ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Matanzas es famosa por muchas razones: la hermosa playa de Varadero, Girón, escenario de la primera derrota del imperialismo en América; la Ciénaga de Zapata, el Valle de Yumurí; y por ser la cuna de personalidades de la cultura de la Isla como Miguel Faílde, creador del danzón (baile nacional); José Jacinto Milanés, relevante escritor, poeta y dramaturgo; y Carilda Oliver Labra, reconocida poetisa.

José Rafael Rodríguez Rodríguez, alumno del Instituto Pre Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) Carlos Marx, tiene la aspiración de estudiar química ‘pura’ en la Universidad de La Habana. Foto: Ventura de Jesús García

Más recientemente todos miran hacia esta occidental provincia cubana por ser una plaza fuerte en la captación y desarrollo de estudiantes con talento para la Química.

Los logros alcanzados en el concurso nacional de esta asignatura en 2015 (una medalla de oro, cuatro de plata y dos de bronce), han sido los mejores de este territorio.

Si el año pasado lo logrado en ese ámbito fue significativo, el 2016 fue mejor pues José Rafael Rodríguez Rodríguez, alumno del Instituto Pre Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) Carlos Marx de esta provincia, ganó medalla de oro en la 10º Olimpiada Centroamericana de Química, celebrada en julio de este año en La Habana.

Interrumpimos su rutina diaria con una llamada telefónica e inmediatamente nos confiesa su nerviosismo durante la competición.

«Hacía mucho tiempo que un matancero no participaba en una competencia de este tipo. Además, tenía la tensión de enfrentarme a estudiantes de un grado superior y de otros países. Por suerte todo salió como esperaba y obtuve el primer lugar».

Por nuestro interlocutor supimos que el certamen centroamericano incluyó dos exámenes: uno práctico realizado en los laboratorios de la Facultad de Química de la Universidad de La Habana, y otro teórico con cuatro pruebas distintas, cada una con tres preguntas.

«Me sentí más cómodo en el examen práctico —refiere este adolescente que actualmente cursa el 12º grado— aunque fue también el más trabajoso, porque es algo novedoso para los concursantes cuando nos enfrentamos a un examen de este tipo que requiere de una preparación anterior. Por suerte nuestro país cuenta con laboratorios de alta tecnología que nos permiten realizar toda esta serie de prácticas y análisis».

Más allá del intenso entrenamiento para un evento de carácter internacional, del esfuerzo personal y del trabajo de profesores y directivos, está también el apoyo incondicional de la familia.

«Al ganar el concurso nacional fuimos al IPVCE Lenin (en La Habana, red.) donde nos adiestraron los entrenadores nacionales, procedentes de distintas provincias de Cuba. A ellos les estoy muy agradecido porque por ellos y por mis entrenadores de aquí fueron todos mis resultados.

«Mi familia me ayudó mucho y jugó un papel importante ya que en la casa me apoyaban en el estudio de la Química. Tenía que llevar esta materia junto con las asignaturas normales del plan de estudio en la escuela. Fue algo muy difícil pero mi familia estuvo ahí».

La poca experiencia no fue un obstáculo para José Rafael durante la Olimpiada Centroamericana y tampoco lo será en la realización de sus aspiraciones inmediatas.

«No esperaba un resultado tan bueno como la mejor nota, pero al final la obtuve y todo gracias al sacrificio y al estudio. Ahora en 12º grado quiero asistir de nuevo a los eventos internacionales y después estudiar Química ‘pura’ en la Universidad de La Habana.

“Me gustaría trabajar en lo relacionado con la química orgánica para ayudar en la confección de medicamentos y vacunas y así colaborar con la humanidad con mi investigación».

SUBIENDO LA PARADA

Parte importante de los contenidos que se evalúan en los concursos nacionales se imparten en la enseñanza superior. Entonces no basta con aprobar la materia según el programa curricular, sino que se requieren más horas de trabajo y preparación con ejercicios de elevada complejidad. Aquí comienza el trabajo del ingeniero Anyer Luis Calvo Jiménez, entrenador provincial de Química y artífice de los éxitos de sus estudiantes.

“Muchos temas del concurso nacional necesitan de conocimientos matemáticos, sobre todo matemática avanzada, que es la de cálculo diferencial integral y se estudia en la universidad”, refiere el especialista.

Si bien desde el inicio del curso apenas han transcurrido dos semanas, el profesor Anyer Luis ya piensa en preparar otros escolares. Por los resultados que han logrado sus pupilos anteriores, el listón está bastante alto para los nuevos aspirantes.

“Estamos muy contentos y comprometidos con la misión de los IPVCE en la formación de hombres de ciencias. Para este año cuando comenzó el curso captamos a estudiantes para el concurso a nivel de escuela. Los muchachos están muy entusiasmados. Hay alrededor de 40 y tantos que quieren ir, pero eso poco a poco se va a ir decantando”, concluye.

UNA ESCUELA DEL BARRIO

Ubicado en el kilómetro 98 de la carretera central, el IPVCE de esta provincia recibe a sus visitantes con un busto de Carlos Marx, creador de la teoría del Socialismo Científico.

Desde su fundación (17 de octubre de 1977) hasta la fecha ha sido escuela de las artes y de las ciencias para varias generaciones de becarios.

En diálogo con la máster en Ciencias Olbeida Quintana Scull, directora de la institución, conocimos que en este centro se forman en la actualidad 773 alumnos, quienes para acceder deben vencer exámenes de matemáticas, español e historia.

«Vamos a tener un cambio, a partir de los reclamos que se han hecho. Si es un preuniversitario de ciencias, la mayoría de las asignaturas de ingreso deben ser de este perfil.

«A partir del curso 2018 se mantiene la matemática y la historia. Los estudiantes deberán elegir e identificarse por qué asignatura de ciencias (Química, Biología o Física) se va a interesar para hacer su prueba de ingreso. ¿Con qué objetivo? Para que el estudiante, cuando entre a la escuela, tenga mejor preparación. Además, la inclinación hacia las carreras con ese perfil va a estar mejor identificada».

Al igual que los IPVCE del resto del país, el preuniversitario vocacional matancero tiene rigurosos requisitos de permanencia. En matemática, física, química y biología es obligatorio mantener durante los tres años un promedio por encima de los 85 puntos.

Con visible satisfacción Quintana Scull habla de los reconocimientos que ha merecido su escuela, entre los que sobresale el Premio del Barrio, conferido por los Comités de Defensa de la Revolución (la mayor organización de masas del país), y la condición de centro asociado a la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura). También comenta los preparativos por las cuatro décadas de creación del plantel.

«Cuarenta años es como decir los 15. Todos los aniversarios los celebramos porque son una motivación para estudiantes, trabajadores y para todo el que egresó de esta escuela.

«Creamos un sistema de actividades. Antiguos directores, discípulos que pasaron por aquí y personalidades de la cultura que siempre nos respaldan, vienen para actividades de intercambio de generaciones.

«Tenemos ambición con estos 40 años. Va a ser una actividad muy bonita porque en los IPVCE siempre se crea una gran familia y nosotros lo hemos logrado con todo el que ha egresado de nuestras aulas».

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