HAY hombres que no mueren, que dejan de ser simples mortales para quedar irremediablemente en la historia. Hombres de pensamiento, de carácter, de pasiones y sacrificios que enaltecen la naturaleza humana y dan fe de cuánto podemos hacer como especie. Ernesto Che Guevara de la Serna es de esos.
No fue casualidad que su vida se tornara así. El asma lo acompañó desde siempre y lo hizo un luchador. Su padre se acostumbró a dormir en la cabecera de su cama y él recostado a su pecho aprendió a controlar los ataques.
No fue siempre a la escuela y daba clases en casa. Sin embargo, se hizo independiente y decidido. Practicó deportes y estudió Medicina. Cuentan los libros escritos sobre su vida, que iba con fiebre a los trabajos prácticos, pero que nunca se ausentó ni dejó de trabajar.
Durante mucho tiempo observó, y también sufrió la realidad latinoamericana. Sus viajes por la región lo ayudaron a saber por qué lado apostar y hacia qué propósitos dedicar su pensamiento político. Vio caer a la Guatemala del presidente Jacobo Arbenz (1951-1954), derrocado por un golpe de Estado orquestado y financiado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA); se interesó por la Revolución de Paraguay y visitó a Bolivia, entre otros países del área. En México conoció a los revolucionarios cubanos. Viajó en el yate Granma y desembarcó en la Isla. Luchó en la Sierra Maestra y se convirtió en Comandante. Ya era el Che en aquel entonces, también un jefe revolucionario, aseguran los que ahí estuvieron, con una disciplina extraordinariamente rígida.
A su madre le avisaron tres veces de su muerte. «Tres veces recibimos el desmentido y unas líneas tranquilizadoras. Envejecimos en esos dos años. Cada vez que conseguía un alivio al saber que estaba aún vivo, volvía a desesperarme recordando que las noticias tardaban en llegar».
Pero el guerrillero vivió muchos años más, al menos los suficientes para convertirse en Ministro de Industrias, en el impulsor de los trabajos voluntarios en Cuba, en conocedor de economía, en padre de familia, en político y sobre todo, en un transformador de la izquierda mundial.
Defendió todo lo que creía justo y supo guiar a quienes veían en él un líder. Fue al Congo porque esa guerra de liberación nacional también era de él. Sus experiencias le sirvieron en la gesta revolucionaria de Bolivia y aun así, puede que no le haya sido suficiente todo lo que hizo, cuando decidió dedicar su vida a los demás.
Hoy, después de 90 años, Ernesto Che Guevara no es simplemente un símbolo del siglo XX, es el escritor que dejó anécdotas de sus viajes y experiencias por América Latina y el mundo. Es el economista, el político, el marxista, el hijo, el padre y amigo. Es el hombre que se recuerda por sus ideas, sus convicciones y su internacionalismo. Al que sus seguidores han dedicado innumerables canciones y poemas. Es el paradigma que encarna el desinterés, porque como dijera Eduardo Galeano: «no guardó nunca nada para sí, ni pidió nada nunca. Vivir es darse, creía; y se dio».



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Guido J Llenas dijo:
1
15 de junio de 2018
13:08:07
Grace dijo:
2
15 de junio de 2018
13:53:00
rafael ruiz dijo:
3
15 de junio de 2018
19:50:43
Raiza Kozulina de Rusia dijo:
4
16 de junio de 2018
03:41:48
Luis Palacios dijo:
5
16 de junio de 2018
06:42:22
Luis Palacios dijo:
6
16 de junio de 2018
06:44:01
Enrique Elorza dijo:
7
16 de junio de 2018
09:10:05
kgbramirez dijo:
8
16 de junio de 2018
11:21:13
Juri carlucci dijo:
9
16 de junio de 2018
17:04:28
Sandra dijo:
10
18 de junio de 2018
09:23:20
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