PUNTA ALEGRE, Ciego de Ávila.–Yandy cogió una paloma rabiche.
La encontró esta mañana tiritando bajo uno de los árboles del patio, poquitas horas después del ciclón.
La gente está en la calle desde temprano con capas, sin capas. Con botas y sin botas.
Bajo el viento.
Algunos filman con las camaritas de los teléfonos. Esos son los menos. Los más están doblados en el suelo recogiendo los pedazos de tablones que dejó el huracán desparramados en medio de la calle, en las aceras, cerca del mar. Recogiendo las tablas que antes eran parte de las paredes; los pedazos de zinc que eran los techos; las ramas de los árboles que fueron arrancadas y volaron hasta los aleros, hasta los postes; los cables de los postes que caen desde los techos de las casas y quedan en el suelo, sin corriente.
No hay corriente en el pueblo desde anoche. Desde hoy por la mañana tampoco hay cobertura en los móviles y no funcionan los teléfonos fijos.
No hay comunicación en Punta Alegre.
Hay policías y pasan camionetas de la Defensa Civil.
Un grupo de chiquillos está hasta las rodillas en el agua buscando cosas que volaron del almacén de un centro recreativo al que llaman Toletazo. Ayer pasamos y era un ranchón lindo con otro rancho en medio de la playa, al que se llegaba por un puentecito. Ahora son los horcones desguazados en el medio del mar y los muchachos están amontonados en la orilla de lo que antes era un bar, rebuscando en el agua.
Algunas casas volaron completas. A algunas casas se les voló el techo. Dicen que en La Pesquera están las barcas atoradas en medio de la carretera. Dicen que está feo. Pero la lluvia es demasiado fuerte y no nos deja llegar.

En la calle en que estamos, los cangrejos caminan como los perros por entre los carros. Las gentes se hablan de un portal al otro y van compartiendo lo que cocinan. Otros están metidos en las casas con las puertas herméticas.
A la iglesia se le perdió la cruz.
El parquecito del pueblo tiene un árbol desparramado por entre los bancos. El huracán lo arrancó de raíz. Las carretillas vienen y van con escombros encima y el viento hace que el agua de la lluvia caiga más o menos horizontal.
A Diana, por ejemplo, le cayó un árbol en toda la casa y le partió las tejas, le hundió el techo. Ahora anda como loca buscando algún teléfono para localizar a la familia y decirle que está bien, que pasó la noche en casa de Yandy, al frente de la suya, y que va a quedarse allí hasta que resuelva.
En el patio de al lado de la casa de Diana están cocinando en un fogón con leña. En la casa de Yandy cocinaron para 23 personas en un fogón de gas. Los 23 estamos desde anoche. Pasamos el ciclón en colchonetas tiradas en el suelo y en las camas y en los sillones. Algunos durmieron: una señora enferma y los seis niños, entre ellos, un bebé.
Las ventanas, por dentro, están forradas con nailon y pusieron piedras grandes para aguantar las puertas. Por la mañana subimos al techo, bajo la lluvia, a mirar el desastre. A la escuelita le falta un pedazo del techo. El mar quedaba a un par de cuadras. Ahora nos queda a media, por lo menos. Entonces Yandy cogió la paloma y se la trajo al niño, a su bebito. El niño se alegró. Después salimos. Yander metió la cámara en un nailon para hacer fotos. Salimos con capas. El viento parecía niños gritando. La puerta de la shopping tiene partidos todos los cristales, aguantados por las cruces de teipe y por un buró que alguien le empotró detrás.

La escuelita funciona como albergue. Son tres aulitas y una enfermería y el comedor es una navezuela después del patio. Hay 60 personas. La tarde antes de que pasara Irma estuve sentado en el escaloncito que divide el pasillo central. Junto a mí, en unas sillas, tres muchachos hablaban sobre fútbol. Una mujer con un perrito encima me preguntó cómo estaba La Habana. Dijo que estuvo allí hace un par de meses y que volvió con los ojos hinchados de tanto ver. Le dije que en La Habana también estaban esperando a Irma. Pensé mucho en mi niño.
Bajo la lluvia comenzó a entrar gente. Bajaron todos de una ambulancia y descargaron los bolsos, unas sillas, una cama plástica. Se acomodaron en una de las aulas. El ambulanciero y algunos hombres bajaron una camilla con un anciano encima, paralítico. Lo acomodaron en una de las aulas y la doctora que hay en la escuelita (hay un doctor y varias enfermeras en cada albergue) se acercó a chequearlo. Dijo que estaba bien y la ambulancia partió. La ambulancia está disponible, bajo el ciclón, para cualquier percance. Empezó a oscurecer y acomodaron todas las sillas cerca de la puerta, que es el único sitio por el que entra la luz.
Después nos fuimos para casa de Yandy. Está dos casas después de la escuela, en la Avenida Ochoa. Lo habíamos conocido en la mañana, mientras recorríamos el pueblo, y nos ofreció quedarnos con su gente.
Nos sirvieron tamales en su casa cuando arreció la lluvia. La lluvia y el viento fueron terribles. Sobre las 2:30 de la mañana, mucho peor.
Amaneció lloviendo y Yandy cogió la paloma rabiche. Se la mostró a su niño y sentí mucha nostalgia por el mío.
Nunca puedo evitar pensar en él.



















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Manolo dijo:
1
11 de septiembre de 2017
13:17:52
EMPERATRIZ dijo:
2
11 de septiembre de 2017
16:19:29
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