Un domingo de mucha luz, a mediados del siglo XIX, el pequeño José Martí caminó las calles de La Habana de la mano de su padre. La poeta cubana Fina García Marruz describió aquella tarde en un célebre ensayo, resultado de una rigurosa búsqueda biográfica.
«La luz es dorada y madura, como naranja de Valencia, que da gusto verla (…) Sopla ligera la brisa isleña, entre el ardor y mucha luz de la hora, cariciosa como recado de madre. Solamente el viejo y el niño parecen disfrutar del paseo inocente», evoca Fina.
La escritora imagina a Martí en la Alameda de Paula, bajando por las calles laterales, «por donde la luz ya no se expande, sino que parecía condensarse, solidificarse». El barrio que le vio nacer era uno de los 16 que dividían La Habana colonial, bien guardada por sus murallas y sus cinco fortalezas rodeadas de cañones, que apuntaban al mar.
Por esas calles probablemente vio pasar «dos soldados seguidos de mujeres del mal vivir. Un caballero pobre, con algún remiendo honroso en el saco», un «obeso tendero a la puerta del bodegón con unos voluntarios», «una madre criolla, toda regalo y cintas», que no quiere que su hijo «juegue con un niño negro».
Y el niño Martí dejó de disfrutar del paseo, de la luz de la tarde, de las casas coloniales. Ese día en el pálido rostro criollo le brilló «la cólera reprimida», dice Fina. Supo entonces que Cuba le dolía en el alma, por el «arranque incontenible» ante «el menor asomo de injusticia o vasallaje».
La infancia fue clave en el destino de la vida del Héroe que prefirió, por encima de todas, la palabra «decoro», que es a la vez «cuidado interno y compostura, un celo por lo propio que no pudiese tolerar que se lastime, sin merma propia, el decoro ajeno», como recuerda Fina García Marruz en su ensayo.
Las calles que lo vieron crecer, esas imaginadas por la poeta y las actuales, luego de más de siglo y medio, no olvidarán nunca aquel niño cuya memoria ilumina la Historia de Cuba. Por eso, en vísperas de otro aniversario de Martí –nació el 28 de enero de 1853–, miles de cubanos con sus antorchas recorrieron este sábado toda la Isla como «un ejército de luz».
En el desfile que cada año se reedita en el país iban codo con codo los jóvenes y los representantes de la Generación del Centenario, aquellos que hace 65 años iniciaron la Marcha de las Antorchas, que meses después asaltaron el Cuartel Moncada, luego desembarcaron en el Granma y encabezaron una Revolución triunfante que consagró los sueños del Apóstol de la Independencia de Cuba.
El General de Ejército Raúl Castro Ruz encabezó el peregrinaje en La Habana y se le vio feliz entre una multitud que coreaba «Yo soy Fidel», entonaba la canción del Grupo Moncada Mi historia crecerá, alzaba la antorcha o la lucecita de sus teléfonos móviles, se hacía selfies, reía y se tomaba de las manos.
Custodiado por antorchas y por el decoro de su pueblo, este sábado Cuba recordó el nacimiento de aquel niño con el que aprendió a no dudar ante «el menor asomo de injusticia o vasallaje», y que poco antes de morir por la independencia de su patria le escribió a María Mantilla: «Solo la luz es comparable a mi felicidad».
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tmc dijo:
1
29 de enero de 2018
15:42:25
Yin dijo:
2
29 de enero de 2018
17:20:24
Maikel dijo:
3
29 de enero de 2018
18:30:29
Georgina Aguirre dijo:
4
29 de enero de 2018
20:08:49
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