
Juan González Ferrer, fundador de los Órganos de la Seguridad del Estado, cuenta hoy su historia desde el recuerdo presente. En Santiago de las Vegas, su ciudad natal, descubrió lo que era luchar por la familia y por el honor, entre tanta tiranía. Consiguió un empleo en el aeropuerto cercano a su localidad, y afirma que allí dio los primeros gritos de «¡Abajo Batista!».
En el año 1957, junto a su compañero Joaquín Gutierrez Sáenz, se incorporó de inmediato a las filas del Movimiento 26 de Julio y apoyó la causa con acciones de propaganda revolucionaria y enfrentamientos a la tiranía batistiana en territorio capitalino.
«Un día luego de la victoria de enero de 1959, Joaquín y yo recibimos una llamada telefónica del contrarrevolucionario Roberto Perdomo Díaz y él nos informó que estaba trabajando en el Palacio Presidencial con el entonces presidente Manuel Urrutia Lleó.
«Perdomo, en ese instante, se interesa por conocer nuestro estado laboral y al contestarle negativamente, propone una cita para comparecer en Palacio al día siguiente», destaca González Ferrer, y rememora lo sospechoso que le parecía el encuentro.
A Juanito le vienen a la mente dos palabras para definir todo aquello que vivió: traición y cobardía. «Los planes eran muy claros», confiesa Ferrer, y asegura que entre ellos se encontraban «asesinar al Comandante Fidel Castro Ruz, sabotear los principales centros del comercio en el país y apoyar la invasión norteamericana de 1961, costara lo que costara».
Al percatarse de la situación alertaron a los principales miembros del Movimiento de los supuestos planes. «Nos dirigimos al hotel Habana Hilton, hoy Habana Libre, donde Fidel estaba despachando; sin embargo, en ese momento, no logramos contactar con él», refiere el combatiente.
Conoce al Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, que se encontraba en el regimiento militar del Ejército Rebelde. «Le informamos rápidamente de los planes contrarrevolucionarios, catalogándolos de graves y este nos insistió en la necesidad de entrar en la organización contrarrevolucionaria para mantener al tanto a Fidel y a los moncadistas», destaca.
Al aceptar la orden de penetrar la conspiración; nació para Juan González el seudónimo de «Justo», y con él una serie de orientaciones para tratar de neutralizar al grupo de la contrarrevolución cubana, integrado por dirigentes políticos y simpatizantes de partidos, funcionarios de la embajada norteamericana en Cuba, supuestos comandantes como Plinio Prieto, entre otros miembros.
El periodo de 1960-1961 fue decisivo en la vida de González Ferrer, quien con sumo cuidado, pero con la convicción profunda de que ser revolucionario es dar la vida por la Patria hasta la muerte si es necesario, asumió la importante tarea y resultó herido en varias ocasiones.
A finales de 1960 ayudó a capturar un grupo de contrarrevolucionarios a los que les fueron ocupadas armas, bombas, cápsulas detonantes, dinamita y otros pertrechos, según reseña el periódico Revolución del 30 de diciembre de ese propio año.
Juanito colaboró, además, en la ocupación de la quinta columna contrarrevolucionaria que pretendía, entre otros planes, apoyar la invasión norteamericana por Playa Girón.
Disímiles reconocimientos avalan la ardua labor de Juan González Ferrer, quien a sus 82 años todavía siente que Cuba necesita de su servicio. Jubilado en el año 1991 por una enfermedad que le impidió continuar sus andares, dice estar agradecido por haber dado todo de sí para construir lo que hace más de 60 años se llama Revolución.
La lucha contra bandidos, el Escambray, misiones internacionalistas en Nicaragua, El Salvador, Guatemala,
Venezuela, El Congo, hicieron a este combatiente merecedor de condecoraciones de la Asociación Nacional de Combatientes, la Distinción «19 de abril», entre otras.
«Yo entendía que la Revolución lo era todo para mí», evoca Ferrer cuando ya no le quedan más palabras para describir las ganas de luchar y lograr el sueño de Céspedes y Martí, «por solo mencionar algunos de los patriotas que dieron su vida por la independencia de la nación».
Hoy, Juanito reconoce los años de entrega revolucionaria y de sacrificio. La añoranza por su esposa e hijos nunca se calmó en su corazón y ahora desde su hogar en el municipio capitalino de Plaza de la Revolución valora cada instante que tiene junto a la familia.
Para él, «conocer la historia es imprescindible. Las nuevas generaciones deben profundizar en ella para que en el futuro, la verdad y las ideas permanezcan, para que no se duerma el espíritu de libertad y justicia de los cubanos».
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Noel dijo:
1
8 de agosto de 2018
07:54:27
Fernando Castro dijo:
2
8 de agosto de 2018
08:21:44
Juan dijo:
3
8 de agosto de 2018
08:30:35
rafael g dijo:
4
8 de agosto de 2018
09:08:31
ulises dijo:
5
8 de agosto de 2018
10:49:55
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