GUANTÁNAMO.—Cuesta creer tanta devastación. Lo que no pudo lograr el paso del tiempo, ni cinco siglos de existencia, lo alcanzan ahora las endemoniadas fuerzas de la naturaleza, que de un golpe han deshecho a la Ciudad Primada de Cuba, Baracoa.
Casas destruidas, árboles derribados, techos que volaron, gente que lo ha perdido todo. La vetusta urbe erigida por varias generaciones de cubanos, y de la cual todos nos sentimos orgullosos, ahora se debate en medio de los escombros. Baracoa duele, y mucho.
Ya no son iguales la casa de la vecina, la institución turística, la escuela donde estudiaban los niños del barrio, el hospital, la tienda de la esquina, el centro recreativo o el malecón. La destrucción ha sido muy grande, e impresiona tanto a moradores como a los cientos de visitantes llegados allí en busca de un pedazo sin igual de la historia de la nación.
Pero Baracoa existe, está viva, y mientras haya personas como el viejito José Bonifacio Martínez, la primera villa fundada por los españoles en Cuba vivirá por los siglos de los siglos. Él, que salvó su vida gracias a la vecina que le dio abrigo, que vio la manera en que se ayudaban las personas en medio de las ráfagas de Matthew, que escuchó acerca de verdaderas proezas protagonizadas por la gente para poder soportar las endemoniadas olas, que siente orgullo de su iglesia, de su historia, de sus amigos, sabe que nada podrá impedirlo.
Y como él, son miles los baracoenses dispuestos a rescatar este pedazo de suelo que Matthew se empeñó en hacerlo desaparecer, pero que la magia de solidaridad, y juntando todas las manos, como pedía Guillén, forjarán el milagro de otro medio siglo para la Ciudad Primada.
Preferimos pensar que lo observado allí no ha sido más que un sueño, y que al despertar, Baracoa está allí, erguida y bella, como siempre ha sido.




















COMENTAR
Sandy dijo:
1
8 de octubre de 2016
09:29:42
Responder comentario