La estirpe de los azucareros cubanos nuevamente está a prueba. No les queda sino aprovechar al máximo todas las posibilidades en la actividad agroindustrial si quieren revertir los negativos resultados fabriles de la pasada zafra, cuando la naturaleza les jugó una mala pasada.
Hace pocos días comenzó la molida por el central Argeo Martínez, de Guantánamo, que en su primera jornada de acciones molió al 103 % de lo planificado. Ojalá sea este un buen augurio en el inicio de la contienda, obligada a ser superior a la anterior.
Esta semana comenzó sus acciones el ingenio Majibacoa, de Las Tunas, y deben hacerlo el Cristino Naranjo y el Urbano Noris, de Holguín, y el Boris Luis Santa Coloma, de Mayabeque, como parte de la política trazada de adelantar, en la medida de lo posible, la entrada en funcionamiento de esas fábricas, que irán incorporándose gradualmente. Así, otros 12 se habrán sumado al concluir noviembre, 35 en diciembre y dos en enero del 2019, precisa en exclusiva a Granma el licenciado Liobel Pérez Hernández, comunicador institucional del Grupo Azucarero Azcuba.
Villa Clara es la provincia que más industrias tendrá moliendo en esta contienda, que como novedades cuenta con la incorporación de seis combinadas cañeras de alta tecnología, para sumar 257 de su tipo en los campos y la responsabilidad en el corte.
Y si hablamos de números positivos, satisface mencionar que se añaden 68 pelotones a los 13 que trabajaron en la zafra anterior, para un total de 334 tractores y 760 carretas en el traslado de la materia prima.
Asimismo, se abrieron diez frentes de corte con remolques y tractores, subraya el especialista.
Con estas dos fuerzas –dice– aumenta en un 12 % la capacidad para la transportación de caña, lo cual contribuye a evitar uno de los problemas que ha gravitado en la constancia de la molida.
A ese objetivo también contribuye la apertura de nueve centros de limpieza de la gramínea, que completan el centenar en marcha, con lo cual crece en un 10 % la capacidad de procesamiento de la caña.
El oído bien pegado a la tierra
Con un especialista de los ingenios a punto de arrancar sus máquinas conversamos hace varios días, por la validez del trabajo en la recuperación de piezas de repuesto. El ingeniero José Caballero Carballosa es el jefe de mantenimiento de la unidad empresarial de base central Majibacoa.
Primero se refiere a la encomiable labor de los aniristas, en aras de «evitar o minimizar el peor problema que surge en una zafra, el tiempo perdido, ya sea por falta de caña o por rotura del ingenio». Este trabajo −enfatiza− ha ayudado a que nos ubiquemos entre los tres primeros con resultados positivos, si bien el aporte de esa fuerza de permanente contribución traspasó su frontera natural, pues apoyaron a diez centrales de varias provincias con la recuperación de piezas de repuesto, fundamentalmente engranes y piñones de reductores de molinos.
Reflexiona acerca de esa cooperación, que tiene como primer provecho la sustitución de importaciones y poder iniciar la molida en fecha, así como que el mantenimiento sea menos gravoso y, por lo tanto, disminuya el costo de la tonelada de azúcar producida.
Caballero Carballosa señala que el efecto económico de las piezas recuperadas sobrepasa el medio millón de pesos.
Habla con total conocimiento quien resultara Premio Nacional de Mayor Impacto Económico y Social 2017, otorgado por la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores. Insiste en el tema del mantenimiento, actividad con no pocos tropiezos en cada campaña «porque se viola lo establecido y la consecuencia directa son las constantes roturas y paradas».
Me muero en el Rabí

Durante las dos zafras precedentes, el ingeniero químico

Eliecer Alfonso Pared fue el director de central más joven de Cuba. Su trinchera: el Jesús Rabí, del matancero municipio de Calimete.
En esta zafra deben moler 3 750 toneladas por día y aspiran en un futuro no lejano, con pocas inversiones y transformaciones, llegar a las 4 600, sin variar la cifra de trabajadores, enfatizó en declaraciones recientes a este diario.
Dicha meta −opina− constituye prueba fehaciente de una labor mancomunada, con predominio de jóvenes en puestos clave, asesorados por quienes han procesado muchas mieles. Todos presenciarán la conversión del Rabí, de ingenio mediano a grande.
Sus palabras transmiten optimismo. Subraya el papel de esa industria yumurina, con cultura sobre plantaciones cañeras y, por tanto, disponibilidad de materia prima para toda la contienda, lo cual «propicia el cumplimiento de los planes y poder trazar estrategias de crecimiento en periodos cortos de tiempo. Tan es así que el país decidió invertir en este central 72 millones de pesos de un crédito chino, con vistas a la construcción de una bioeléctrica para generar energía eléctrica a partir de la biomasa».
Comenta que todo no ha sido una panacea. También ellos atravesaron por problemas hace unos años, desmotivaciones, falta de fuerza de trabajo... Se les han ido incorporando noveles. «Empezamos a formarlos desde otra perspectiva, haciendo valer el principio de Albert Einstein sobre la crisis, de que no pretendamos que las cosas cambien si seguimos haciendo lo mismo. Nuestro consejo de dirección está integrado en un 52 % por jóvenes. Muchos de ellos son protagonistas en las tareas de mantenimiento, mayorean en el grupo técnico de diagnóstico, que se ha venido preparando en un central muy seguro en la molida», reflexiona.
Su siguiente consideración se relaciona con uno de los lunares demasiado visibles en la industria azucarera: el éxodo de técnicos y especialistas. ¿Habrá que descubrir nuevos métodos para inculcar el amor por una actividad de raigambre? Eliecer es el clásico ejemplo de que no hay que descubrir el agua tibia.
Cursaba el tercer año de la carrera de Ingeniería Química en la universidad de Matanzas y participó en una conferencia magistral que ofreció el delegado del azúcar en la provincia. Él y sus compañeros conocieron industrias y bebieron de la historia azucarera en el museo Smith Comas. Se comprometieron a realizar sus prácticas sociales en los ingenios Mario Muñoz y Jesús Rabí...
«Esa política de trabajo la ejercemos en el territorio y se ha puesto de ejemplo en muchos lugares. Al Rabí siguen llegando jóvenes que van enamorándose de un sector muy consagrado que se caracteriza por un alto sentido de pertenencia y al que me sumé para no partir. En el mejor sentido de la palabra, yo me muero allí».



















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