
El 20 de octubre del año en curso se cumplirán 90 años del natalicio de uno de los hombres más grandes que ha dado este país, Abel Santamaría Cuadrado. Calificado con justicia por Fidel como «el más generoso, querido e intrépido de nuestros jóvenes», su vida y conducta debieran conocerse al dedillo, porque ellas encierran una fuente inagotable para transmitir y formar valores.
Tal vez por eso, y basada en esa trascendencia, el líder de la Revolución Cubana, en ocasión de celebrar su cumpleaños 90 el pasado 13 de agosto de 2016, hizo un pedido al director de La Colmenita, Carlos Alberto Cremata, para que montara un espectáculo por Abel Santamaría, porque sentía que se hablaba poco de él.
Pienso que una vez más el Comandante en Jefe tenía razón, estamos en deuda con aquel joven que con apenas 26 años supo entregar su vida en aras de los sueños de libertad y de justicia para su Patria, y a quien Silvio Rodríguez llamó en memorable canción El Elegido.
De su vida, colmada de páginas de altruismo, sencillez y fidelidad sin límites, las actuales y futuras generaciones de cubanos pueden extraer muchísimas lecciones, las cuales, si son conocidas y bien enseñadas, constituyen un tesoro de incalculable valor en manos de maestros, cuadros,dirigentes juveniles y todo aquel que ame a Cuba.
Abel constituye un ejemplo de lo que puede significar la educación familiar y un buen maestro en la conducta posterior de una persona. Cómo olvidar el rol de educadores de la talla de Matilde Borroto y Eusebio Lima en la formación de «El Polaco», como lo llamaban en su natal Encrucijada.
Cuentan los pobladores del antiguo central Constancia, hoy Abel Santamaría, que ante la insistencia de su pequeño hijo, de apenas seis años, Joaquina habló con la maestra, pero no había matrícula. Mas, el pequeño, que no entendía aquellas razones, salió un día a la calle detrás de un policía y le dijo: «Oiga, lléveme para la escuela, que estoy regado y sin estudiar».
Ante la insistencia de la madre, la maestra Matilde le ofreció lo único que podía: un lugar en el piso, porque ya no le alcanzaban los pupitres en el aula de primer grado, y así fue como se inició en los estudios el hijo de Joaquina y Benigno, quien también tuvo la dicha de ser discípulo del maestro Eusebio Lima Recio, de quien se cuentan muchas anécdotas como la narrada por Antonio García, compañero de aula de Abelito.
«Un día, mi amigo llegó muy contento a su casa porque había ganado un concurso sobre el Apóstol, con un escrito que hizo y le dijo a su madre: “Mira, mamá, gané esto en la escuela”, y le enseñó el diploma, nombrado Los Tres Reyes de la Patria. Entonces ella expresó medio defraudada: “Ay hijo, yo pensaba que te iban a dar una beca”, a lo que Abel añadió: “No importa, mamá, gané esto por escribir sobre Martí”».
Recordaba su hermana Haydée que desde pequeño surgieron en él inquietudes patrióticas y hablaba con mucho entusiasmo de José Martí y Antonio Maceo, tanto que en cuarto o quinto grados a finales del curso decía: «¡Yo soy Maceo, yo soy Maceo, yo quiero interpretar a Maceo!».
Y de su desprendimiento, resultan incontables las historias que se tejen entre quienes lo conocieron, como aquel día en que un humilde obrero del central, negro por demás, fue a la tienda a comprar algo para su familia, que era bien pobre, rogándole a Casiano Luzarraga, el dueño del establecimiento, que le fiara la mercancía hasta el día del cobro, a lo cual se negó el magnate. Al presenciar la escena, Abelito reaccionó como un bólido y dijo: dale los mandados que él quiere y me lo descuentas de mi salario, situación que se repetiría en incontables ocasiones.
De modo que cuando el «gaito», otro de los sobrenombres con los que se conoció, fue para La Habana, ya llevaba consigo una formación cívica ejemplar, que había sembrado en él las semillas del descontento ante lo mal hecho y su enfrentamiento consecuente a las injusticias.
Por razones como esas, el 17 de marzo de 1952 –apenas siete días después del golpe de estado de Fulgencio Batista–, Abel envió una carta a José Pardo Llada, por entonces vocero del Partido Ortodoxo y periodista radial, en la que señala: «La inactividad nos consume… Basta ya de pronunciamientos estériles, sin objetivos determinados. Una revolución no se hace en un día, pero se comienza en un segundo.
Hora es ya: todo está de nuestra parte, por qué vamos a despreciarlo».
Esas ideas fueron las que propiciaron la comunión con el pensamiento de Fidel, desde que se conocieron el primero de mayo de 1952 en el cementerio de Colón, a partir de cuyo encuentro los jefes que encabezarían las futuras acciones del 26 de julio serían uno solo. «¡Yeyé, Yeyé!», le dijo Abel, a su hermana Haydée: «He conocido al hombre que cambiará los destinos de Cuba! ¡Se llama Fidel y es Martí en persona!».
Desde entonces su fidelidad hacia su amigo sería única. En la noche del 25 de julio de 1953, el jefe de la acción del Moncada pidió voluntarios para atacar la posta número tres y Abel estuvo entre los primeros en brindarse, siendo rechazado para esa misión, pues trataba de salvaguardar al segundo jefe del movimiento 26-7, para que en el caso de que él muriera, su relevo al mando pudiera continuar dirigiendo la acción; tal era la confianza en aquel joven.
Años más tarde su hermana Haydée contaba que «el único deseo de Abel era que Fidel viviera, porque él sabía que con Fidel se hacía la Revolución. Abel nunca se planteó vivir él, y él era la vida misma», afirmaba Yeyé.
Fracasada la acción, y una vez capturado, los torturadores querían que confesara el nombre del jefe del movimiento y sus planes, pero Abel guardó silencio al igual que los demás. Primero lo golpearon, después le quemaron los brazos y –en un acto de barbarie sin parangón– le vaciaron un ojo. Pero Santamaría no dijo una palabra ni profirió una queja. Finalmente lo asesinaron.
Como escribió Silvio Rodríguez, no estamos hablando de un hombre común, sino del elegido, un hombre que decidió cuál sería su destino a la hora precisa, un joven que aún continúa matando canallas con su cañón de futuro y demostrando que lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida, razones más que suficientes para que saldemos la deuda de gratitud que le debemos.
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rolo dijo:
1
24 de mayo de 2017
07:39:45
ana dijo:
2
24 de mayo de 2017
08:20:30
fernando castro ortuzar dijo:
3
24 de mayo de 2017
09:44:35
melisa dijo:
4
24 de mayo de 2017
12:44:17
emilio fernandez lobeiras dijo:
5
24 de mayo de 2017
13:33:08
leonardo dijo:
6
24 de mayo de 2017
13:46:34
Miguel Angel dijo:
7
25 de mayo de 2017
03:06:42
José Alemàn dijo:
8
25 de mayo de 2017
04:53:28
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