
Cuba ejecuta hasta el 2020 un plan de acción dirigido a fortalecer el Sistema Nacional de Áreas Protegidas, cuyas líneas de trabajo contemplan la inserción de este en el proceso de desarrollo integral sostenible y la implementación de la gestión de riesgo para mitigar su vulnerabilidad ante la ocurrencia de desastres, con énfasis en el cambio climático.
Lo anterior trascendió en la primera jornada del X Congreso de Áreas Protegidas, que como parte del programa de la XI Convención Internacional sobre Medio Ambiente y Desarrollo, sesiona desde ayer en La Habana y cuenta con la participación de la señora Julia Miranda, vicepresidenta de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
En un aparte con Granma, el doctor José Luis Corvea, subdirector del Centro Nacional de Áreas Protegidas (CNAP), precisó que en el país han sido identificadas hasta el momento un total de 211 áreas protegidas, de las cuales 103 fueron aprobadas por el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, mientras otras 16 se encuentran en proceso de evaluación a fin de recibir igual dictamen.
De manera general ocupan aproximadamente el 20,2 % del archipiélago cubano, incluyendo zonas de la plataforma insular marina y ascienden a 120 las administradas por personal competente de la Empresa Nacional para la Protección de la Flora y la Fauna (asume dicha responsabilidad en más del 60 % de ellas), el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y otras entidades.
Varias disponen de reconocimiento internacional, como son los casos de los Parques Nacionales Alejandro de Humboldt y Desembarco del Granma, declarados ambos Sitios de Patrimonio Mundial Natural, y las Reservas de la Biosfera Guanahacabibes, Buenavista, Baconao y Cuchillas del Toa.
Según lo planteado por el doctor Corvea, entre los mayores problemas que acechan a las áreas protegidas figuran la tala ilícita de árboles, la caza y pesca furtiva, y las amenazas derivadas del uso de productos químicos en zonas agrícolas aledañas.
Concebidas con el propósito de favorecer la conservación y uso sostenible de la biodiversidad, el patrimonio boscoso y demás ecosistemas naturales y valores históricos, culturales y paisajísticos que atesoran, las áreas protegidas poseen una notable representatividad de la fauna y la flora de Cuba, con niveles de endemismo superiores al 90 y 85 %, respectivamente.
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