ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
El servicio de terapia se mantuvo incluso hasta en los momentos más tensos. Foto: Arelys García

YAGUAJAY, Sancti Spíritus.-El edificio que ocupa el hospital Joaquín Paneca, en este municipio, antiguo Escuadrón 37 de la Guardia Rural, ha resistido dos asedios descomunales en su historia casi centenaria: el sitio de las fuerzas rebeldes comandadas por Camilo Cienfuegos a finales de diciembre de 1958, que casi lo reduce a escombros, y el acoso del huracán Irma durante más de 14 horas ininterrumpidas.

El doctor Manuel Santamaría Hernández, director de la institución médica, dice que el primero de ellos lo ha conocido únicamente a través de los libros de historia y de las disertaciones apasionadas de Gerónimo Besánguiz, uno de los estudiosos más concienzudos de aquella batalla, pero que el segundo, como si se tratara de un filme de Steven Spielberg, lo puede contar en tiempo real y con lujo de detalles.

«Las rachas de viento a ras de calle, que parecían nubes blancas, levantaron en peso las tres matas de coco sembradas frente al hospital, el huracán retozaba con ellas, las movía como hojas de papel», ilustra como si estuviera otra vez ante la película del sábado 9 de septiembre, la más larga que haya vivido en toda su vida de médico.

Mientras eso ocurría en los jardines del hospital, puertas adentro Daisleny Castillo Bencomo sudaba a cántaros para parir a su hijo, en un trance que jamás habían vivido ni ella, ni las doctoras Caridad Alpízar y Juana González, ni las enfermeras Yennys Vázquez y Daína Cabrera.

«Oiga, si usted se va a bajar de la cama, tenga cuidado no caiga sobre su compañera», le recomendó el director a una de las hospitalizadas, luego de uno de los tantos movimientos insólitos y evacuaciones y más evacuaciones que debieron cumplir.

«Pusimos embarazadas hasta debajo de las mesetas del Laboratorio Clínico», recuerda el doctor Santamaría.


UNA SOPA CON MUCHOS AUTORES

«Las embarazadas se embullaron a parir, aunque ninguna le puso el nombre de Irma a su bebé», precisa el doctor Luis Guillermo Fulgueiro, responsable de los servicios de gineco-obstetricia, ahora más aliviado, como el resto de sus colegas.

Con cinco ciclones escampados en el hospital, la neonatóloga Caridad Alpízar  no puede eludir la nobleza del colectivo, los turnos que doblaron, los colchones que trasladaron, el aseo a los recién nacidos —les cambiaron hasta los pañales—, la actitud del almacenero y del operador del grupo electrógeno, las escobas y trapeadores en mano, el agua que tuvieron que llevar a cubo para descargar los sanitarios, cuando este servicio se afectó por un tiempo.

Según ella, debido a la imposibilidad del cocinero de trasladarse hasta allí en medio del remolino de vientos, los guardias de seguridad y protección, junto a la pantrista, asumieron la comida y sacaron a flote una sopa de pollo que nadie dejó de saborear, ni los pacientes ni los acompañantes ni el personal llegado desde el Hospital General Universitario Camilo Cienfuegos, de Sancti Spíritus.

La presencia en el Joaquín Paneca de estos últimos —especialistas en Neurocirugía, Ortopedia, Anestesiología y Cirugía que arribaron al poblado el viernes 8 de septiembre y solo estuvieron de regreso en Sancti Spíritus el lunes en la mañana— respondía a una estrategia diseñada por la Dirección Provincial de Salud Pública para apoyar al territorio, comenta el doctor Israel Hernández Arrozarena, subdirector del centro médico yaguajayense.

Otras serían las historias en la moderna sala de hemodiálisis y del complejo de terapia —abarca cuidados intermedios e intensivos—, donde la gente del doctor Yanni Hernández Campos mantuvo sus servicios, o el debate interno de la doctora Yanet Callao Hernández, con el cuerpo en la casa junto su bebé, como debía ser, y la cabeza en todo lo que ocurría en el hospital.

COMO QUIEN ESPERA UN COMBATE

Cuando Irma todavía no había comenzado a bramar por el lomo de la Isla, ya los directivos del Joaquín Paneca se habían asegurado como quien espera un combate: puertas y ventanas a prueba de balas, suficiente agua en la cisterna, medicamentos y otros recursos para emergencia, sacos de carbón como alternativa en la cocina, el petróleo necesario para el grupo electrógeno…

Pero a pesar del asesoramiento recibido, del cumplimiento de las medidas de prevención y del empeño de sus trabajadores por proteger lo que tanto trabajo ha costado reunir, a poco más de cinco kilómetros de la costa y frente a una llanura descampada, el hospital Joaquín Paneca quedó demasiado expuesto a los vientos de Irma como para salir totalmente ileso.

El llamado edificio viejo quedó incólume, pero las cubiertas ligeras del almacén de medicamentos, del grupo electrógeno y de la lavandería salieron volando con aquellas rachas de viento a ras de calle que al doctor Santamaría le parecieron en algún momento unas nubes blancas.

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apolinario dijo:

1

30 de septiembre de 2017

08:23:20


Magnifico articulo que demuestra la elevada calidad humana y la alta responsabilidad de los trabajadores de la salud, cumplidores de su trabajo, en las adversas condiciones de un huracán. Gracias.

Maria M dijo:

2

1 de octubre de 2017

08:15:34


Felicidades a ese colectivo que forman parte del Ejército de Batas Blancas como nos denominó nuestro siempre invicto Comandante en Jefe Fidel

omaira juana galdona rodtigues dijo:

3

1 de octubre de 2017

18:06:05


muchas felicidades al colectivo de trabajadores del hospital joaquin paneca de mi pueblo se q nuncan nos desfraudarian al igual q los colectivos de los distintos hispitales del país un abrazo fraternal y sincero