotros somos los más solidarios del mundo. Todavía los artistas llaman aquí a la AHS para proponer proyectos, para donar».

DESDE LA CUJAE

En los municipios más seriamente afectados por el fenómeno meteorológico las manos no alcanzan para cuantificar los daños y diagnosticar, desde el punto de vista constructivo, cada casa. El Estado asiste con los materiales a todos los damnificados, pero se necesita una ficha técnica que regule la cantidad a entregar de cemento, de impermeabilizante de techos, etc.

En esa tarea están inmersos desde el comienzo de la fase recuperativa decenas de muchachos de la Cujae, como son los casos de Rancel Vázquez San Martín y José Manuel Gandul, estudiantes de quinto y cuarto años de Ingeniería Hidráulica y Arquitectura, respectivamente.

Cuando interrumpimos su faena, ambos desandaban la calle Blanquizal en el municipio de Diez de Octubre, y estaban a punto de visitar a un señor cuya vivienda estaba en pésimas condiciones. Afuera, en el portal, dos hombres cortaban unos troncos para apuntalar los techos.

«Nuestro trabajo ahora mismo es hacer el diagnóstico de las casas con afectaciones en las diferentes zonas para dar una relación en la Oficina de Trámites donde se les entregan los materiales a los damnificados. A nosotros nos dan una lista con las direcciones donde viven los afectados y lo que hacemos es venir y hacer la ficha de las viviendas que no han sido vistas por ningún técnico o especialista. Aunque sea anotando siento que ayudamos», dice Rancel a la vez que mira en derredor. En su frente, un par de arrugas se asoman, como respuesta al fuerte sol del mediodía y a lo desaliñada que se presenta la vista del barrio.

José Manuel, por su parte, enumera varios casos que recuerda en el tiempo que lleva colaborando con los municipios de Regla y Diez de Octubre.

«No estamos limitados para nada. La universidad se ocupa de la organización del trabajo que hacemos aquí, pero tenemos la libertad de venir a ayudar por nuestra cuenta. Yo vine desde el primer día. Hoy mismo visitamos a un señor que perdió su taller de carpintería. Todo es muy duro; por lo que me comentan los vecinos y él mismo, esta era su razón de ser», dice.

Luego de la pesquisa a la vivienda situada entre las calles Mangos y Remedio, los estudiantes se retiran a la oficina. «Nos están localizando», dice uno. En el acto les ofrecemos una «botella» para de alguna forma cooperar y, de paso, seguir charlando. El carro zigzaguea bastante antes de salir a la calzada de Diez de Octubre, porque, aunque la vida del territorio toma su ritmo, en la calle aún se avistan grúas y camiones y personas trabajando.

De regreso, unos versos del enorme poeta cubano Eliseo Diego se repetían en mi cabeza, azuzados por las imágenes que pasaban fugaces y que se encuadraban en la ventanilla del auto. Poco a poco íbamos dejando atrás la barriada de Luyanó.

«En la Calzada más bien enorme de Jesús del/ Monte/ donde la demasiada luz forma otras paredes con/ el polvo/…».

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.

zailys dijo:

1

8 de febrero de 2019

02:45:00


me ha hecho llorar. el ninito del cuc y todos los sentimientos y actitudes de generosidad y tantas cosas buenas que tiene nuestro pueblo….SOMOS CUBANOS, NO PODEMOS SER DIFERENTES...como dice la canciòn..... Y NOSOTROS...POR NUESTRA PARTE...ORGULLOSOS DE SER CUBANOS !!!!!!