Punta Alegre, Ciego de Ávila.–Un día después de la tragedia dejada por los fuertes vientos y la penetración del mar, el 9 de septiembre del pasado año, Punta Alegre todo hedía a algo extraño, a sargazo podrido, a fango, a salitre, a no se sabe qué; a poco más de un año del evento hidrometeorológico, el mar, la preocupación de muchos y el esfuerzo de su gente traen otros olores.
Irma, el vendaval que quitó el sueño, desapareció techos y derribó paredes, obligó a transmutar la rutina de 6 350 habitantes y, por añadidura, también la del periodista que se llegaba hasta allá solo alguna vez en años distanciados, siempre con objetivos bien marcados que lo obligaban a recorrer los más de cien kilómetros que separan a la capital provincial del consejo popular Máximo Gómez (formado por las comunidades Máximo Gómez y Punta Alegre, distantes unos cuatro kilómetros una de otra).
Antes de Irma, no había muchas razones para llegarse hasta allá, como no fueran la fábrica de yeso, el sitio arqueológico Los Buchillones, la unidad empresarial de base dedicada a la pesca, o Centro 6, de Radiocuba –el de mayor potencia radiada de onda media en el país–, pero desde el día después allí cambió la vida.
A Punta Alegre voy y regreso, regreso y voy con fuerza cinco. Después de Irma he llegado hasta esa porción de tierra más veces que en los restantes 30 años de vida laboral, y eso obliga a relatarles, porque, aunque diste mucho de ser el idilio terrenal, hoy Punta Alegre es otro.
Si bien para unos la recuperación ha sido una bendición, para otros no, y esa realidad no la desconoce nadie, ni los vecinos ni el mismísimo general de cuerpo de Ejército Joaquín Quintas Solá, el viceministro de las far que tantas veces ha aterrizado allí y a quien suele escuchársele exhortar a que se evalúe cada caso y no hacer generalizaciones, porque «detrás de cada número hay una historia», como refirió en reciente visita.
Uno encuentra matices, explicaciones, como la de Yirmara Cruzata Álvarez –quien está a punto de vivir en lo que antes era una cuartería en el poblado de Máximo Gómez, y hoy es una hilera de casas confortables–, quien solicita albañiles para la terminación, «porque estamos paralizados», mientras reconoce que su esposo se desempeña en ese oficio, «lo que trabaja particular, por ahí, para ganar dinero». Fuerzas constructivas viajan todos los días más de cien kilómetros para restañar las heridas que Irma dejó.
Muy diferente es la trama de Markievis Ferrer Companioni, quien concluyó su vivienda «a pulmón, con mucha ayuda del Estado y esfuerzos que trascendieron las 12 horas de labor, junto a mi esposo y los albañiles».
O la de Laura Sánchez Díaz, quien en dos meses, con su esposo y un ayudante, dejaron casi habitable su nueva casa, siguiendo las instrucciones de especialistas de la ueb 2 Obras Varias Ciego de Ávila. «Esto es ponerse y ponerse, no hay otra manera», reconoció.
O la de Mesly Companioni Pérez, vecina de la calle F –la archiconocida avenida de Las Palmas–, en el poblado de Máximo Gómez, quien horas después de Irma comentó a Quintas Solá: «Aquí vivíamos en una cuartería y ahora levantaremos mejores casas. Ya la mía está a la altura del arquitrabe. Aquí nadie quedó desamparado».
Tampoco la casa de Damaris Morales Llanes, en la esquina de la misma calle, es un amasijo mohoso, como lo fue; ni la de Marcelino, quien a sus 76 años desterró los lamentos y siempre pensó que él podía remendar su casa; lo pensó y lo hizo, porque ya la reparó y «quedó como nueva».
Jorge Luis Garrido Vidal, presidente del Poder Popular en el municipio de Chambas, dijo a este rotativo que, como parte de la Tarea Vida, en los próximos días serán reubicadas las primeras familias del litoral hacia las casas Sandino, muchas de las cuales están en fase de terminación en el antiguo terreno deportivo, donde serán edificadas 60 viviendas de esa tipología.
Las facilidades temporales, construcciones para resolver en el momento, ya sea con recursos propios o con módulos que el gobierno reparte gratuitamente a las familias, van desapareciendo del cuadro representativo del consejo popular Máximo Gómez.
Del azote de ese huracán categoría cinco, de las últimas ráfagas, quedan huellas; es lógico, pero uno camina ambas comunidades y palpa una seguridad mezclada con mucho quehacer. Si un año atrás había 1 875 casas afectadas –el 87,6 % del fondo habitacional–, incluidos 625 derrumbes totales y casi todas las viviendas del litoral dañadas parcial o totalmente, hoy la realidad es otra, pues 1 096 ya fueron recuperadas.
Siempre hay pesimistas que se sientan a esperar, y optimistas que piensan que Irma vino a impulsar el mejoramiento del fondo habitacional del territorio. Así se contabilizan el levantamiento de casas fuertes y resistentes, en sustitución de las viejas de madera; el arreglo del policlínico, de los centros educacionales, la construcción de nuevos parques y la edificación de acogedoras viviendas donde antes había cuarterías de tablas.


                        
                        
                        
                    





    
    










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