Fruto del pensamiento visionario de Fidel de crear un futuro de hombres de ciencia en Cuba, el 1ro. de julio de 1965 se fundó el Centro Nacional de Investigaciones Científicas, cuyo sello de identificación descansa, sin duda, en las siglas CNIC.
Dotado de uno de los diseños arquitectónicos más emblemáticos de su época, la institución fue edificada con todas las condiciones requeridas para propiciar la formación masiva de especialistas en ciencias básicas y promover la superación posgraduada, fundamentalmente.
Así sus anfiteatros y laboratorios vieron pasar a jóvenes egresados de Medicina y otras carreras que con el paso del tiempo descollaron como científicos o directivos del sector. Baste citar los nombres de Rosa Elena Simeón, Gustavo Kourí, Luis Herrera Martínez, Ismael Clark, Lidia Tablada, José Luis Fernández Yero, Agustín Lage y los hermanos Pedro y Mitchel Valdés Sosa, por mencionar algunos.
En una entrevista concedida a Granma hace un tiempo, el doctor Wilfredo Torres Yríbar, director del CNIC de 1966 a 1976, afirmó que la institución sentó igualmente las bases para organizar el sistema de grados científicos en Cuba y acogió la defensa de las primeras tesis de doctorado en tópicos de particular relevancia para el desarrollo de la nación.
También tuvo la primicia en el uso de microscopios electrónicos de barrido y espectrómetros de masa de alta resolución, que posibilitaron incursionar en promisorias líneas de trabajo no abordadas antes en el país.
Con justeza es considerado el buque insignia de la ciencia cubana porque, además de haber formado a más de 30 000 profesionales, de sus instalaciones salió el personal calificado que contribuyó a crear después un grupo de instituciones investigativas de primer nivel en diversos campos, como el Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria, el de Inmunoensayo, el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología y el Centro de Neurociencias de Cuba.
Muchos son los hitos que marcaron el quehacer de la entidad a lo largo de 52 años. Resaltan entre ellos su aporte en la eliminación del brote de fiebre porcina africana en 1971, el desarrollo de los primeros equipos de producción nacional para el estudio de la actividad eléctrica del cerebro y la participación en los experimentos realizados durante en el vuelo espacial conjunto cubano soviético, en septiembre de 1980.
Asimismo está la obtención de Policosanol o PPG, eficaz fármaco para el tratamiento de la hipercolesterolemia (elevación del colesterol), merecedor junto al equipo Diramic para el diagnóstico microbiológico, de las dos Medallas de Oro conferidas a resultados del CNIC por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), la construcción del primer corazón artificial cubano Coramec, y la creación de los equipos de ozonoterapia y de los sistemas de desinfección de agua de uso doméstico e industrial, basados en el empleo del ozono.
Símbolo de la ciencia cubana surgida con la Revolución, la historia del CNIC no podrá escribirse sin mencionar el papel desempeñado por Fidel en su concepción, puesta en marcha y permanente seguimiento.
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